Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

24 Marzo, 2019

Un añito

Un añito

Al cumplirse un año de la presidencia de Martín Vizcarra, una característica de su manejo político se dibuja con mayor nitidez: frena y acelera o acelera y frena una y otra vez. Como chófer de combi con vuelta atrasada, cobrador que no colabora mucho, dateros buenos, malos y pésimos, mientras que los pasajeros exigen velocidad a gritos.

Hace un año Vizcarra comenzó con el pie en el freno sin siquiera haber salido a la ruta. El origen conspirativo de su presidencia (su negativa a renunciar se justificó en no entregar el gobierno al fujimorismo), lo hipotecaba de entrada con Keiko Fujimori. Al menos ella así lo creía e intentó hacer valer su dominio en dos reuniones secretas. En marzo, abril y mayo, Vizcarra iba despacito y frena que te frena. Promulgando leyes que habían sido observadas por su antecesor, en Palacio y con Galarreta al lado. Y en compañía de un Primer Ministro al cual ese papel le encantaba.

Para fines de junio todo comienza a cambiar. La acelerada de julio fue colosal. El escándalo de los jueces corruptos hizo que Vizcarra convocara a legislatura extraordinaria y no parara hasta la destitución del CNM. Para 28 de julio el discurso fue otro. De la alianza táctica con el fujimorismo no quedaba nada. De agosto a octubre la pelea fue por aprobar las reformas constitucionales en un Congreso que hizo todo lo posible por destruirlas (con gran responsabilidad en masacrar la bicameralidad). Consumió al gobierno, pero cosechó un extraordinario respaldo en diciembre. Los resultados fueron plebiscitarios para Vizcarra. Fierro a fondo.

Sin embargo, el verano ha sido frenazo tras frenazo. Es evidente que la próxima conclusión del caso Odebrecht ha puesto a los imputados a la defensiva y le han cerrado el paso a Vizcarra una y otra vez. Las normas de la reforma de justicia no se aprueban, Alan García lo insulta todos los días, Chavarry sigue siendo fiscal supremo y fujimorismo y aprismo le acaban de interpelar a su Ministro de Justicia antes que su nuevo Primer Ministro sea investido. La única buena noticia es que el Ministro Zevallos no cayó en la trampa de decir algo indebido y toda la maniobra para traer abajo el acuerdo con Odebrecht quedó expuesta con tal escándalo que, para el viernes pasado, no había ni siquiera quorum para concluir la interpelación.

El cambio a Del Solar, el segundo Presidente del Consejo de Ministros de la gestión Vizcarra, parecía un cambio para pisar el acelerador. Las pésimas gestiones en el oleoducto (sin bombear 90 días destruido y capturado), Las Bambas (extorsión a la empresa y captura de la carretera) y la huelga de transportistas (liquidada en rendición total del Ejecutivo) mostraba que los problemas ya saltan aquí y allá sin solución oportuna.

Sin embargo, Del Solar no parece ser el hombre que pisa fuerte. Ni siquiera el cobrador que dirige al chofer para sacarlo de un bache. Regresamos al mismo discurso del “dialogo”, del “consenso” y del “debate nacional” mientras que todo el Perú quiere ver a alguien que gobierne. Es decir, alguien que fije posición, que arriesgue decisiones que pueden ser costosas, pero que lidere y ejecute. Hoy la combi esta parada mientras que el chofer debate con los pasajeros cual puede ser la mejor ruta.

A Vizcarra le fue muy bien cuando ejerció el mando con autoridad y la impuso por el bien común. Ahí aceleró porque conectó con las aspiraciones de su pueblo. Su tibia reacción y la de su Primer Ministro a la propuesta de reforma política es lo más decepcionante que hemos visto en estos días. Si sigue así, la combi no va a frenar. Se va a estrellar.

Columna publicada el domingo 24 de marzo del 2019 en el diario La República

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