Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

12 octubre, 2015

Buenos Aires Electoral

Triste es éste Buenos Aires que visito a poco ya de celebrarse las elecciones presidenciales de noviembre. Vengo a esta ciudad cada cierto tiempo y uno de sus atractivos es conversar con los argentinos de los dramas de sus días. Cada pueblo forja su carácter en su historia. Los peruanos nos defendemos de los malos gobiernos en el sarcasmo, la ironía y el humor. Los argentinos, en el drama. Aquí todo es y, siempre ha sido, un tango. Pero como por algún sortilegio mágico, cuando por el Perú las cosas andan de menos, a más o menos, en Argentina van de más o menos a pésimo. A la inversa, ocurre igual. Este carrousel de tú arriba y yo abajo, yo arriba y tú abajo, hace que los latinoamericanos nos entendamos a la perfección y compartamos, con la mayor espontaneidad nuestras históricas experiencias de sobrevivencia porque a la larga queremos creer que hay una sola verdad compartida universal entre nuestros pueblos: no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante.

Sin embargo, Argentina tiene algo singular. Este sí fue un país inmensamente rico. A principio del siglo XX era un país más desarrollado que los Estados Unidos de Norte América, atrayendo a millones de inmigrantes europeos. De ese fenómeno queda hoy un pueblo que sigue mirando a Europa como paradigma y tesoros extraordinarios como un Museo de Bellas Artes cuyas adquisiciones a principio del siglo XX competían con los mejores museos del mundo. Un pueblo mejor educado, con más acceso al teatro, al libro y a la música, mejor comido con ese granero infinito que es la pampa argentina. Todo lo tenía para tener al resto de América a sus pies y ese enorme “sin embargo” trágico cayó, como el tango, sobre este sufrido pueblo.

Las plagas que azotan estas tierras son viejas conocidas de los peruanos así que no necesitan mayor introducción. El populismo, el autoritarismo y una tercera maldición, la apatía, ha carcomido no sólo el erario nacional sino también la capacidad de indignarse, la crítica severa, el sacudón del pueblo. Hoy millones de argentinos ven estas elecciones con un desgano triste. La publicidad telefónica que los bombardea sólo provoca el hartazgo de un votante que ya le da lo mismo Daniel Scioli, Mauricio Macri o Sergio Massa. Total, te dicen, en el fondo todos son peronistas, y eso aquí equivale -connotaciones socializantes o inclusivas al margen- a un mayor o menor grado de autoritarismo y populismo, que, hay que decirlo todo, es esperado y aplaudido por millones de argentinos que esperan que el Estado le subsidie lo que sea: educación, salud, medicamentos, libros o cultura. Todo y a las vez – con un Estado quebrado – nada.

Me hubiera gustado traerles unas cifras pero simples preguntas como “y, ¿cómo van las encuestas?” pueden producir un “quilombo” como dicen aquí. Para hacerlo sencillo. 7 dicen que Scioli gana en primera vuelta y 7 dicen que habrá segunda vuelta. Pero el 100% de mis encuestados cree que están compradas por alguien y en su mayoría por el gobierno. ¿Institución de estadística? Destrozada y sin ninguna credibilidad. Imposible saber cuál es la verdadera devaluación, inflación mensual o crecimiento, que, desde fuera se calcula en 0.7% para este año. Pero lo que hasta un niño de escuela sabe es que el dólar del gobierno se cambia por 9 pesos y el ilegal – igual que con nuestro García de los años ochenta – se cambia por 15.5 pesos esta mañana. Y discuta usted en familia donde los esconde porque en un banco no pueden estar.

Como sucedió con la economía peruana, la argentina se ha informalizado por tiempo indeterminado gracias a regulaciones absurdas y subsidios indiscriminados. Ese, tal vez, sea el daño permanente del legado de los Kichner además de la más impresionante corrupción que ha llegado, con un mucha pena, hasta a un Poder Judicial que fue modélico jurisprudencialmente para el continente.

Mientras tanto la Presidenta se despide con cadenas nacionales casi diarias donde habla desde la castración de gatitos hasta las piscinas que ha construido en Santa Cruz. Un desganado público aplaude y el extranjero, como yo, se ríe mientras consuela a los amigos argentinos con un “si vieras los locos que tenemos nosotros”.

Buenos Aires, 10 de octubre del 2015

Publicada en el Diario La República el Domingo 12 de Octubre del 2015

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