Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

22 Abril, 2018

La memoria del miedo

La excarcelación de Osmar Morote y Margot Liendo, miembros de la cúpula dirigente de Sendero Luminoso, puede terminar este mismo año si el caso Tarata se falla en julio. Sin embargo, con 48 meses de prisión de preventiva (la máxima es de 36 meses) no se podía mantener dentro de prisión a personas que habían cumplido, antes de iniciarse esta nueva prisión preventiva, sus 25 años de condena. ¿Fue una sorpresa su arresto domiciliario? Para el público, sí. Sorpresa y natural indignación. Incluso un miedo tenue, que es más recuerdo de las cicatrices que dejó, regresa al ver las imágenes de quienes fueron los principales responsables de nuestro holocausto andino.

¿Sorpresa para las autoridades? Ninguna. Poder Judicial, Ministerio Público y Procuraduría Antiterrorismo (que pertenece al Ministerio de Justicia) sabían que esto iba a pasar. Lo sabían desde hace un año cuando se cumplió el plazo de 36 meses de prisión preventiva y los terroristas y sus abogados empezaron a demandar la excarcelación que, por ley, correspondía. ¿Por qué no hicieron nada? ¿Por qué hoy se arriman unos a otros la responsabilidad cuando esta es de todos? Y lo que es peor, ¿por qué no hacen algo para solucionar el problema?

No hay plazo que no se cumpla. Si hoy pensamos en los próximos 25 años parece mucho tiempo. Pero si hoy pensamos en los últimos 25 años los vemos pasar muy rápido. Los terroristas, en su mayoría, entraron muy jóvenes a las cárceles. Sus condiciones de vida no han sido malas y la mayoría ha sobrevivido a afecciones y enfermedades. El paso del tiempo crea siempre efectos jurídicos. Cualquier operador del sistema judicial lo sabe.

Hace algunos años ya era claro que las penas impuestas a los integrantes del Comité Central de Sendero resultaban insuficientes. No se podía poner pena perpetua a todos (como hicieron en 1992 jueces militares sin rostro en un juzgamiento de emergencia que, sin ninguna garantía del debido proceso, se iba a desplomar en cualquier corte internacional) y tenía que haber una escala de años dependiendo de la responsabilidad y participación. En los nuevos juicios se impusieron cadenas perpetuas a Abimael Guzmán, a Elena Iparraguirre y a unos pocos más. Pero otros, también miembros el Comité Central, obtuvieron penas de 25 a 35 años. Jamás se han arrepentido y son irreductibles. Esos, son los que deben permanecer en la cárcel. De ahí la necesidad de promover nuevos casos que les dupliquen la condena anterior.

¿Por qué no se hizo con la celeridad debida? Porque en el Perú eso es pedir imposibles. Nada aquí llega a tiempo. ¿Se puede revertir esta situación? Si se puede. Si la Sala que ve el caso Tarata se declara en sesión continua y se reúne todos los días (en lugar de una vez por semana como sucede hoy) en dos o tres semanas tienen una sentencia. ¿Qué les impide hacerlo? ¿Qué tienen otros casos y que pueden quebrarse esos procesos? Que escojan un día de la semana y le den una hora de audiencia a cada uno de los otros casos hasta que terminen Tarata. A buen ritmo, en tres semanas concluyen lo que debieron concluir hace años. ¿Imposible? No lo creo. Me cuentan que se ha hecho antes.

Mientras tanto, fujimoristas y aliados aprovechan para la actividad de moda: “terruquear”. Basta con que expliques la ley para que seas rojete, caviar, amigo de los terrucos, terruco y demás denominaciones. La banalización del término “terrorista” corre por cuenta de estos irresponsables. La juventud peruana no ha vivido esos años y puede encontrar hasta gracioso que las autoridades se terruquen las unas a las otras y utilicen como adjetivo descalificador lo que siempre fue sustantivo.

Al terrorista de Sendero Luminoso y del MRTA se le opuso el demócrata. No importa si fuera de derecha, de izquierda o de centro. Si fuera liberal o marxista. Tampoco importó si tenía muchos o pocos muertos. El país se unió, con todas las fuerzas políticas para vencer al terrorismo. ¿Han olvidado las valientes marchas por la paz cuando Sendero decretaba “paro armado” y nadie podía salir de su casa? ¿Han olvidado el doloroso proceso de aprendizaje para las fuerzas policiales y las fuerzas armadas que al inicio no sabían cómo enfrentar esta barbarie y creyeron que con más barbarie se les doblegaría? ¿Nadie recuerda la cantidad de autoridades asesinadas, de todos los poderes del Estado, de todos los niveles de gobierno?

Terruquear a todos los adversarios. ¿Esa es hoy la respuesta democrática al terror? Ningún demócrata puede creer eso. Si el fujimorismo y sus aliados quiere usar la memoria del miedo para ganarse votos, sigan así. El pueblo es el único dueño de la respuesta que merecen en las ánforas. El abuso de sobre simplificaciones pueden entretener a unos cuantos fachistas, que no faltan, pero no son ni remotamente la verdad. La justicia, la libertad, el deseo de prosperar vencieron al terror. El miedo no lo venció. Y aunque su memoria está marcada en nuestras vidas no lo está más en nuestras esperanzas.

Columna publicada el domingo 22 de abril del 2018 en el diario La República

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *