Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

31 Julio, 2016

Sombríos presagios parlamentarios

Los días de fiesta inaugural, suele ocurrir, están llenos de buenos presagios. Que se concreten o no, a la larga, es otra cosa. Leer antiguos discursos presidenciales deja ese sabor extraño, a lo que pudo ser y no fue; a lo que fue urgente y ya no lo es; a lo que era prioridad nacional y dejó de serlo. Se convierten en pocas décadas en piezas de estudio de la historia política del Perú. Para más, no sirven.

Sin embargo, los días de fiestas también traen oscuras sombras. La vida, que también es drama, no puede ignorarlas. Las sombras en el Perú han venido envueltas en palabras como analfabetismo, miseria, caudillismo, terrorismo, hiperinflación, desempleo, escasez, depresión, dictadura, pobreza. De esas tristezas conocemos los peruanos adultos. Parece que la juventud – que vio a sus padres salir de la miseria, de la pobreza o entrar a la clase media – no las recuerda. Hoy las palabras feas son discriminación, corrupción, inseguridad en la calles.

A pesar de todo, dé esas sombras se puede escapar. La sobrevivencia de esta república lo ha probado una y otra vez. Pero, de lo que no se puede escapar, es del curso de la historia cuando los actores principales marcan el terreno de forma tan clara. En este quinquenio, tarde o temprano, tendremos una crisis política de gran proporción. Vista la conducta de los 73 congresistas del fujimorismo durante el mensaje presidencial, sus comentarios posteriores y el mensaje al país de la candidata perdedora no veo calidades humanas ni intelectuales para un clima de cooperación. Por ello presumo que la confrontación será mucho más temprano que tarde.

La confrontación se ve animada en el fujimorismo por varios factores. El primero, la falta de grandeza de Fujimori en reconocer su derrota. Sus allegados – y ella, en privado – insisten en que les robaron la elección sin admitir que perdieron por sus propios errores, como suele ser regla casi invariable. El segundo, el anonimato parlamentario. 73 congresistas son muchos para necesitar de muchos voceros o líderes. Si con la treintena saliente es probable que el lector más informado no pueda nombrar ni a la mitad, con más de setenta usted conocerá cuando sumo a los de su región, a los más antiguos y a alguno que este en el escándalo de turno. Eso les permite actuar sin más control que el de la líder sobre una masa desconocida y  con inmunidad.

¿Quiénes son los “famosos”? Los congresistas Becerril, Tubino y Chacón (conocidos por su verbo hostil); Kenyi Fujimori (cuya especialidad no es el verbo); Galarreta y Alcorta, reclutados de otras tiendas, que militan en la fe del converso. Luz Salgado y pare de contar.

Para el resto de los ignotos quedan dos caminos. Abrirse un espacio propio o callar, obedecer y agradecer por haberse sacado la lotería electoral con sueldo asegurado por cinco años. Presumo que el segundo camino, el que más conviene a Fujimori, será el más popular en la esperanza de ganarse un boleto para la próxima vez. Un ejército robotizado al que le dicen “no se aplaude” y no aplaude. “Se arenga al partido perdedor” y  con sumisión, cumple. Ese fue el espectáculo que las cámaras de televisión nos transmitieron plenamente el 28 de julio. Un montaje que se alinea  con el mensaje televisivo de Keiko Fujimori, esa misma mañana, que puede resumirse, como en la monarquía absoluta, en  “el Congreso soy yo”.

Fernando Zavala, Presidente del Consejo de Ministros, no la tiene nada fácil. Le darán los votos justos, ni uno más, ni uno menos, para lograr la investidura. Con eso, salva su gabinete. Pero, ¿facultades legislativas? Lo dudo. Lo humillaran durante horas, de todas las formas posibles.  Su único camino será hacer cuestión de confianza sobre las facultades. Una movida que puede ser negada para dejarle ver a Kuczynski quien manda aquí, sin que importe la impopularidad del Congreso empezando con un gabinete censurado y un Ministro apreciado fuera de juego, antes de empezar el partido y con las huestes todavía indivisas y leales.

La ira y el despecho no son buenas consejeras pero son las que gobiernan hoy a Keiko Fujimori.  Su video lo hace ver con toda claridad.  De la dulce hija de Alberto Fujimoro, ya  no queda nada. La campaña se la devoró y dejó desnuda a la verdadera. Ni todos los esfuerzos conciliatorios de Luz Salgado podrán contra ella.

Columna publicada el Domingo 31 de julio del 2016 en el Diario La República

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *