Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

2 Agosto, 2015

El Presidente que no quería estar más.

Foto: La República

Se cierra una semana de ocio más que de trabajo. Un fin de semana, seguido de 3 días feriados, un jueves y un viernes laborable y otro fin de semana. Parece el calendario fiestero de algún acontecimiento extraordinario. No lo ha sido. Ha sido tiempo perdido.

Los festejos patrios están compuestos de tres actos: misa, discurso y desfile. No han traído mayor novedad. Monseñor Cipriani aprovechó, como todos los años, para mandar su mensaje al Estado, que esta vez incluyó algo más que un guiño de complicidad a la pareja presidencial por su apoyo contra la reforma de los derechos de los homosexuales. El Presidente hizo un aburrido discurso de cierre, de liquidación de inventarios, sin prospectiva alguna que fue – en un marco de impopularidad – unánimemente criticado por los que escribimos sobre el tema. El desfile fue, como todo los años, un popular rezago de un militarismo que debió quedar en el siglo XX. Y eso fue todo.

El problema es que el lunes, cuando la modorra estatal se despeje, tendrán que seguir gobernando 12 meses más en medio de un proceso electoral que, a estas alturas, ya parece interesarle menos que un pepino a Ollanta Humala. Distendido el día del desfile, como lo estuvieron sus ministros el día anterior con los famosos “selfies”, todos parecen haberse comido un año del calendario y creer que, a estas alturas, el problema es de otro. No es así.

Si algo bueno ha hecho este régimen es tener mejoras importantes en educación, salud y programas sociales. También avances innegables en infraestructura. Esto sólo se paga con impuestos. No hay otro cuero de donde sacar las correas. Y los tributos sólo se obtienen del crecimiento productivo del país. El gobierno, si quiere que estas mejoras se incrementen con el tiempo y que las brechas que aún quedan se reduzcan, necesita un aparato administrativo moderno que se proyecte en el tiempo y el dinero para pagarlas. Ni una palabra se ha dicho del tema.

¿Dinero para pagarlas? Las perspectivas son sombrías. Un crecimiento pequeño del PBI no significa nada para un país subdesarrollado. Si no se crece sostenidamente a más de 6% por año por más de una década, simplemente no saldrán de la pobreza millones de peruanos. Lo que hay que hacer (más inversión en educación, innovación y mejora de la productividad) ya se ha dicho decenas de veces. ¿Cómo hacerlo? Esa es la propuesta que cada gobierno debe hacer suya. Este gobierno no ha tenido el éxito esperado (culpen a los precios de minerales, a China o a quien quieran) y esto era parte obligada de explicar por Ollanta Humala. No lo hizo.

¿Aparato administrativo moderno? ¿Qué reforma de la administración ha emprendido este gobierno? Se quejan de la “permisología” y de la “tramitología” pero ahí están paradas inversiones en minería e hidrocarburos que son las que movieron la economía del país durante los últimos 15 años. No bastan los fundamentos macroeconómicos sólidos cuando el Estado no funciona y este Estado no ha sido reformado para estar al servicio del ciudadano.

Tomen tan sólo dos ejemplos emblemáticos, la policía y la Sunat. ¿Qué se ha hecho por la reforma de las instituciones estatales más cercanas y más odiadas por el ciudadano? Nada. Ni una palabra dicha por un Presidente que ha decidido, prematuramente, abandonar el cargo.

Columna publicada el Domingo 2 de Agosto del 2015 en La República

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