Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

30 Junio, 2015

Sorpresas te da la hinchada

Foto: Líbero

Anoche, la selección de futbol de la Federación Peruana correspondiente, fue derrotada por su similar chilena,  2 a 1, en la Copa América. Eso, ya lo saben, no es noticia.  Pero parece que escribirlo como lo he escrito, si lo es.

Mas fácil es decir que Chile venció a Perú.  O que Perú perdió con orgullo frente a Chile. Pero esa forma familiar y tradicional validada por todos en el lenguaje cotidiano esconde un problema real, muy pocas veces abordado y que se expresó anoche en el twitter de una forma inusitada y simbólicamente violenta. Más concreta, sin embargo, fue la violencia  de unos 50 jóvenes en la puerta de Wong Cencosud en la bajada Balta de Miraflores, furiosos por “haber perdido”. El ataque a la puerta, felizmente, no pasó a mayores. Sin embargo la acción  también tiene un mensaje simbólico que no se puede pasar por agua tibia.

Cuando se usa la palabra “Perú”, ¿qué es lo que se esta diciendo?La respuesta a esa pregunta es central para entender la manipulación de sentimientos y el manejo psicosocial, nacionalista y xenofóbico que algunos gobiernos autoritarios, sobre todo en las dictaduras militares, utilizaron para crear una idea de “nación” o “patria”.

Perú es, formalmente, un Estado. Un Estado tiene ciertos elementos básicos para su constitución o existencia:  a) pueblo,  b) territorio, y  c) poder (soberanía o imperio). El gobierno no es el Estado. Ejerce uno de sus elementos, el poder. Una nación tampoco es un Estado. Una nación es un conjunto de personas con lazos culturales, históricos, de raza, lengua o proyecto común, que pueden llegar, o no, a constituir un Estado. A su vez, un Estado puede estar constituido por una sola nación o por un conjunto de ellas.  Y he ahí el problema.

El sueño de la “unidad nacional” (una sola nación) bajo el imperio del Estado es el sueño de todo país, como el nuestro, cuya independencia fue parida con dolor y sobre bases, aún hoy, inestables. Es más fácil ejercer soberanía o imperio sobre una sola nación, que sobre muchas que integren un mismo Estado. Recordemos que aún hasta fines del siglo XX el Estado Peruano tuvo serios problemas en reconocer la pluriculturalidad de sus propios habitantes. En ese contexto, el bombardeo de símbolos patrióticos es indispensable para generar unidad en torno al símbolo: bandera, escudo, himno.  Durante toda nuestra vida republicana, la presencia del Estado esta unida a esos indispensables referentes colectivos.

Sin embargo, durante la dictadura militar, llegó un símbolo mas potente que todos los anteriores y que podía subsumirlos a todos: el futbol profesional de varones. Las camisetas rojo y blanco, las banderas, los himnos cantados al inicio del partido son una coreografía perfecta para generar un sentimiento de autentica pertenencia, de euforia colectiva y de reto común patriótico. El adversario deportivo se convierte en enemigo deportivo y finalmente, si se llevan las cosas a extremos (que ya se han visto) en enemigo de Estado. Puede sonar disparatado, pero así esta funcionando peligrosamente en la conciencia colectiva.

El futbol, como otros deportes profesionales o amateurs, se desarrolla a través de asociaciones sin fines de lucro o sociedades con fin lucrativo de carácter privado. Nada mas ajeno al Estado (el mundo de lo público)  que esta práctica absolutamente privada. Estos “clubes” se reúnen en Federaciones (que pueden o no tener subsidios estatales) y, estás a su vez, seleccionan a los mejores jugadores del deporte (sin ninguna injerencia del Estado o voto popular) de acuerdo a las reglas que ellas mismas – o sus organizaciones internacionales deportivas, también privadas – determinen.

¿Quien representa al Estado Peruano? El Presidente de la República. Artículo 118, inciso 2 de la Constitución. Dentro y fuera del Perú. ¿Alguien más? Nadie más. Esa es la ley.  No es “mi” opinión como algunos furiosos hinchas del futbol señalaban anoche tan  sólo por hacer notar esta sutil pero enorme diferencia en el lenguaje.

Perú ayer ni jugó, ni ganó, ni perdió. El Perú no juega. Juegan un juego muy bonito, entretenido y a veces espectacular un conjunto de deportistas seleccionados para representar a la Federación Peruana de Futbol. Por decir esta simple y sencilla verdad he recibido cientos (literalmente) de insultos de, mayoritariamente, hombres furiosos. La mayoría pedía que me callará. Qué no lo dijera. Tal vez así, la verdad dejaría de existir. Sintomático, ¿verdad? Callar a la mujer a bofetadas, aunque sea verbales.

Sobre los sentimientos no hay leyes, ni imperio del Estado. Cada uno puede “sentir” lo que quiera. Pero si va a hacer uso de la razón (un estadío superior al de la capacidad sensorial) debe hacerse sobre el conocimiento y la verdad. No hacerlo es arriesgarse a ser víctima de una grosera manipulación, de un gran engaño, donde las victorias y las derrotas no son de los deportistas sino son de una colectividad mayor a ellos a quienes supuestamente “representan” y por tanto estás pueden ser vengadas o reivindicadas como si se tratará de batallas en medio de un guerra nacionalista contra enemigos de Estado que no tienen mas armas que sus cuerpos en una cancha deportiva.

Es muy peligroso aceptar esto en silencio y luego quejarse de la violencia en los estadios y en las calles. Son las dos caras de la misma moneda. Ya es hora de darse cuenta.

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