Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

17 Agosto, 2016

Incentivos perversos

Foto EC

Uno

Mañana se presenta el gabinete Zavala ante el Congreso. La exposición del Presidente del Consejo de Ministros durará 1 hora 45 minutos (si no es interrumpido) y se le concederá a cada congresista, individualmente, 5 minutos para hablar. Casi 11 horas debate para el lucimiento de 130 parlamentarios. La decisión de no otorgar tiempos a las bancadas, como sería lo lógico, revela mucho de la atomización del parlamento peruano y de su futuro próximo. Una hora para cada grupo basta y sobra ¿verdad? O si se quiere, dos horas para la mayoría y una hora para cada una de las cinco bancadas restantes, mas que suficiente, las cuales podrían ser asumidas por dos o tres voceros, bien preparados para responder al Ejecutivo.

Pero lo razonable no funciona cuando el incentivo es perverso. ¿Qué quiere el congresista? ¿Qué es lo que mas gratificación le puede dar? ¡Que lo vean! Si sus votantes no lo ven, no puede justificar su existencia parlamentaria, su liderazgo local se verá mellado y sus votantes pensaran “que no hace nada”. Entonces, si o si, tiene que hablar aunque no tenga nada que decir relevante o si quiera coherente con la realidad, su función o la posición de su grupo. ¿Lo escucharan? Probablemente ni los de su propia bancada, pero podrá pedir el video a Oficialía Mayor para colgarlo en su página web y así demostrar “que si trabaja”. Prepárense pues a un aluvión de desatinos personales en 11 horas de transmisión en el canal del Congreso que muy pocos sacrificados vemos. ¿Qué resaltaran los noticieros de las 11 pm? Las broncas, las pullas, los bostezos y con suerte, algo de lo dicho por el Presidente del Consejo de Ministros. El drama sólo cabe si niegan la investidura, cosa que a estas alturas es muy impopular y por tanto improbable.

Dos

Me enteró que la forma mas rápida de lograr un ascenso en la Policía Nacional es por “acción distinguida”. Esta se define por un enfrentamiento armado con delincuentes a los que se logra vencer, reduciéndolos o abatiéndolos con gran riesgo de vida. Matar delincuentes armados enfrentrando a la policía es un riesgo del oficio y enhorabuena que ese riesgo sea reconocido a quienes exponen la vida por nosotros. Hasta ahí, el incentivo parece correcto. Un héroe, merece un reconocimiento.

El problema es que en instituciones jerarquizadas donde el ascenso lo es todo, la necesidad de ascender a cualquier costo termina generando un incentivo perverso. La amplias investigaciones sobre escuadrones de la muerte en la Policía Nacional que vienen realizando Inspectoría de la institución, la fiscalía y la prensa apuntan a que no se trata de policías vengadores de delincuentes impunes. Nada de eso. Se trata de montar una farsa de “acción distinguida” para lograr un ascenso. Si en el camino mueren culpables o inocentes nadie lo podrá saber jamás porque nunca serán juzgados en un juicio justo.

Es de espanto, pero parece ser cierto. Las pericias ordenadas por fiscalía de Chincha, por ejemplo, que me enseñó la periodista Doris Aguirre de La República demuestran que los presuntos delincuentes nunca dispararon en algunos de los casos – hasta ahora – 6 casos investigados. Las pruebas de absorción salen negativas. Las necropsias indican disparos al cráneo de arriba hacia abajo a menos de 50 centímetros y en otros casos, palmas de las manos con disparos. Un juicio determinará que pasó pero, por ahora, no queda otra que suspender la acción distinguida como motivo de automático ascenso. Esto no puede volver a suceder.

Tres

Me contaron, hace mas de dos décadas en Ciudad de México, que ante la desesperación de las autoridades por la mala costumbre de dejar los autos mal cuadrados, a un funcionario se le ocurrió la brillante idea de dar un incentivo económico a toda grúa que libremente llevará un carro al deposito estatal. Nunca he podido corroborar si la historia es cierta o no. Lo que me contaron, es fácil de imaginar,  es que los carros los sacaban  hasta de las cocheras con tal de recibir el dinero en la puerta del depósito. El incentivo era completamente perverso y tuvo que ser anulado de inmediato.

Algo así pasa con la SUNAT. El empeño que pone el funcionario en encontrarte lo que sea, para poder acotar lo que fuera, no es gratuito. Existe, como secreto a voces, un programa de bonificaciones por mayor recaudación que es una pesadilla para el empresario formal. El funcionario de recaudación tributaria debe estar bien pagado, pero su éxito económico no puede depender de acogotar al contribuyente. Lo que es peor. Una vez que el contribuyente gana en el Tribunal Fiscal, máxima autoridad administrativa en materia tributaria, se permite que SUNAT, el órgano de rango inferior, inicie una interminable acción contenciosa administrativa contra el contribuyente en el Poder Judicial para no ponerle fin nunca a la contigencia tributaria y simular que tiene millones por cobrar, confundiendo además a la opinión pública.

La acción contenciosa administrativa es un derecho del administrado, no de la administración. Menos de un inferior jerarquico que litiga contra la resolución de su propio Tribunal superior. Es como si un juez de primera instancia litigiue contra la Corte Superior porque no le gustó que no compartiera su criterio.  ¿Puede haber algo mas disparatado? Pues eso sucede hoy.

Este es el disparate al que miles de contribuyentes están expuestos. ¿Por un exceso de celo de la SUNAT? No. ¡Por unas bonificaciones!

¿No es hora de acabar con este incentivo perverso?

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