Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

24 abril, 2017

Sexo, genéro y otras hierbas (para dummies)

Hace meses que se discute en el país alrededor de la palabra «genero» sin que siquiera exista un consenso sobre que es lo que se discute. Grupos evangélicos – y algunos católicos – sumados a otros de pensamiento totalitario alertan de una supuesta «ideología de género», promovida por la izquierda, que nos va a «convertir» en homosexuales. Nada más absurdo, pero puede resultar aterrador, si es que no se tiene un mínimo de conocimiento.

Vamos por partes, porque el asunto puede entenderse si se explica de la manera mas simple.

¿Que es sexo? Además de la acepción de acto sexual, la palabra sexo se usa para establecer la carga biológica que cada uno tiene. En nuestra naturaleza, femenino o masculino. Así nacemos, con la herencia genética que nos dan nuestros padres y ancestros.

¿Que es género? Es la construcción cultural de nuestra sexualidad. Nadie nace sabiendo que sólo las mujeres usan falda ni que el celeste es para hombres. Estas costumbres influyen poderosamente en la forma en que nos comportamos respecto a lo que percibimos como masculino o femenino y lo que sentimos frente a las personas de nuestro sexo o del sexo opuesto. Nuestras relaciones sociales están marcadas por la costumbre y son, por tanto, construcciones sociales.

¿Biología versus cultura? Ese es el centro del debate. En los extremos aquellos que niegan la cultura sostienen que sólo el sexo biológico determina el comportamiento sexual y, del  otro, los que afirman que solo la cultura importa en la conducta sexual humana. Parece evidente que ambos están errados.

En el medio los que afirman que hay un 50/50 de ambos y a los lados los que no niegan ni la biología ni la cultura, pero le dan más peso a una u a otra.

¿Quién tiene la razón? La ciencia no ha podido determinarlo. Por razones empíricas es evidente que somos hechos de herencia genética y de nuestra cultura, sobretodo en la crianza de nuestros primeros años de vida. Discutir el porcentaje, la verdad, puede ser un ejercicio académico pero no veo la utilidad de convertir esto en un apasionada bronca. Si no es 50/50, ¿es 80/20? ¿70/30? Para todo efecto práctico, ¡que más da!

Todos tenemos sexo y todos tenemos género. No es difícil de entender. Cada cierto tiempo, las costumbres cambian y eso cambia nuestra percepción de la sexualidad.  Por ejemplo, lo que mostramos o no mostramos al vestir es parte de un consenso social sobre lo que es socialmente tolerado. ¿Ese consenso cambia? Todo el tiempo. Si se compara un día de playa en Lima hace 100 años versus un día de playa hoy, nuestros antepasados hubieran encontrado intolerable la cantidad de piel expuesta de nuestros días. Por eso, la herencia genética no muta (al menos no en pocas generaciones), pero la construcción cultural, si y a toda velocidad en este siglo.

Tomemos otro ejemplo. La ciencia aún no tiene una respuesta definitiva sobre el origen de la homosexualidad. Algunos creen que es genética y que se presenta en familias donde en generaciones previas ha existido, aunque hubiera estado oculta. Un argumento a favor de la carga genética es que nadie escoge ser homosexual, menos si culturalmente estas condicionado a no serlo y sufrirás humillaciones y discriminación. Otros, consideran que la homosexualidad se define luego del nacimiento, sobretodo en el primer año de vida. Lo que es cierto es que la homosexualidad es minoritaria pero no por ello constituye una «anormalidad». En el campo biológico otras especies de mamíferos también presentan la misma conducta. Un porcentaje minoritario de animales no es apto para el sexo reproductivo pero busca a los del mismo sexo. Cualquiera que ha trabajado en el campo lo sabe.

Lo cierto es nadie puede «convertir» a otro en materia sexual. Las pulsiones, el deseo, es intimo e individual. Provienen de la genética pero cada uno se construye sobre la base de miles de mensajes que recibe durante su desarrollo. Negar eso, es negar la vida misma.

¿Que aterra a estos grupos vociferantes? Una teoría de la conspiración que han llamado «ideología de género» a la que adscriben a todo aquel que defiende derechos de las minorías mas castigadas por la violencia al prójimo. Violencia que se define por las orientaciones sexuales de esas minorías y que es inaceptable en una sociedad democrática.

Según estos negacionistas de lo cultural, hay un grupo de conspiradores en cada país que niegan la herencia genética y que buscan imponer construcciones sociales «aberrantes» porque no son «normales» y con esto «destruir a la familia». Todo esto es falso. Lo que si existe es el deseo de muchas personas que viven en la marginalidad de ser reconocidos por todos tal como son, sin ocultarse ni avergonzarse.

Los estudios de género han permitido ese reconocimiento,  al hacer visibles a seres invisibilizados por la represión social o la del mismo Estado. Estas personas existen y tienen derechos ciudadanos, como por ejemplo, el no ser discriminados. Eso es todo. Y viniendo de la oscuridad de donde venimos, puede ser mucho, es verdad. Pero el camino de la acogida, de la integración de todo ciudadano como sujeto de derechos y obligaciones, ya esta en marcha.  Mujeres, comunidad LGTB, afro descendientes, comunidades rurales amazónicas o andinas, niños y discapacitados son las poblaciones vulnerables que el Estado no puede olvidar. Por eso debemos denunciar todo retroceso a las épocas oscuras de su marginalidad y celebrar cada triunfo en el derrumbe de estereotipos y estigmas.

Reconocer que la cultura puede imponer conductas discriminantes que aceptamos como normales, y denunciaras, es un triunfo de la libertad. Es romper cadenas que han impedido, último ejemplo, a las mujeres, víctimas del machismo, acceder a educación, salud, trabajo e independencia económica. No poder hacer esto o aquello porque «una mujer no debe …» o recibir una golpiza, sin mas razón que un determinismo biológico, ha presentado desafíos largamente superados en el siglo XX.  Y vendrán otros que hay que trabajar con igual firmeza. Eso no es «ideología» de nada. Es victoria de la ciudadanía, de la libertad y de la República sobre conductas impuestas que no pueden volver a repetirse.

 

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