Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

23 enero, 2021

Historia de nuestra pandemia

Imaginen un condominio pequeño. Unas diez casas familiares, espaciosas y ventiladas, en un barrio residencial. Los vecinos comparten áreas comunes de acceso, jardines y seguridad. Los niños juegan juntos y corretean por todos lados. Durante la crisis, de marzo a agosto, cerraron el acceso y aquel que entraba lo hacía con prueba molecular. Las compras se hacían por despacho a domicilio y se recibían en la entrada con el debido protocolo. Todos trabajaron en remoto y nadie uso transporte público. Nadie enfermó. Después, cuando algunos regresaron a trabajar se insistió en que, en las áreas comunes, todos usaran mascarilla, mantuvieran su distancia y cualquier actividad entre vecinos se realizará al aire libre, incluyendo a los niños.

En enero, un padre que trabajaba fuera se sintió mal. Se hizo la prueba de Covid y dio positivo. Se aisló con síntomas menores y aviso a todo el condominio. Teniendo niños pequeños, éstos estuvieron en contacto con los demás niños. Los familiares directos del positivo, todos los niños, los padres de estos y los que tenían contacto con el enfermo se hicieron pruebas moleculares. Unas 50 personas. Mientras esperaban los resultados usaron el oxímetro para verificar su grado de oxigenación en sangre. Menos de 93, era viaje a la clínica a buscar oxígeno. Ninguno dio positivo. Esperaron 5 días y el grupo que más cercanía tuvo repitió la prueba. Un adulto dio positivo sin síntomas y se aisló; pero avisó a todas las personas con las que tuvo contacto, que fueron muy pocas. Ninguna dio positivo. Ahí pararon el contagio. Están ahora a la espera de una vacuna, no importa quién la proporcione, porque pueden pagarla y lo harán con gusto.

Los vecinos del condominio gastaron, sumando todos los gastos de pruebas, unos 15,000 soles. 1,500 soles por casa en promedio. Ningún seguro médico privado cubre el gasto. El Estado, de haber llegado, sea por Essalud (al que aportaba el enfermo) o el Ministerio de Salud, solo hubiera hecho una prueba: al que presentaba síntomas; jamás al que repitió la prueba, que hubiera seguido haciendo su vida contagiando a todos a su paso.

Esto se llama rastreo de contactos. Los que tienen los medios económicos lo están haciendo por su cuenta. ¿Funciona? En el estudio de prevalencia del Ministerio de Salud de noviembre el 40% de Lima estaba infectada. Pero hay diferencias por nivel socio económico. En el A, la prevalencia es de 13%. En el C/D es de 50%.  Hay otros factores, por cierto: número de habitantes por vivienda, trabajo remoto, acceso a refrigeración, uso de transporte público, acceso a delivery, vivienda ventilada y acceso a áreas al aire libre. Pero sin rastreo de contactos, esos factores no son suficientes para detener la enfermedad una vez que entra.

La política pública del Ministerio de Salud es no hacer rastreo de contactos. Sin pruebas moleculares es imposible hacerlo. Se prefirió la prueba rápida que detecta anticuerpos (la enfermedad ya pasó) y no la molecular que detecta el virus cuando está contagiando. Se alegó escasez mundial y escasez de laboratorios. Eso era entendible en marzo del año pasado. Hoy, es un crimen. Peor aún saber que uno de los equipos de investigación de la Universidad Cayetano Heredia tiene lista una prueba molecular rápida, barata y de fácil procesamiento. ¿Por qué no se esta usando? Por innumerables trabas burocráticas puestas por el propio Estado.

El contagio no se corta apretujando a los más pobres en el transporte público, con toques de queda cada vez más extensos y con menos horas para transportar a los que tienen que salir a trabajar. Tampoco aglomerando el sábado en los mercados, o en las colas para el bono mientras se prohíbe el domingo. Menos prohibiendo el auto particular. Medidas de probado fracaso en el Perú durante el 2020. Ahí están las cifras del desastre: ¿por qué las repiten?

Como se ha dicho muchas veces, esta es una tormenta, pero no todos estamos en el mismo barco. Unos viajan en transatlántico y otros en chalana. Es el Estado el que tiene que poner un piso común, hacia arriba por supuesto, y garantizar que la experiencia de ese condominio sea la de cada uno de los barrios de nuestro país. ¿Se puede pensar con sensatez por una vez?

Columna publicada el domingo 17 de enero del año 2021 en el diario La República

 

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