Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

12 Agosto, 2020

La mala convivencia

Foto: La República

La censura al gabinete Cateriano marca un punto de quiebre en la extensa y pésima relación Ejecutivo – Legislativo. La esperanza es que este sea su punto más bajo. La realidad es que las esperanzas de que así sea son pocas. Por el momento, los dedos acusadores apuntarán hacia Pedro Cateriano y habrán excusas por doquier para culparlo de lo que fuera y urgir a “voltear la página”. Pero, en pocos días, desaparecido el personaje, ambos poderes del Estado tendrán que seguir conviviendo por 11 meses más.

A los que les sorprende que Pedro Cateriano sea liberal habría que decirles que siempre lo ha sido. Desde el ADU en la PUCP, en los días de La Prensa, en su paso como diputado en el Fredemo, en su viceministerio en justicia, en su ministerio en defensa o en su capacidad de presidente del consejo de ministros. Nunca ha sido otra cosa que un político liberal. Entiéndase liberal en esta combinación, lamentablemente tan escasa en el Perú, de defensa del estado de derecho y de todos (no algunos) los derechos fundamentales, en donde democracia se combina con libertades económicas y libre mercado.  En la política peruana abundan los que quieren mercado sin democracia o democracia sin mercado. Es evidente que una figura como la de Cateriano incomoda, más aún, si esos principios no son transables, como creyó el Presidente del Congreso. Y también es evidente, para cualquiera que conozca la escena liberal mundial, que sus ideas no son “limeñas” o “centralistas”. Un poquito de crédito al liberalismo, por favor.

Este mismo Congreso le dio 88 votos de apoyo al Gabinete Zevallos el 28 de mayo pasado. Con casi 8 meses de gestión y 2 meses y medio de cuarentena, había mucho que criticar a una gestión que fracasó en la atención de la pandemia (somos, proporcionalmente a nuestra población, el país con más muertos del mundo) y que destrozó la economía. Ese gabinete, fue respaldado.  ¿Qué le faltó a Cateriano para ser celebrado como Zevallos? La respuesta no está en sus ideas, ni en su discurso o en sus gestiones para recibir apoyo o las fotos que se tomó. Tampoco en la labor que desplegó en apenas 20 días (sincerar cifras, atender Arequipa, abrir la contratación de médicos, arreglar en Espinar) y menos en su relación con Vizcarra.

Como decía el difunto, “en política no se puede ser ingenuo”. A Cateriano le ofrecieron y le mintieron. Le exigieron y se negó al chantaje. ¿Por qué? El negocio, antes que la candidatura sin lugar a dudas. Pero, ¿Hay más? Juzgando los hechos posteriores, no hay duda. Una alharaca de tendencias en redes pidiendo la vacancia y un congresista que no tuvo reparos en contarlo no basta, pero sobran para sospechar. Añadan el control de las cúpulas partidarias en las próximas elecciones y el combo regalo de dinero ajeno con “devoluciones” de fondos de pensiones privados o públicos, para que entiendan en qué juego anda el Congreso y los que están detrás de éste.

Han volado para pedirle al recién juramentado General Walter Martos para que vaya al Congreso el martes con casi el íntegro del gabinete censurado.  Se van a deshacer en elogios y va a sacar una votación mayor a cien votos. Nada de amanecidas. “Todo fue culpa del otro, sólo de él” dirán los convivientes para hacerse creer que no pasó nada cuando todos saben que aquí siguen pasando todo.

El Congreso sabe que vacar a Martín Vizcarra por jugar tenis con tres funcionarios públicos es insostenible. Pero, con una bajada inevitable en las encuestas y algún escandalete a fabricar, todo es posible.  Como es posible una censura exprés al Ministro de Educación y, tal vez, a la de Economía para lograr, por la puerta chica lo que no sacaron por la amenaza grande.

Columna publicada en el diario La República el domingo 9 de agosto del año 2020

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