Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

6 Enero, 2016

Observaciones desde la orilla del mar

Es bueno tomar distancia antes de que empiece oficialmente un proceso de elecciones generales como el que se inicia el lunes 11 de enero con la inscripción de candidaturas presidenciales. Proceso complejo por varias razones.

Los candidatos punteros representan, en términos de política económica, lo mismo. No proponen nada nuevo y no explican qué medidas de política económica aprobaran para que el 2016 no sea un año tan desastroso – en términos económicos y también políticos – como lo ha sido el 2015. Hemos escuchado desde populismo penal hasta rebaja de impuestos o de gasolina. Más regalones que Sabios de Oriente en Bajada de Reyes. ¿Y los otros? Más de lo mismo. Spots diseñados para que se haga conocido el desconocido a punta de carajos. Ese es el nivel. Vamos mal.

Por eso, en estos días previos a una confrontación de mucho adjetivo y pocas ideas, prefiero mirar un fenómeno más interesante e importante para la economía de miles de peruanos. Estoy en la orilla del mar, muy cerca de Cerro Azul, a unos 125 kilómetros al sur de Lima. Aquí, se están librando otras batallas, tan duras como las electorales, para la fauna costera. El mar ha aumentado su temperatura, es fácil sentirlo. Algunos días más, otros menos, pero para nuestras frías aguas, esto no es normal.

En el verano hay unas 12 especies de aves migratorias que nos acompañan. Grandes grupos de gaviotas de Franklin, gaviotas peruanas, gaviotas pardas, ostreros negruzcos y americanos, zarapitos, gaviotines, corredores y de vez en cuando vemos alguna garza blanca. Sin embargo, en estos días las aves se han ido al sur. Hace un mes que grandes grupos se van. El instinto les dice que aquí no habrá comida suficiente. Tres ostreros han empollado aquí y ya tenemos cuatro crías correteando por la playa. También tenemos una gaviota que defiende sus dos crías con bastante fiereza. Pero son los rezagados, los que se quedaron. Y andan bastante alborotados.

Los pescadores tienen dos teorías para la aparición de miles de conchas desprendidas de las peñas y que cubren una larga extensión de la orilla del mar. Unos dicen que es una muda natural. Otros, que en un mes toda las peñas estarán peladas por la temperatura del agua. Algas, cangrejos y choros, desaparecerán. Regresarán malaguas y pastelillos.

Hoy la red tenía buena pesca. Todavía hay corvina y pejerrey. Pero los pescadores creen que también desaparecerá. Ellos observan y ven las señales que la misma naturaleza da. En las islas cercanas, si se va remando, hay lobos de mar que parecen gozar de buena salud y todavía no hemos visto la mortandad de toda la fauna costera que vimos en el verano de 1998. Buena señal, pero aún no definitiva.

Hoy temprano vi a nuestra tímida nutria. La orilla estaba vacía. La playa completamente desierta. Nunca, en tantos años de observación la había visto fuera del agua. Salió de la arena y se metió, veloz, al mar. Solo hay 300 nutrias en la costa peruana y es una especie en peligro de extinción. Son territoriales y solo tienen una pareja de por vida. Si no hay pareja en su territorio, andan solas para siempre y la nuestra – cuando se deja ver – anda muy sola. Por eso, tal vez, se acerca a bañarse con nosotros. Me alegro saber que seguía viva y esa, puede ser, otra buena señal.

Así andan las cosas en las orillas lejanas, de donde la política podrá sacar algunas lecciones. Lo primero, nada es definitivo. Lo segundo, leer las señales, leerlas bien y luego tomar medidas. Como las aves, o los pescadores. Lo tercero, conocer bien tu entorno, saber con quién la convivencia será pacífica y quién será tu enemigo depredador.

Tan simple como eso. La naturaleza sabe y es incontenible.

 

 

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