Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

4 Mayo, 2015

¿Por qué sigo aquí?

Vuelvo a La República después de 18 meses. De ellos, escribí 14 meses, todos los días, para Exitosa Diario. Por ello, lo primero es agradecer. A Juan Carlos Tafur, que me inculcó la disciplina de escribir a diario, corto y en caliente, y a Gustavo Mohme y Carlos Castro que me reciben de regreso con entusiasmo y los brazos abiertos en una casa que nunca deje de sentir mía.

En estos 15 años de empleo y desempleo periodístico he aprendido algunas cosas muy feas sobre el periodismo. No se puede ser ingenua. Pero también he aprendido cosas hermosas, inolvidables, que han hecho que todo valga la pena. Dejemos las tristezas para otro día y celebremos hoy lo que hacemos: buen periodismo.
Les puedo asegurar que no hay mayor placer que teclear en este momento con toda libertad. Y no hay mayor sensación de libertad, la más absoluta, que tener un micrófono de radio delante de tu boca y decir la verdad que te sale de las entrañas sabiendo que estas completamente conectada con miles de personas que escuchan hasta tu respiración. O estar en televisión – en esos momentos mágicos – en que no llegaron los invitados, se cayeron las notas y estas sola frente a la cámara y debes hablar libremente para salvar el día. Y hablas. Como les escribo ahora. Cómo hablo cuando un invitado se me está escapando. Nadie que haya volado sobre las cumbres más altas vuelve a experimentar la libertad de la misma manera. Y eso queda en el alma, nadie te lo quita.
Pero la libertad de expresarse a través de estas líneas tiene un fin: decir la verdad, hasta donde humanamente nuestras fuerzas, conocimiento y valentía nos lo permitan. Decir la verdad es duro. No es vocación para cobardes. Habrá heridos y muchos resentimientos y enemigos por doquier. Pero si es la verdad, y toda la verdad, esta reluce y brilla con fuerza propia, más allá de nuestras limitaciones, más allá de nuestra muerte. A esa verdad aspiran los buenos periodistas. Esa verdad nos mete en líos, en mil batallas, en desempleos que aparentan ser derrotas cuando no son más que resonantes victorias, si se ven en el tiempo. Condecoraciones que llenan una hoja de vida bien vivida.
¿Decir la verdad tiene límites? Sí. Es inevitable chocar con otros valores: el respeto a la dignidad e intimidad del ser humano y la urgencia de ser justos. ¿Qué es ser justo para un periodista? Darle a cada quien lo que merece. Pero más allá de esas limitaciones éticas, inevitables, estamos aquí para hacer que la democracia funcione. Y la hacemos funcionar, cada día.
¿Limitaciones? Todas las inimaginables. ¿Adversarios? De todos los tamaños, los de dentro y los de fuera, ¿Malos ratos? Muchos más de los que uno deseará. ¿Ganas de seguir? Intactas. Aquí estamos. Desde todas las plataformas posibles, gritando la verdad con fuerza, porque cuando uno lo apuesta todo a ser escuchado encuentra que todavía hay causas nobles y batallas perdidas por las que tenemos que seguir peleando.
¿No es acaso noble pelear por tu ciudad, por tu barrio, por tu calle? Gobernadores, Alcaldes Provinciales y Distritales son objeto de nuestro constante y duro escrutinio porque para eso estamos, no para sobarlos. ¿No es noble acaso tener candidatos presidenciales honrados? Pues ahí tenemos que estar, observando y señalando con el dedo donde ésta el delito que se mete para carcomer la democracia. ¿Narcotráfico, corrupción, lavado de activos vinculado a nuestros funcionarios públicos o aspirantes a serlo? Ahí vamos.
¿No es acaso una batalla perdida lograr una reforma electoral del Congreso que tiene que aprobarse en el mismo Congreso? ¿O lograr el reconocimiento de derechos fundamentales para las minorías, como lo son los homosexuales convivientes? ¿Y por ser pérdidas no las vamos a dar? No señores. Las pelearemos todas. Haremos un recuento de las heridas, pero al final, estoy segura, triunfaremos.
Desde aquí, a partir de hoy, todos los domingos. Ese es el compromiso.

Columna publicada el Domingo 2 de Mayo en La República.
Foto: The Independent.

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