Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

19 Febrero, 2017

Desde el otro lado del mundo

Mi columna semanal para La República me encuentra muy lejos de Lima. Estoy en Singapur y es inevitable sentirme, por unos días, alejada de la noticia local y fascinada por esta isla, ciudad y Estado a la vez, que ocupa un área similar a la provincia de Lima.

Singapur es un puerto sobre cualquier otra actividad. Colonia británica, invadida por Japón en la Segunda Guerra Mundial, se independizó en 1963 de los ingleses y en 1965 de Malasia. Cincuenta años más tarde es una potencia mundial en comercio, turismo, manufacturas electrónicas, servicios financieros y medicina. La ciudad ha ganado terreno al mar y su arquitectura de vanguardia, así como sus impecables espacios públicos, hacen que la calidad de vida aquí sea una de las más gratas de Asia.

Cinco millones de habitantes (la mayoría de origen chino) conviven en una inusual mezcla de integración étnica y cultural que transcurre en total armonía. Chinos, indios, malayos. El budismo, el islam y los cristianos sin confrontación alguna, cada uno orgulloso de aportar su legado. La educación se imparte en inglés, como lengua unificadora que refleja el espíritu de apertura al mundo de este país. Sin globalización las actividades comerciales que pasan por el puerto de Singapur colapsarían. Es, debido a ella, que el país ha logrado tener uno de los ingresos per cápita más altos de la región. Hay que añadir que la gente es amable, abierta y colaboradora con el visitante.

Sin embargo, la democracia aquí es, por decirlo de alguna manera, parcial. Existe un gobierno parlamentario que copia el modelo británico. Sin embargo, desde la independencia de Signapur un solo partido – Acción Popular – ha gobernado. La libertad de expresión es restringida y la profusa regulación se cumple y se hace cumplir con dureza. No hay paraíso perfecto y en materia democrática este no lo es. Libre mercado con derechos restringidos no es la combinación deseada por mí, aunque sí añorada por muchos peruanos de talante autoritario.

Me advirtieron que no trajera chicle. El problema no es mascarlo. El delito es tirarlo al suelo. No menos de 500 dólares de multa y el susto de tu vida te esperan porque, incluso, hay cárcel ¿Por qué la aversión al chicle? Porque se estudió el costo de limpiarlo y se determinó que ese costo debía trasladarse al que ensucia, de cualquier forma, un espacio público. Aquí no hay barandas o bancas con ralladuras y los baños públicos son impecables. Parecen inaugurados hoy. Sin embargo, siendo una de las ciudades más seguras del mundo no he visto un policía multando o persiguiendo a nadie. Las normas ya son parte esencial de la cultura y nadie se atreve a vulnerarlas. ¿El resultado? Los espacios verdes más hermosos que se puedan encontrar. Un jardín botánico de clase mundial y unos jardines gigantescos ganados al mar con dos domos para exposiciones con temperatura controlada (uno ésta dedicado a la selva tropical) y unas estructuras gigantes que imitan árboles que en las noches ofrecen un espectáculo de luces. Todo esto frente a un trio de edificios monumentales (alojan hotel, casino y centros comerciales) unidos por el techo a una estructura que asemeja un barco. La arquitectura de esta tierra es una atracción por si sola. Y deja al visitante sin aliento por el vértigo que producen sus alturas.

La regulación del transporte es un modelo muy interesante para Lima. Singapur cuenta con metro subterráneo de vanguardia; se dice que el más limpio del mundo. El transporte público es rápido y económico. Por el contrario, el transporte particular ésta severamente gravado. El impuesto a la compra de un carro puede valer lo mismo que el carro y la tarjeta de circulación (un permiso de 10 años) se subasta cuando se retiran de circulación el mismo número de vehículos. Uno de estos permisos puede costar 50,000 dólares. Pero esto no es todo. La ciudad ésta llena de peajes electrónicos que cobran automáticamente al pasar un auto por determinadas avenidas. ¿El resultado? Un masivo uso del transporte público y un tránsito muy fluido. ¿Cómo lograron esto? Primero, construyeron el sistema de transporte público y luego gravaron el privado. Y aquí las normas se cumplen con una autoridad que no hace excepciones.

Comentamos aquí con un grupo de latinos que nuestros países no se quedan por normas. Lo que no tenemos es respeto a la autoridad que las debe hacer cumplir y la mayoría de las veces ni siquiera autoridad que las haga cumplir. Esa diferencia nos hace países alejados de la civilización.

La integración del Pacífico es todavía una tarea pendiente para el APEC. Me tomó 28 horas de vuelo llegar. Lima – Los Ángeles – Seúl – Singapur y me costará lo mismo volver. Si miran el mapamundi, Singapur está apenas encima de la línea ecuatorial. Si existiera un vuelo transpacífico Lima – Singapur no demoraría más de 14 horas. Pero ese vuelo no existe. ¿Por qué? Porque seguimos sin mirar al Pacífico y tenemos ojos solo para el norte y el Atlántico. Ahora que la administración Trump quiere volver al proteccionismo, aquí está el libre mercado que el Perú necesita. La integración con el Pacífico, en todos sus niveles, es una oportunidad urgente.

Publicado en el Diario La República el domingo 19 de febrero del 2017

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