Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

25 Mayo, 2015

Y usted, ¿también se caga en el Estado de Derecho?

Lo primero que deben saber los aspirantes presidenciales es que gobernar el Perú no es difícil (como dijo alguna vez un principiante Toledo). Es casi imposible.

Sin ciudadanos y sin autoridad, ¿Cómo se puede gobernar?

¿Quién cree hoy en la palabra del Presidente del Perú? Y no habló sólo de Ollanta Humala. Habló de la institución presidencial desde el primer gobierno de Alan García. Ese es el momento histórico en que los presidentes dejaron de presumirse personas respetables.

Hasta el último gobierno de Fernando Belaúnde, las discrepancias ideológicas, políticas, de gestión buena, mala o pésima por supuesto alcanzaban y concernían al Presidente de la República. También y con fuerza, le salpicaba la corrupción en su entorno (fuera mucha o poca siempre existió) o la de los de los niveles inferiores de su gobierno. Pero se presumía – aún con los dictadores militares que ejercieron de facto el cargo presidencial en siglo XX- que los Presidentes no eran ladrones. Y lo mas importante, que eran hombres que hacían lo que decían.

Hoy con un Presidente preso, otro procesado por lavado de activos y otro prófugo de la justicia por 8 años para lograr la prescripción de su proceso, ¿Podemos confiar en la institución presidencial? No. No podemos. Es legítimo, por la experiencia histórica reciente tener dudas y sospechas. Pero no es legítimo asignar culpas sin pruebas.

Ollanta Humala y su esposa no entienden que eso es lo que heredaron al llegar al poder. Un manto de suspicacia cubre la Presidencia del Perú desde hace 30 años. García – Fujimori – Toledo – García – Humala. Exceptúo el breve gobierno de Paniagua. Esa es la lista que los niños repetirán en las escuelas cuando les enseñen la historia del Perú en el cambio de milenio. ¿Y que les dirán sus maestros en 50 años o en 100 años? ¿Qué éste fue un periodo de institucionalización de la vida republicana? ¿O qué ésta fue la época de la barbarie en que el pueblo perdió todo respeto a la institución presidencial y por tanto al imperio de la ley?

Los desmanes y muerte de Marcona hoy, la fuga de Martín Belaúnde Lossio ayer, los hechos de sangre y vandalismo en Islay, todo tiene un origen común: !Me cago en el Estado de Derecho! La grosera frase no es mía. La he escuchado decir con furia y rabia cuando tratas de explicar que la democracia necesita asentarse sobre la ley y el imperio de ésta sobre toda persona, sin mas límite que el de los derechos ciudadanos que deben ejercerse respetando el derecho del otro ciudadano.

Esta, la esencia de la vida republicana, esta perdida. ¿Qué la sustituye? La ley no escrita del mas fuerte. El que paga mas coima, el que apedrea mas duro, el que extorsiona mas, el que mete mas miedo, el que mata sin miedo (y desde niño), el mas salvaje, el mas ladrón, el mas corrupto, ese, es el que manda. Y se alza también la justicia con mano propia, la barbarie contra la barbarie. ¿Así “funcionan” las cosas aquí? Eso es lo que muchos piensan.

Lo vemos todos los días, hasta en la vida cotidiana en sociedad. Y lo peor es que nos negamos a ver con ojos de ver. Reportajes de vecinos robándose la calle para hacer obras particulares, chóferes insultando y hasta golpeando policías, pasajeros de transporte público sin aprender a controlar la ansiedad de esperar un turno (que es una habilidad que se adquiere y evalúa !en la educación inicial!). Aquí, esperar un turno es casi un insulto a la prepotencia del mandón.

Ollanta Humala, su esposa y su gobierno están bajo sospecha. Es culpa de ellos no haber convocado a todos, explicado a todos, levantado cada piedra y devolverla en la mano de quien protesta con una explicación. El problema es mas grande que las consultorías de Nadine (que debe seguir explicando) o la plata de los Belaúnde Lossio en la campaña, o la fuga del prófugo o lo que le sabe o no le sabe a los Humala.

El problema de este gobernante es dejar que todo pase al pasivo de lo irresuelto: Conga va y no fue, el caso del resguardo a López Meneses, los tres años de sospecha sobre la postulación de Nadine Heredia a la Presidencia el 2016, la extendida percepción de que la que manda es ella y no el Presidente, los casos de corrupción de Alexis Humala, en fin, todo aquello que queda en este gobierno como suspendido en el aire, a ver si la gente lo olvida o se resuelve sólo.

No creo que se deba acusar a nadie sin tener por lo menos indicios relevantes ante la inexistencia de respuestas racionales. Pero si creo que la institución presidencial tiene que resucitar y pronto. Nos concentramos en la crisis del Congreso, que es una verdadera crisis de representación democrática, pero nos olvidamos que en un país presidencialista – que toma instituciones del parlamentarismo – sin Presidente no hay representación física y antropomórfica del Estado.

Si el Presidente es irrelevante, el Estado de Derecho desaparece. Hay persona, pero no ciudadano (sujeto de obligaciones y derechos). Hay gobierno, pero no autoridad. Hay ley, pero las personas !se cagan en ella!

Ollanta Humala, aunque sea en el último año de su gobierno, no puede darse el lujo de la irrelevancia. No decir nada, no opinar nada, no estar sobre el caballo, ha obligado a su esposa a llenar ese vació de poder muchas veces ý en público. Demasiadas veces. Tiene muchos y muy buenos ministros, pero el país lo espera a él. Quiere escucharlo a él. Y el silencio y la respuesta tardía o llena de titubeos, sin aplomo, sin convicciones, lo aleja y lo destruye políticamente.

Lo pone, como a sus antecesores recientes, bajo el manto de la duda. Y ahí todo es especulación, conspiración y engaño. Ahí es donde el pueblo lo pone hoy. En ese pequeño infierno.

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