Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

3 Abril, 2022

Esta es la calle, Castillo

La semana que termina contiene una vacancia presidencial y una liberación ex presidencial, frustradas. Un partido de fútbol que ilusiona, un ministro de salud censurado por sus pésimos antecedentes y desempeño en tiempos de pandemia, un ministro que manda a comer pescado cuando el pollo (cree) es más caro y un presidente exdirigente sindical que insulta a los dirigentes de hoy llamándolos coimeros. Seis días de paro de transportes de carga, al que se unen agricultores. Desmanes en la cuna de Perú Libre; ahí donde hace menos de un año Pedro Castillo se alzaba con el 59.1% de los votos en segunda vuelta.

No ha sido el cuco comunista, ni el invento del fraude la que ha movilizado la calle; falacias de una derecha boba, cada vez más huérfana.  El asunto, para los agricultores es, en términos simples, el siguiente: para el consumidor un choclo del 2021 es igual a un choclo del 2022 y por tanto espera pagar más o menos lo mismo por el mismo bien. Para el agricultor el choclo del 2022 tiene otro precio, sustancialmente más alto. Pandemia y guerra afectan granos, petróleo y fertilizante. Cosas que importamos.  Una experta en avicultura me escribe: “El precio de maíz en dólares por bushel en la bolsa de Chicago, antes de la pandemia era US$3,5hoy estamos en US$7.5, los costos de producción del pollo suben de manera inevitable”. Otro experto en transporte de carga consultado me lo pone en términos más simples: “El incremento del Diesel solo en este año es de 78%”.

Tengo a la vista una cotización de fertilizantes para maíz en el valle de Cañete que explica bien el problema. Para el 2021 la bolsa de 50 kilos de urea estaba a 68 soles, fosfato a 85 soles y sulfato de potasio a 115 soles. Para el 2022 la misma bolsa de urea está a 245 soles, la de fosfato a 205 soles y la de sulfato de potasio a 230 soles. Para que se entienda mejor (si a estas alturas no se entiende) el abonamiento standard por hectárea de maíz son 7 sacos de urea, 4 sacos de fosfato y 3 sacos de sulfato para tres cosechas al año en costa, pero cada abonamiento es por campaña. En resumen, les hago la multiplicación. El costo de fertilizar por hectárea se ha movido de 1,161 soles a 3,225 soles por cada campaña. Pero el precio de venta del maíz, para el productor local, casi no se ha movido. El agricultor con escala puede aguantar un poco mejor, pero para el minifundista (menos de 10 hectáreas), que es la realidad del 90% de la agricultura peruana, esto es el hambre. Solo le queda sembrar panllevar sin ninguna posibilidad de darle un ingreso extra a su familia.

Estamos hablando del bolsillo de miles de agricultores en un gobierno conducido por improvisados que creen que repitiendo la letanía del “maldito oligopolio neoliberal” van a solucionar en algo lo que un pueblo exhausto, después de dos años de pandemia, ya no tolera: que le mientan y que lo abandonen a su suerte. ¿Esta es la “segunda reforma agraria”? Hay cosas que se pueden hacer desde el Ejecutivo, pero primero tiene que entenderse el problema, socializarse el diagnóstico y adoptar un abanico de medidas temporales que van desde la adopción de nuevas tecnologías (lo importante) hasta el subsidio temporal y acotado (lo urgente). No es pues un trabajo para incompetentes o carteristas. Es un trabajo de liderazgo y transformación en la peor crisis agraria que haya tocado enfrentar. ¿Castillo está a la altura? Ni remotamente. Ni él, ni su gabinete tiene capacidad de respuesta.

El pueblo te pone, el pueblo te saca. Hoy Castillo se enfrenta, desde el otro lado de la mesa, a un enemigo gigantesco: el hambre en el campo y los fletes disparados. Contra estos, no ha salido victorioso ni el más feroz de los generales. Solo puedes pelear con ellos, nunca contra ellos. Si Castillo no lo entiende, su gobierno tendrá menos tiempo del poco que ya le queda.

Columna publicada el domingo 3 de abril del año 2022 en el diario La República

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