No nos despidamos
Conocí a Bernardo Roca Rey a fines del año 1999 en un recién estrenado Canal N. Me habían reclutado las amigas de Manuela Ramos para hacer un programa que promoviera la participación política de mujeres en las elecciones del 2000, la primera con cuotas y una de las mas fraudulentas de nuestra historia. De inmediato congeniamos. No paraba de hacerme bromas en buena onda. Todo ese año pase por las pantallas de Canal N en los momentos más críticos de la caída de Fujimori y ahí estuvo él al frente, en el pequeño gran canal de cable que remeció al país con el primer vladivideo.
El 2004 me llamó para hacer Prensa Libre, primero como producción de Canal N y un año después en América TV. Los sueños eran inmensos y el presupuesto, una lagrima. Pero Bernardo creyó en mi trabajo de una forma que jamás he vuelto a sentir. ¡6 meses sin que importe el rating! Un lujo que nos permitió hacer un programa de calidad, en donde me dio libertad de hacer. Bernardo nunca vio el dinero como un fin sino como un medio para realizar sus visiones. Eso le permitió triunfar muchas veces y fracasar otras tantas, sin perder la sonrisa.
Hay un secreto poco conocido sobre el periodismo. Los periodistas y los dueños nos llevamos como con los políticos: mal. Es así, porque nuestros intereses no son los mismos. Yo quiero hacer buen periodismo y el propietario quiere hacer dinero. Yo necesito que la empresa haga dinero para yo poder hacer buen periodismo. Pero, el dueño no necesariamente necesita de mi buen periodismo para hacer dinero. Bernardo, “el hippie de la familia” (como me advirtieron sus parientes/socios) siempre estuvo del lado del buen periodismo. Se peleó con muchos de los de su familia propietaria en El Comercio y defendió a todos a los que nos botaron injustamente, poniendo la ética por delante. No sólo el 2008, el 2011 o el 2021. Siempre. Su compromiso siempre fue con la calidad de cualquier producto que pusiera en las manos del público, sin importar que intereses estuvieran en juego. ¿Le costó? Mucho. Siendo el más brillante de su generación, lo aislaron muchas veces, pero se reinventó en todas.
El 2013 me volvió a reclutar, generosísimo (después de que me botaron en la misma quincena de ATV y RPP por culpa de Alan García) para “meternos en los celulares” cuando nadie lo hacía. Las cosas no salieron bien. Yo firme una demanda contra la concentración de medios y sus socios (también familia) estaban furiosos. El, estaba encantado con mi demanda, pero ambos sabíamos que no podíamos molestar, otra vez, a la familia. Ya estábamos, los dos, acostumbrados.
Nos seguimos viendo para contarnos nuestros proyectos. En el Consejo de la Prensa Peruana y en Mistura se avocó a hacer las cosas como él las hacía. Reclutaba la mejor gente y la dejaba hacer. Cómo el dinero siempre le importo poco, sus sueños siempre eran inmensos. Sentados en la casa de su hermano Alvaro, mi vecino, nos hizo probar su primer pisco. Era, como él, fuera de lo común. Esa ultima aventura lo llenaba de ilusión y orgullo.
Cuando supe que estaba muy enfermo llame a avisar a algunos de los que recorrieron el camino de su mano. No habido mas que palabras de sorpresa, tristeza y agradecimiento. A todos nos dio oportunidades extraordinarias. Vio en nosotros algo que tal vez ninguno sabía de sí mismo y nos hizo no solo mejores periodistas, sino también mejores personas. La última vez que comimos en su casa, entre los mismos amigos, nos hizo la comida perfecta, como solo él sabía hacerlo. Todo fue deslumbramiento, fuego y sabor. ¡Ay Bernardo!, ¿Cómo contar que ya no estas sino te has ido? El mundo te quedaba chiquito. Tu cabeza iba a un ritmo distinto de la de todos, pero era tu gran corazón el que marchaba siempre por delante.
Columna publicada el 20 de marzo del año 2022 en el diario La República
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