Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

4 Noviembre, 2019

¿Cómo elegir un congresista?

Lo primero que hay que saber es cuál es la función de un congresista. Un congresista no te va a dar trabajo, ni un hospital, ni una escuela, ni un programa de becas, ni va a invertir en ciencia y tecnología. Tampoco te va a poner agua y desagüe. Menos va a juzgar a los corruptos, ni tampoco “interceder” en tu juicio. No puede subir la RMV y tampoco tu pensión. Si te ofrece cualquiera de estas cosas descártalo. En el mejor de los casos no sabe cuál es su trabajo, en el peor, te está mintiendo descaradamente. Cualquiera sea la razón, no te sirve.

¿Qué hace un congresista? Legisla. ¿Sabe hacer leyes o necesita asesores que se las hagan? Porque si necesita asesores para hacer lo que tiene que hacer, ¿por qué no votamos por los asesores? No tiene que ser abogado, pero un mínimo de formación jurídica es indispensable. ¿Sabe que es un tributo? ¿Sabe cuál es la jerarquía de las normas? ¿Sabe que no puede legislar sobre ciertas materias (aranceles, por ejemplo)? ¿Sabe que no tiene iniciativa de gasto?

Lo segundo, ¿cuál es su agenda política? Los lobos solitarios pueden ser muy competentes pero el Congreso es un espacio de consenso entre grupos. Si votas por un independiente con grandes proyectos legislativos en los que crees, pero va en un grupo que no lo apoya, estás perdiendo tu voto. La agenda del candidato y la del grupo deben coincidir. Por ejemplo, si usted está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo o la abolición de la inmunidad parlamentaria, y quiere esa reforma, necesita dos cosas: el candidato y el partido. Las agendas deben estar en armonía. Si no lo están, busque uno que sí las ofrezca en cualquier tema que sea de su interés.

Lo tercero, haga su propia agenda política como elector. ¿Quiere que se preserve el sistema económico de libre iniciativa privada o quiere que se estaticen las empresas? ¿Quiere que suban los impuestos o que bajen? ¿Quiere mayor rigidez laboral o que se pueda contratar y despedir libremente? ¿Está en contra o a favor de la minería? ¿Cómo quiere que sea la reforma política? ¿Una o dos cámaras? Todo eso, sí pasa por el legislador. Haga su propia lista de tareas posibles y compárela con los partidos y candidatos que la ofrezcan. Ante la carencia de la oferta, construya su propia demanda.

Cuarto, averigüe sobre la integridad del candidato. Un incompetente mediocre puede ser legislador porque, en esencia, solo tiene que saber machucar tres botones: verde, amarillo o rojo. Pero, ¿si vende su voto?, ¿si trafica influencias? ¿Si ésta ahí para hacer daño o para enriquecerse a costa del poder que se le otorga? ¿Para tapar corruptos con beneficio de antejuicio? Nadie puede ver el futuro y nadie puede ser culpado por elegir a un sinvergüenza que se tituló de tal durante el cargo. Pero todos podemos observar el pasado y sobre ese pasado hacer un juicio de valor. ¿Por qué una persona que dice ser honrada y parece competente quiere ser congresista? ¿Es porque no consigue trabajo bien remunerado en el sector privado? ¿Por qué su empresa quebró? ¿Está huyendo de un delito? ¿Defiende los intereses económicos mercantilistas de un grupo que renta del Estado? Ninguno de esos candidatos sirve.

Si no puede encontrar un justo en Sodoma, tiene una última tarea. Asegúrese que los peores no entren. No le dé el voto a los partidos que los llevan, bajo ninguna circunstancia.

Columna publicada el domingo 3 de noviembre del 2019 en el diario La República

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