Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

10 Febrero, 2016

Alfredo Barnechea en trazos sueltos

Alfredo Barnechea remataba una columna suya en 1992, dedicada a los 80 años del Presidente Fernando Belaúnde, de esta forma:

(Belaúnde) “… Es el representante de un país, que a veces parece extinto, pero entre cuyas leyendas patrióticas crecimos. Un hombre que ennobleció el oficio de la política y que enseñó que esta sólo debe hacerse con el pueblo. Que mostró que era éste, y no el Estado, quien hacia la historia a través de la cooperación popular. Que insistió en que había que asimilar el progreso técnico a las formas tradicionales y mestizas del país. Que abrió ese progreso a una zona enorme del país. Que no siente de verdad otra cultura que no sea la del Perú y sus viajeros, cuya memoria está imantada por el paisaje de la patria. Que la ha amado como pocos, y que por eso confundió su destino con el del Perú y que, al hacerlo, “no se arrodilló nunca a recoger el oro que tenía a sus pies” ….”.

Se verá entonces que su simpatía por el fallecido Presidente no es oportunista, a pesar de haber sido uno de sus críticos durante su segundo gobierno. Su acercamiento a Acción Popular – que lo nombró candidato en una elección primaria recién el 20 de diciembre del año pasado – no obedece a una mera casualidad. Barnechea es, como lo fue Haya de la Torre, o el mismo Belaúnde, un político que cree en el cierto tipo de Estado, que hoy puede estar pasado de moda, pero que siempre es atractivo para los marginados: el Estado de bienestar.

Barnechea puede ser un liberal en materia de derechos humanos, creyente convencido de la autonomía de la voluntad y del Estado laico, pero en materia económica es un socialdemócrata y si de algo ha escrito decenas de columnas – en contra – es de lo que él llama el “neoliberalismo”. Cree firmemente en un Estado grande que se reserve el derecho de manejar recursos naturales, subsidie fuerte en educación, salud, vivienda e infraestructura y que alivie de carga impositiva a las clases medias. Ese es, en un párrafo, la síntesis de su oferta electoral. El problema es que en tiempos de desaceleración económica una oferta como esta suena bien para el bolsillo individual pero mal para las cuentas fiscales. ¿Cómo hacerlo? Eso es lo difícil y él sabrá explicarlo, si lo dejan, en las semanas próximas.

Conozco a Alfredo desde que empecé a trabajar como periodista. Lo he entrevistado decenas de veces por asuntos muy variados. Su interés en las relaciones exteriores del Perú y sus magníficos contactos afuera, siempre lo han hecho de interés para el público. No es sin embargo un entrevistado fácil en tiempos de la televisión expeditiva. A pesar de ser uno de los periodistas que más joven empezó en la televisión peruana (mis primeros recuerdos de él son en blanco y negro), Alfredo gusta de hablar en frases e ideas largas y eso, hoy, no funciona en tiempos de bloques cortos y picaditos “para no perder” al público y su fiel servidor, el control remoto.

A Alfredo siempre le ha gustado “estar” en la política grande, en todos sus roles y en todos sus matices. Siempre ha soñado con la Presidencia del Perú. Haya de la Torre lo fascinó cuando aquel le concediera la última entrevista que dio para televisión antes de morir. Apoyó al aprismo y fue su candidato en 1983 a la Municipalidad de Lima. Luego, se desencantó del García estatizador y la debacle que significó para el Perú su primer gobierno. Tengo sobre mi mesa, mientras esto escribo, algunos de sus libros. “La mayoría de uno” (1974 -2000), una recopilación de columnas, libro del cual cito la introducción de este texto. “Para salir del Laberinto. Del neoliberalismo a la nueva socialdemocracia” (2001), una postulación del pensamiento social demócrata del candidato. “El Edén Imperfecto” (2005), una visión política sobre América del Sur, y “Perú, país de metal y de melancolía” (2011), un recuento personal de su relación y pasó por la política peruana y extranjera.

Mis entrevistados políticos no suelen regalarme libros, al menos no escritos por ellos mismos. Por eso siempre lo puse más del lado de los intelectuales en mi clasificación de invitados a los programas que he dirigido. Aunque no es un académico propiamente – se acerca más al autodidacta con intereses variados, pese a su educación formal en la PUCP y en Harvard – Alfredo ha enseñado y tiene esa vocación del docente de clase magistral cuando habla, pero no se crea que esa seriedad, que a veces también ven en su rostro, refleja a una persona que carece de humor. Por el contrario. Es capaz de reírse de sí mismo y mucho.

Pensé que un hombre enamorado de los libros y de las conversaciones inteligentes estaría perdido en estos tiempos donde lo banal ésta tan de moda. Me equivoqué y me alegro. Los 3 puntos que le da hoy la encuesta de Datum, lo pone en un pequeño mapa político que no lo hace despuntar, pero que lo saca de “otros” a enorme velocidad.  Yo temía que Acción Popular le pasará, injustamente, la factura si no llegaba a pasar la valla electoral. Espero que el temor quede disipado en las semanas siguientes.

Es bueno parar aquí y aclarar cualquier duda sobre la relación del candidato con cualquier tropelía vinculada a licitaciones de lotes petroleros. Cuando aparecieron, en el 2008, los famosos “petroaudios”, los chuponeadores no grabaron sólo las conversaciones de Rómulo León Alegría con Alberto Quimper sobre aceitadas y faenones. Grabaron, también, las conversaciones que León Alegría tenía con sus amigos. Uno de ellos, Alfredo Barnechea. ¿Es delito o demérito personal ser amigo de tus amigos? No lo creo. Pues eso es todo. Y tal vez unas frases que fueron más para el cotilleo limeño, que para otra cosa, sobre la participación de Barnechea en un panel de intelectuales. Recuerdo el incidente muy bien porque Alfredo pidió venir al programa de televisión que yo dirigía y conducía, esa misma noche, y salir a aclararlo todo. Por ahí debe andar la entrevista. Si alguien quiere salir a hacer guerra sucia, no habrá más que resucitarla.

Hay que decir que Alfredo tiene poca paciencia con la estupidez. Esa es una advertencia para entrevistadores y para el candidato. Ya sabemos que lo que más abunda en una campaña, es la estupidez. A ambas partes, tomar medidas. Digo, a unos para evitar quedar en ridículo y al otro, para no ser testigos de un amargón de aquellos.

Sospecho que si Barnechea fuera algún día Presidente le gustaría morir con alguien recordándolo como él recordaba a Belaúnde en 1992. Ese es su norte y no es poca cosa querer ennoblecer algo tan sucio como la política peruana. Pero continúo en otra columna, porque ustedes, en estos tiempos de calentura, si largo no escuchan, muchos menos, leen.

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