Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

6 Noviembre, 2016

Los niños de profundos ojos negros

“Roba pero hace obra”. Bajo esta premisa fue elegido Alcalde de Lima, por tercera vez, Luis Castañeda Lossio. Al menos, puede decirse que el voto de más de 50% de limeños, tenía claro como venían las cosas. El estilo parco, autoritario, sin dar ninguna cuenta a nadie, lo conocíamos desde sus inicios. Comunicore nos explicó mejor sus operaciones y sus artilugios para zafarse de un proceso de latrocinio que, pese a todas las maniobras legales, lo compromete moralmente hasta hoy. El “Lentopolitano”, delató su capacidad de alargar y usar obra pública en beneficio propio.

Luego, fuera del poder, supimos de sus venganzas. De las bien armadas campañas de “vaga” e “inepta” contra Villarán para montar una revocatoria que hizo daño, sobre todo, a la ciudad que nunca ha querido. ¿Cómo puede tener cariño por Lima un hombre que ya la ha gobernado por 10 años y la tiene en este miserable estado? Aquí no hay ornato, seguridad, limpieza, cultura, orden o tráfico vivible. El centro, se cae a pedazos. Lo rodean millones de casas sin tarreajear, ni pintar, miles de microbuses caóticos, colas interminables para un Metropolitano que demoró 8 años en hacer y cuyos costos nunca fueron los prometidos. Una ciudad invivible, que trató de ser más amable, más ciudadana, pero que fracasó en el intentó.

Las recientes revelaciones de IDL Reporteros respecto a las mafiosas relaciones del Presidente de OAS (preso en Brasil por corrupto) con el entonces postulante Castañeda el 2014, han coincidido con un hecho trágico. El incendio de las humildes viviendas de madera (pintadas con esos murales artísticos que tanto odia Castañeda y que mando borrar en El Cercado) no le dejo nada a la Comunidad Shipibo-Conibo. Ellos llegaran a Lima hace 16 años (para la marcha de los cuatro suyos) y nunca se fueron. Como millones de limeños, invadieron, esta vez Cantagallo, en el Rímac, y en su pobreza, comenzaron a salir adelante. Nunca perdieron sus costumbres, sus colores y su alegría de vivir. Cuando en el año 2009 Castañeda firmó el Contrato con OAS, para meterle unas millones de toneladas más de cemento a la ciudad en una mega autopista, los ignoró, como ignoró a las cientos de familias a las que pretendía desalojar, sin ley de expropiación, por apenas 5,000 dólares pretendiendo pagarles eso por casas de tres pisos, asentadas por más de 30 años en otras zonas del Rímac.

Cuando Villaran llegó el 2011 estuvo a punto de pedir la nulidad del contrato pero las penalidades impuestas, en un negocio bien amarrado por Castañeda, eran gigantescas. No pudo hacerlo. Sin embargo, había que pensar en la gente (no solo en los autos) y se tuvo que negociar una adenda para pagarle más a la gente del Rímac para que se fuera (se hizo, y la obra recién pudo empezar) y buscar una solución para los Shipibo – Conibo. Esto nos costará más a todos los limeños en años de peaje. Ese desmadre es herencia de Castañeda, de nadie más.

Pero lo peor se ha conocido en las últimas 24 horas. El periodista Daniel Yovera ha descubierto que en octubre del 2014, a fines de la gestión Villarán, se compró el terreno para la mudanza de los Shipibo – Conibo. Lo que el mentiroso e hipócrita del Alcalde no le dijo a los periodistas, mientras todavía transmitían por televisión las imágenes de las casitas humeantes del incendio, era que él YA había pactado la venta de su terreno en marzo del 2015.  Él y solo él, ¡dejó sin terreno a los ciudadanos más pobres y excluidos el país para que su auto se ahorre dos semáforos!

Un by pass, solución vial descartada en el mundo, ejecutada por sus “buenos amigos” de OAS, que hasta ahora nadie sabe cuánto costo. Eso obtuvo Lima. ¿Por ese adefesio fue que valió la pena dejar sin hogar a esos niños, señor Alcalde?

Y los ciudadanos de Lima, ¿hasta cuándo van a seguir respaldando tanta miseria humana? ¿Es que los tienen hipnotizados con unos bloques de cemento? ¿Es que ya no aspiran a una ciudad habitable?

En parte los electores tienen la culpa. También son responsables. Así que no pretendan – como el Alcalde – aliviar su conciencia con colectitas y carpas.  Los profundos ojos negros de los niños Shipibos los miran desde su tristeza. No se los van a sacar de encima hasta que este Alcalde no pague lo que ha hecho.

Columna publicada el domingo 6 de noviembre del 2016 en el diario La República

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