Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

10 Julio, 2017

El rostro que acusa

El viernes pasado terminaba la marcha contra el indulto a Alberto Fujimori y se me ocurrió, a modo de ejemplo, que era bueno que los lectores conocieran el rostro de una de las víctimas de Barrios Altos. Se trata de un niño, Javier Ríos Rojas, asesinado esa espantosa noche de noviembre de 1991.

No suelo usar el facebook pero por ser un texto muy corto escribí esto:

Si hubiera que buscar una sola razón por la que el indulto no procede aquí tienen una.

Javier Ríos Rojas tenía 8 años. Fue asesinado por el Grupo Colina en Barrios Altos junto con su padre. Su madre vio morir a los dos. En total, esa noche fueron acribilladas 16 personas inocentes por “un error de inteligencia”. Varios eran heladeros. Comían juntos en una actividad en el patio cuando las balas los asesinaron. Se culpó a Sendero Luminoso por varios años y luego a un Comando “Paramilitar” llamado “Colina” que fue amnistiado por el Congreso de mayoría fujimorista en 1995. Se necesitó del juicio a Fujimori para conocer que se trató de un Comando Militar, del Ejército Peruano y que sus acciones eran de dominio pleno de Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori. La Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró que toda amnistía o indulto en este caso era nula. Los miembros del Comando y sus mandos fueron sentenciados por este y otros asesinatos.

Javier Ríos Rojas tendría hoy, mas o menos, la edad de Kenji Fujimori”.

Y publique la foto que ustedes pueden ver en facebook. Aquí colocó una de su madre sosteniendo un retrato del mismo niño, pero a menor edad.

Lo que nunca medí fue la reacción. Mas de 1’200,000 personas han sido alcanzadas por este texto. Un grupo minoritario pero beligerante expresó su ira. Su furia y sus mentiras me obligaron a escribir algunos textos breves y complementarios. Sin embargo, lo interesante es tratar de interpretar estas respuestas. Las he agrupado para un mejor análisis.

  1. “¡Quite la foto!”: Este fue una  orden varias veces repetida, incluso por mensajes directos. Y no eran personas preocupadas por el derecho a la intimidad del niño. Yo he conversado hace ya un tiempo con su madre, una mujer que estuvo en silencio, aterrada por años. La foto no circula porque desmorona cualquier historia que pretenda justificar lo que sucedió. El solo hecho de mirar al niño, que podría ser cualquier niño peruano, en cualquier hogar peruano, deja en silencio a los que vociferan las cosas que paso a detallar a continuación. Esta técnica de negación también se practica masivamente por todos aquellos que escriben “¿por qué no investiga a x, y o z?”, como si una cosa fuera incompatible con la otra. Como si fuera necesario borrar al niño con lo que fuera, con otra noticia, otra foto, otra cosa. Como si nunca hubiera nacido.
  2. “Todos eran terroristas”. Una de las tesis favoritas de los pro indulto es una de las mas destructivas argumentaciones para sus propios fines. Justificar el aniquilamiento selectivo sin proceso, por una mera sospecha, es dar prueba plena que no hubo error y que esa era la intención. Un grupo militar (descartada quedó la tesis de un Santiago Martín Rivas que iba por la libre con un grupo de paramilitares vengando la muerte de sus compañeros de armas) concebido jerárquicamente y con planes operativos para matar civiles es inaceptable en cualquier democracia. No es un método antiterrorista en ninguna sociedad civilizada. Lo que se hace con un terrorista es detenerlo y meterlo preso para su proceso y sentencia. Eso hizo la Policía Nacional con Abimael Guzmán y su cúpula.  ¿No tenía, en el peor de los casos, el padre de Javier y sus vecinos el mismo derecho? En el colmo de la crueldad algunos han escrito que el niño de 8 años “se iba a volver terrorista” y¡¡bien matado! Esos comentarios han sido borrados por respeto a mi misma y a la sensibilidad de la mayoría de los lectores. En el supuesto negado de que alguno de los asesinados tuviera vínculo alguno con el terrorismo, nunca lo sabremos. Jamás se les podrá juzgar y por tanto son inocentes. Hay que añadir que muchos años después miembros del Grupo Colina aseguraron que les dieron mal la dirección.
  3. “Daños colaterales”.  Otra de las tesis repetida es que “en toda guerra hay daños colaterales” y que estos se justifican por el bien mayor de la paz y la derrota del terrorismo. Varias cosas que contestar al absurdo. La primera es que en el Perú nunca hubo una guerra. A los que repiten eso hay preguntarles que piensan hacer con la situación jurídica de Abimael Guzmán y sus secuaces en cárcel.  ¿Por qué? Porque si aquí hubo una guerra, ellos son prisioneros de guerra, no delincuentes. Es decir, exactamente la tesis del Movadef. Lo segundo, es que el daño colateral se produce en un enfrentamiento entre dos fuerzas que combaten. ¿Un grupo de heladeros en una pollada es una fuerza de combatientes? Aquí no hubo ningún daño colateral. No hay definición de daño colateral que quepa en los hechos. El daño fue frontal, se produjo un aniquilamiento premeditado. Y lo tercero, que fácil es decir “daño colateral” cuando no es tu hijo ¿verdad?
  4. “No hay pruebas”. El problema de que no quieran verlas (no quieren verle ni el rostro al niño) no quiere decir que en el juicio a Fujimori no se probará su participación. Una prueba importante – entre muchas  otras- fue el testimonio de Santiago Martín Rivas (grabado en video y, por tanto, documento) sobre su  encuentro con Alberto Fujimori en Palacio de Gobierno para discutir un Manual de Operaciones. Todos tenemos derecho a tener dudas sobre el grado de participación de un Presidente en hechos terribles – yo misma las he tenido – pero para eso sirve un juicio. El proceso va arrojando información nueva y sobretodo, sistematizada, la que, puesta junta, reveló con claridad una cadena de mando que no se detenía en Vladimiro Montesinos.
  5. “Usted es una #$%&/!!!.”. La descalificación personal es algo a lo que estoy acostumbrada. Pero esta furia masiva significa que toque una fibra que a mucha gente no le gusta que le toquen. Me consta que vivimos hoy en un país mejor que en 1990. A mi edad, no me lo tienen que contar. Pero nadie va a juicio por sus buenas obras. Nadie paga sus delitos compensándolos con otras buenas acciones. Así no funciona la justicia y no puede funcionar cuando hay deudos que han luchado por décadas por saber siquiera la verdad.

En un país en el que hay muy poca justicia, Javier Ríos Rojas, el niño 8 años que nunca crecerá, la obtuvo. Su muerte fue castigada con 25 años de condena para un ex Presidente. Yo sólo narró los hechos.

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