Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

29 Mayo, 2015

Narco conmutaciones en elecciones

En una democracia solida, los partidos que no ganan las elecciones sólo tienen dos posibilidades: cooperan con el régimen (formalmente o de facto) o se enfrentan a el.

El enfrentamiento implica, votar en contra del programa del gobierno adversario que difiere del propio, criticar – a veces ferozmente – las medidas del Ejecutivo, llamar ministros para informes, interpelarlos, censurarlos – y hasta censurar gabinetes-, criticar nombramientos y denunciar actos, redes y hasta sistemas de corrupción.

El rol opositor es pues fundamental en una democracia. Pone contrapeso y freno al poder ilimitado. Pero tiene, a su vez, su propio límite. No puede destruir el sistema para llegar al poder antes de tiempo. Tiene que esperar su turno democrático (en un régimen como el nuestro, en elecciones generales cada 5 años) para tentar ante el votante la posibilidad de llegar a la Presidencia.

En una democracia solida no hay atajos. Cada 5 años tienes tu oportunidad. Pierdes, pierdes. Ganas, ganas. Y luego escoges tu posición en el tablero político. Ese es el juego. Sin embargo, por razones absolutamente excepcionales todas las constituciones establecen válvulas de escape para situaciones extraordinarias. Una de estas válvulas de escape es la vacancia presidencial por incapacidad permanente, sea física o moral.

Es evidente que la vacancia, declarada por el Congreso, no es un arma de la oposición para mandar Presidentes, legítimamente elegidos por el pueblo, a su casa. La institución existe para garantizar la continuidad de la República. La incapacidad física debe dejar al Presidente sin poder discernir y tomar decisiones de gobierno. Lo mismo debería ocurrir para la vacancia por incapacidad moral.

Lamentable e irresponsablemente, desde que Alberto Fujimori, huyó del país, convirtiéndose en el primer Presidente prófugo del siglo XXI – el Congreso lo vacó, no aceptándole la renuncia -, la vacancia por incapacidad moral ha sido usada irresponsablemente por la oposición durante casi 15 años, salvo cuando el Apra es gobierno.

El caso de Toledo (enredado en el asunto “Zarai”) fue patente y hasta mociones se presentaron en ese sentido. En este gobierno se ha pretendido hacer lo mismo con la “relección conyugal” y el “cajero de los Humala”, dos frases hábilmente sembradas en los medios por Alan García, ante la patente incompetencia política de Ollanta Humala para defenderse y contratacar. La vacancia es, en estas circunstancias, un atajo, no permitido, usado no para hacer oposición. ¿Qué menos le puede interesar a García si sabe que el nacionalismo no será adversario el 2016? Si se usa, como la vehemencia con la que se ha usado sugiere, es para traerse abajo al Presidente y colocar a un gobierno de transición.

Con Belaúnde Lossio en un penal en Lima, diga lo que diga, la historia de la vacancia terminó. Ya es muy tarde en el calendario electoral para que tengan efecto. Sus declaraciones, verán ustedes, se perderán entre las de Alvarez, Orellana, Jimenez y otros tantos presos ilustres. Lo visitará una Comisión investigadora, las veces que se requiera, y el informe, que costará meses elaborar, demorará meses en ser aprobado y no tendrá otro fin práctico que el de ser un buen documento histórico. Fin de un año de portadas.

Me alegro de no haber caído (es muy fácil hacerlo de buena fe) en el juego político de Alan García. Ahora ha sembrado el rumor que esta pensando si postulará o apoyará a Keiko Fujimori. Le interesa ser Presidente el 28 de julio del 2021, el bicentenario de la Independencia, fecha digna de sus sueños y fantasías, pero le gustaría más serlo de entrada que de salida.

El problema, y él lo sabe, es el álbum de figuritas. Tenemos más de 5,000 para escoger, pero digamos que con los cabecillas del narcotráfico conmutados y con Miguel Facundo Chinguel como jefe de una organización criminal que vendía gracias presidenciales podemos armar, día a día, un álbum inolvidable: “Conozca usted hoy el delincuente que sacó de la cárcel Alan García”. “365 figuritas de lujo para que se le abra la boca hasta el piso con los prontuarios mas impactantes”. Bueno, eso tiene un sólo efecto: perder las elecciones.

Y la pregunta, una y otra vez, persiguiéndolo. En cada entrevista, en cada gira, en cada debate. ¿Lo volvería a hacer? Y la respuesta, imposible de ser correcta se le atracaría en la garganta. Si dice que si, el repudio. Si dice que no, el reconocimiento de su mala actuación. ¿Cuál escogería? Es un callejón sin salida a un pregunta que sólo puede responderse con un monosílabo: Si o No. Todo el relleno previo, todo el adorno y la filigrana caen cuando esta claro que no podrá responder.

¿Lo volvería a hacer? ¿Volvería a conmutar narcotraficantes? ¿Si o no?

La defensa de García podrá anular con todas las triquiñuelas jurídicas, todos los informes de la Mega Comisión en el Poder Judicial, en el Tribunal Constitucional y hasta en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero no puede prohibir que políticamente la pregunta sea un bombardeo, álbum de figuritas en mano, contra García. El sabe que a ese ataque no sobrevive y esta buscando a Keiko. ¿Para que arreglo? Falta verlo.

Foto: El Comercio.

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