Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

4 octubre, 2015

Urresti en juicio

Foto EC

Daniel Urresti, ex Ministro del Interior de éste gobierno, esta sentado, le guste o no, en el banquillo de los acusados.  La fiscalía lo acusa por el asesinato de Hugo Bustíos, es decir por haber matado con gran crueldad al corresponsal de la Revista Caretas en Ayacucho, en complicidad con la patrulla del ejército que lideró como oficial superior.

¿Por qué ahora? ¿Por qué el 2015 se procesa aún un crimen que ocurrió en 1988? Muchos se han preguntado eso. Las respuestas son parte del retrato de la historia de la impunidad militar y policial en zonas de emergencia. El crimen se procesó, pero en la justicia militar, donde jamás se dio los nombres de los integrantes de la patrulla, pese a que el ejército los conocía. El famoso «ojos de gato» fue el único identificado por sus peculiares ojos pero el campesino que lo señaló apareció, un mes después de hacerlo, muerto con un tiro en la cabeza. Pocos querían hablar en ese entonces.

Las leyes de amnistía de 1995 terminaron con todos los procesos contra policiales o  militares por los años de la lucha contra el terrorismo. Toda posibilidad de justicia en la vía civil se cerró y la familia Bustios recurrió a la CIDH donde se ordenó un juicio con jueces civiles. Con el retorno a la democracia, éste recién se inició el 2003 pero sólo contra «ojos de gato» y el Jefe de la Base Castropampa. ¿Por qué? porque el Ministerio de Defensa jamás dio los nombres de los integrantes de la patrulla en éste, y en ningún caso. Nunca el Estado ha informado. Jamás. Ambos militares fueron condenados a penas benignas que ya cumplieron, pero en el juicio salió el alias de «centurión» y el del»capitán Arturo». El 2008 la Corte Suprema ordenó abrir proceso contra los demás responsables. Arturo fue identificado por el mismo «ojos de gato» como el oficial Daniel Urresti.

El fiscal de Ayacucho se pasó 3 años investigando en Huanta para finalmente denunciar a Urresti el 2011. Ahí fue cuando Urresti decidió enfrentar el proceso haciendo vida política pública y mediáticamente ruidosa. Primero como Comisionado contra la minería ilegal, luego como Ministro del Interior. Al día siguiente de juramentado se conoció que estaba denunciado como asesino de Hugo Bustíos. El gobierno de Humala, lo respaldó y no sólo eso, hoy se proclama precandidato presidencial del nacionalismo. Una vergüenza para este gobierno que lo uso y lo usa como operador político porque maneja buenos operativos psicosociales rellenando las redes sociales o bombardeando los teléfonos de las radios con mensajes positivos para él (pero como se ve, no muy útiles a Humala).

Al iniciarse el proceso, ya podía usar el argumento de la persecución política. Pero no tuvo en cuenta que la fiscalía presentaría testigos que él ya había olvidado pero que jamás lo olvidaron a él.

Isabel Rodríguez Chipana no ha «denunciado» a Daniel Urresti por violación. Ese no es el proceso que ésta en marcha. No podría hacerlo. ¿Cuantas violaciones reportadas a la CVR existen?  Mas de 2,000. ¿Cuántas procesadas? Tuve noticia de una. ¿Vale la pena denunciar hoy un delito prescrito sobre el cual las pruebas ya no existen? No. ¿Para qué? Miles de mujeres campesinas, como Isabel, no se tomaron ni la molestia de volver a repetir lo vivido ni a la CVR, mas aún si estas estaban amenazadas y sus violadores sueltos en la lejana Lima.

Pero, sentada ante los jueces y preguntada sobre como podía reconocer a Urresti, lo dijo con todas sus letras. ¿Cómo no lo voy a reconocer si es mi violador? ¿Qué querían que dijera? ¿Qué no se acordaba de donde lo conocía? Ella lo ha identificado y ha dado una buena razón para no olvidarlo.

Urresti debe haber informado a su defensa de quien se trataba porque trató, pataleta incluida, que no declarará. Sabía que le haría daño su testimonio porque él sabe lo que hizo y lo que no hizo en 1988. Eso ya es sospechoso. Presentó una resolución de Dircote en la que figuraba como «terrorista arrepentida» en 1994 para descalificarla, cómo si esta mujer no tuviera derecho a decir que fue lo que vio en el camino desde su humilde casita. Una investigación posterior demuestra que declaró haberse visto forzada a dar alimentos a senderistas. Nada más. Lo cierto es que trabajó en las rondas de autodefensa contra Sendero pese a haber sufrido la detención irregular y la doble violación luego de la muerte de Bustíos.

«Terruca»,»el enemigo»,»la voy a denunciar por mentirosa», «ella no vivía ahí», son los descargos de un Urresti que aplaudía y se reía mientras esta mujer campesina, con sólo primaría, lloraba mientras recordaba lo que tuvo que sufrir más de 25 años atrás. La cara de Urresti en esos minutos es inolvidable. La cara del Capitán Arturo, amo y señor de todos los campesinos a los que llamaba «terrucos» sin distinción, estaba ahí con toda su prepotencia, con todo el racismo y el desprecio que podía mostrar.  Regresó, él solito, a la base de Castropampa en Ayacucho. Se sintió en 1988.

Fue desalojado de la sala.

Si ser patán fuera delito Urresti tendría cadena perpetua. Pero no lo es. Sin embargo el espectáculo que montó difícilmente será olvidado. Ni por las víctimas, ni por los jueces, ni por nosotros.

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