Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

20 marzo, 2021

Un paseo por el fascismo

 

El ascenso en las encuestas de Rafael López Aliaga, aunque sea en el universo de mínimos porcentajes que hoy acompañan las candidaturas presidenciales, obliga a tomar en serio su propuesta política y plantearnos la posibilidad de que pueda ser presidente del Perú. ¿Qué significaría su presidencia para el futuro peruano?

Hay tres ejes que recorren esta campaña electoral. En lo político, autoritarismo versus democracia. En lo económico, Estado versus mercado. En lo social, se enfrentan liberales versus conservadores.  López Aliaga representa en lo político, el autoritarismo. En lo económico, el mercantilismo. En lo social, el voto conservador. ¿Un político autoritario, mercantilista y conservador puede representar al 10% del electorado? Sin duda. Una minoría puede ver sus intereses y aspiraciones reflejadas en esa combinación.  ¿Puede con 10% pasar a la segunda vuelta? En nuestro sistema electoral, sí.  ¿Puede vencer a un oponente al que ubique en la combinación que lleve el estatismo económico como la bandera mas temida por la mayoría? Es probable.

El autoritarismo de López Aliaga no reconoce ningún atentado contra la democracia en el golpe de Merino y los 105 congresistas. Por el contrario, apoya no solo esa vacancia sino también la censura inmediata de Francisco Sagasti y su reemplazo por Otto Guibovich de Acción Popular. Algo que él llama “la agenda caviar” va a ser “destruida” según sus anuncios. Esto incluye libertades fundamentales como la libertad de expresión. Ya empezó, insultando periodistas en las entrevistas y enviando hordas de trolls de su campaña a hacer lo mismo en redes. Su candidato a la vicepresidencia, el almirante Jorge Montoya ya anunció que el Lugar de la Memoria será “eliminado” y sustituido por un museo de ciencias naturales. Reescribir la historia, es parte de todo programa totalitario que no admite el disenso.

En lo económico, López Aliaga se presenta como liberal, pero no lo es. Un nacionalismo exacerbado (busca, por ejemplo, la “expulsión” de Odebrecht como todo programa anticorrupción) combinado con buscar rentas del Estado (no en vano su negocio estrella es una concesión estatal) lo presenta como lo que en realidad es: un mercantilista. Con un pie en el capitalismo, el gran empresariado no lo ve como una amenaza sino como una posibilidad de acomodo. Una lástima que no vean el peligro.

En lo social, es enemigo declarado de algo que él llama “ideología de género”. Se apoya para este fin en un cristianismo bastante particular (un católico recto no usa su fe para hacer campaña política), obsesionado con la represión sexual y en su caso más emparentado con grupos protestantes donde se siente muy cómodo. La subordinación de la mujer a los deseos del hombre, la anticoncepción como motivo de violación, son ideas fuerza entre otras del mismo calibre, propuestas por las candidatas mujeres que lo acompañan. Un gobierno suyo puede ser una pesadilla para cualquier avance en derechos de las minorías. Desde la salud reproductiva hasta el matrimonio de personas del mismo sexo, toda forma de libertad individual que no se ajuste a su formato estatal/confesional podrá ser invisibilizada o reprimida.

¿Por qué esta combinación de variables puede ser atractiva el 2021? Por las mismas razones que fue atractiva hace 100 años en Europa. Un pueblo saliendo de una guerra (la peste es la nuestra), empobrecido, harto de sus políticos, buscando culpables y buscando algo que le dé seguridad económica. Un anhelo de orden, de la “mano dura” que Keiko ofrece, pero que ella envía desde esa orilla de políticos culpables y poco creíbles. López Aliaga no es nuevo en política, pero es la primera vez que se hace visible. Su estrategia está basada en decir las peores salvajadas para hacerse notar. Tiene un canal, un par de portadas colgadas en los quioscos, una granja de trolls y una “encuestadora” a su disposición para hacer de caja de resonancia de las peores estridencias posibles. Le funciona. No juega con las reglas éticas de los demás. Mentir de modo sistemático (impuestos no pagados, fortunas no explicadas bajo investigación, sociedades que acaban a balazos) y atacar con mentiras al adversario es parte de su juego.

100 años después de su ascenso en Europa, el Perú se encuentra con un fascista. Sabemos cómo engañan y lo que cuesta vencerlos. Pero, también sabemos cómo termina la historia. Tarde o temprano, los aliados ganan. Les dejo esa esperanza.

Columna publicada el domingo 14 de marzo del 2021 en el diario La República

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