Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

27 Mayo, 2015

No es fácil decidir y nadie tiene que estar sola al hacerlo.

Siempre he sido abolicionista. No creo en la pena de muerte desde que la discutíamos en las clases de Teología en Derecho con el Padre Interdonato. El, un hombre mayor, que ya murió, estaba a favor. Yo ferozmente, en contra, pero el debate era rico, productivo. Se entendía que había verdad en las dos posiciones.

Mientras hay una vida, hay un camino, una esperanza, una posibilidad de salvación terrenal o sobrenatural (en la que usted quiera creer) pero cuando la vida se apaga, sea cual sea la causa, el camino termina, la esperanza desaparece y la posibilidad de lo que pudo haber sido, también.

En coherencia con mi posición contra la pena de muerte siempre he estado en contra del aborto. En cualquier caso. Creo que la coherencia exige no discriminar por el origen de la existencia humana, sea está el fruto de la violencia o de la dejadez o de la ignorancia.

Pero al mismo tiempo se, porque ya he vivido algunos años, que la decisión para muchas es ineludible. Y ellas necesitan la mano que acoge, el hombro donde llorar, el espacio para meditar, y luego, muchas veces, el tiempo para procesar una culpa de la que no se habla nunca mas y esta clavada en el corazón. Primero, compasión. No el dedo que acusa.

La sociedad peruana, felizmente, tiene compasión frente a la mujer que aborta. Siendo un delito abortar no hay una sola mujer presa por hacerlo. ¿Denunciadas? No conozco caso. Tal vez alguna fiscalía conozca de alguno, pero jamás un juez a mandado a la cárcel a una mujer que aborta. Nunca. ¿Por qué sucede esto?

Cuando una persona llega con una herida de bala a una emergencia hospitalaria, pública o privada, se llama a la policía y al fiscal. Cuando una mujer llega con una hemorragia y una perdida, evidentemente causada por si misma, y esta abortando a ningún médico se le ocurre llamar a la policía. Esto es lo que se conoce como un delito aceptado socialmente o ya socializado.

Abortar de forma segura no es caro ni inaccesible en el Perú. Es un procedimiento excepcional que una mujer se hará una vez en la vida, cuando más, dos. No es un método anticonceptivo. Es una tragedia. Se realiza, muy discretamente, en las primeras semanas de vida del bebe. Es muy fácil en esa etapa simular una perdida dado que uno de cada 5 embarazos se pierde. De acuerdo con el médico, se toma la medicación que ya todos conocemos (no la pongo aquí, por obvias razones) y se llega con el sangrado suficiente como para justificar un legrado.

El problema es que el resultado no es “listo y a otra cosa”. Todas las que han abortado lo saben. Por mas odio que puedas tener a las circunstancias en las que te embarazaron, algo de ti se fue y nunca más será. Y eso causa una afectación emocional que puede ser temporal o duradera, pero que queda en cada una de ellas.

Las razones por las que las mujeres abortan son muchas. Hoy, se esta usando para sensibilizar a favor de una política de abortos ofrecidos por Estado el caso mas atroz: el embarazo por violación. No quiero entrar a discutir las cifras de las promotoras del colectivo “Déjalas Decidir”, pero supongamos que son correctas. ¿Cuál es la pena máxima establecida en el Código Penal en este caso? Tres meses de condena. Como lo lee. Es decir, nada. Lo que te dice el Código Penal, en buena cuenta, es que tu conducta es ilícita o inmoral, pero que la sociedad no te castiga. No te facilita el aborto, pero no te castiga. En la práctica no hay nada que despenalizar. Ya esta despenalizado desde siempre. Y las mujeres ya deciden hace décadas.

Lo que ocurre es que al pedir la despenalización absoluta lo que en realidad estas pidiendo es que el Estado, con los impuestos de todos, pague por los abortos como parte de su política pública de salud. Y la respuesta del Congreso ha sido no. Es decir, el mensaje es: “abortar no esta bien, pero nadie te va a castigar por hacerlo. Eso si, si lo haces, vas por tu cuenta y riesgo”.

Entonces, en la práctica, las mujeres ya deciden, ya abortan, y nadie las mete presas. Decir lo contrario es faltar a la verdad. La pena máxima para cualquier aborto que no sea por violación o por severas malformaciones del niño (también 3 meses), es de 2 años. Es decir, no hay pena real pues. ¿A quien vamos a engañar?

Dicho esto, creo que hay varias razones para justificar un aborto. Pero no creo que ninguna prevalezca. No las descartó y tienen mi comprensión, pero puestas las cosas en la fría balanza de la justicia cada una decidirá. Mi decisión es por la preservación de la vida humana.

La primera, por cierto, la mas dura, la violación. Pero aún así, en ese espantoso trance, hay otra vida de por medio. Unos elegirán la de la madre sobre la del hijo y con argumentos razonables: el perpetuo recordatorio de la agresión sufrida, el daño emocional al propio hijo al saber su origen, la absoluta falta de voluntad de la madre. Y tienen razón. Son muy buenos argumentos y estoy segura que deben haber más y mejores. Pero al frente hay un único y contundente argumento. Una vida que ya empezó nos guste o no.

La segunda, es la posibilidad de traer al mundo a un niño con una severa y permanente discapacidad probada. Hoy existen varias pruebas para conocer parte de esta información durante el embarazo. Las mujeres mayores de 40 años, aquellas que ya tienen hijos con enfermedades hereditarias y que no pueden tener más sin correr el mismo riesgo, son grupos de peligro. ¿Podemos condenarlas a cuidar niños enfermos de por vida? El problema aquí es que no son “niños enfermos”. Son sus hijos. Ya aparecieron. Ya están aquí. Podamos hacer que parece que desaparecen pero existieron. Y el Monte Taigeto esta en Esparta, no en Lima.

La tercera, el sexo consentido cuya consecuencia es un embarazo no deseado en todas sus posibilidades. Adolescentes y hasta niñas; estudiantes universitarias que no quieren cortar su carrera o plan de vida; parejas espantosas con las que se tuvo sexo pero con la que no se quiere tener un hijo; madres alcohólicas, drogadictas, interdictas, o no, sin capacidad de discernimiento; sexo fuera del matrimonio o de la pareja estable. En fin, cada historia tiene sus particularidades y en cada una de ellas se puede encontrar muy buenas razones para justificar el aborto.

Pero de nuevo, el único argumento al frente, es que ahí esta pues la vida abriéndose paso, pese a todo. Es un ser diminutivo, de días o semanas y ya hay un corazón que late. ¿Qué hacemos?

Las acompaño, amigas, en la píldora del día siguiente (porque nadie ha podido probar que sea abortiva), en el aborto terapeútico que mas que un aborto es una decisión de emergencia excepcional entre la vida de la madre y del niño, en la cual se puede (no necesariamente, si la voluntad de ella es otra) salvar la vida de la madre sobre la del niño. Pero ¿en esta? No puedo. Es ir contra mis convicciones más profundas. Tienen mi consuelo, mas no mi aprobación.

Hay muchas formas de evitar un embarazo. Están todas disponibles en cualquier farmacia. Si la vida se abrió paso, no creo que una política pública de promoción del aborto sea la solución. Como tampoco creo que meter presa a una mujer que ha abortado sea éticamente correcto.

La respuesta legislativa peruana esta en el justo medio. Compasión. Esta mal abortar, pero puedes hacerlo sin temor a la cárcel. Y si lo haces, tienes los brazos de tus amigas para llorar. Pero del Estado, no sale un sol.

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