Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

15 Diciembre, 2022

La urgencia de esta hora

Del 2016 al 2022 el Perú ha tenido seis presidentes. Este sólo dato tiene que indicar, mas allá de todas las observaciones, matices y contextos posibles, que la democracia peruana no funciona. Esta herida de muerte. Los mecanismos de convivencia y contención entre poderes del Estado han colapsado sin remedio posible. Los “botones nucleares” (como los bautizó Alberto Vergara), las instituciones de “vacancia por incapacidad moral permanente” y “cuestión de confianza” forzada para disolver el congreso, se han apretado tantas veces, que ya solo quedan escombros.

La caída de Pedro Castillo, constituida sobre las endebles bases de un auto golpe de opereta, son el último síntoma de una enfermedad agravada. Nos pasaremos tiempo tratando de entender que pasó por la cabeza del aspirante a dictador para hacer tamaña salvajada. Sus cómplices lo negarán y sus defensores dirán toda clase de disparates. Desde la insanía hasta la oligarquía. Da lo mismo. El sistema de justicia debe ocuparse de él y la pléyade de secuaces corruptos que asaltaron al país. Pero, superada la aanécdota que constituye una presidencia de 16 meses para la historia bicentenaria de la república del Perú, la tarea es otra.

Urge un gobierno de transición. Boluarte, ministra de Castillo hasta la quincena pasada, sólo mantendrá el poder si garantiza un gabinete meritocrático que recupere sectores abandonados. No parece ser su espíritu habiendo gobernado 16 meses respaldando un pésimo gobierno. Ha buscado en la burocracia del nivel de dirección a sus ministros. Algunos competentes, pero su primer ministro viene con cuestionamientos serios que bastaban googlear. Con esa medianía y sin peso político propio, empieza mal. Muy mal.

Así las cosas, sólo le queda comprometerse a irse pronto. Tampoco parece estar en sus intenciones, cuando juramento “hasta el 2026”. Tiene una sola bala de oro para adelantar elecciones de inmediato: su renuncia. Debe usarla si el Congreso se niega a pactar un cronograma razonable de salida. Si se aferra a un cargo que no merece y no ganó por derecho propio, lo que viene es una movilización nacional brutal.

Sin embargo, es el Congreso el único que puede sacar adelante la agenda de transición. Se necesita una reforma constitucional como la del año 2000. La urgencia obliga a que se apruebe con 87 votos en esta legislatura. El pueblo los odia y con fundadas razones, Su soberbia, su falta de conexión con las necesidades populares, sus gollerías, sus prebendas. Clientelismo, nepotismo y sobre todo lo demás, sus delitos de corrupción los hacen insalvables. Las excepciones son eso, pocas. Sus negocios particulares han destruido desde la Sunedu hasta el transporte público, y han arrasado con la Constitución. Han protegido desde Alarcón hasta Merino. Los hemos visto, inmunes a la crítica cuando un grupo era el guardián del fraudismo, ese cáncer para la democracia. Y lo peor de todo es verlos desfilar en los medios en plan “aquí nos quedamos”, celebrando la caída de Castillo, como si fuera su triunfo, cuando nunca pudieron asegurar los 87 votos para hacerlo. Que Castillo sea un desastre, no los mejora en nada.

La urgencia de esta hora está en lograr un compromiso de Ejecutivo y Legislativo para su salida. Si tienen un mínimo de responsabilidad, deben hacerlo de manera ordenada. La Constitución tiene fecha fija para la juramentación de un presidente electo: 28 de julio. Se necesita un año a 9 meses mínimo para organizar elecciones competitivas. Con las mismas reglas, tendremos los mismos resultados. Por eso, urgen reformas constitucionales. El Congreso no debe ser disuelto, pero su mandato debe renovarse cada dos años y medio con reelección. No puede haber algo tan subjetivo como “incapacidad moral” pero debe incluirse el juicio político por los delitos cometidos por el presidente en ejercicio, superando inmunidades anacrónicas. Un nuevo balance de poderes, un congreso mas representativo con partidos solidos y no llaneros solitarios que venden su voto, se pueden lograr eliminando el voto preferencial y con primarias abiertas, simultáneos y obligatorias. Las propuestas ya están sobre la mesa. En dos legislaturas (esta, extendida y la que empieza en marzo) se puede hacer un cambio real y profundo. Para octubre tener primarias y para abril y junio del 2024 primera y segunda vuelta. Así, el elegido puede jurar el 28 de julio del 2024.

Sin embargo, me temo que no han entendido nada. Si los pocos que protestan a esta hora excluyen la libertad de Castillo y la asamblea constituyente (un fetiche de la izquierda para volarse lo más valioso y exitoso de la Constitución, su capítulo económico) y si sólo se centran en el adelanto ordenado de elecciones, por los menos dos tercios del país saldrá a marchar. Esa es la plataforma de unidad de esta hora. Esa nuestra gran oportunidad de volver a tener un presidente y un congreso que dure, para bien, 5 años.

Pero si eso no sucede, el país se va a incendiar. Todos fueron bien avisados.

 

Columna publicada el domingo 11 de diciembre del año 2022 en el diario La República

 

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