A arrancar de nuevo
Hoy domingo empieza una nueva cuarentena de quince días. No será como la eterna de marzo del 2020, nos dicen las autoridades. Pero todos llegamos a ésta marcados por la experiencia previa y bien sabemos que el fracaso deja marcas mas indelebles que el triunfo. Desde esa vivencia reciente es que tenemos que organizar, otra vez, nuestro mundo.
Si miramos el reciente y breve pasado pandémico, todo peruano sabe que el cuento de la quincena es demasiado básico para creerlo. ¿Cuándo se acaba la cuarentena? Cuando la curva de contagios y de muertes se voltea hacia abajo de manera sostenida y al menos por un par de semanas. ¿Cuándo va a ocurrir esto? Nadie lo sabe con certeza. Vamos a encerrarnos en el punto en que la cuarentena pasada alcanzaba su cumbre. La ola va disparada hacia arriba como una pared. ¿Cuán alto puede llegar y cuán rápido puede llegarse? Nadie lo sabe. Con una variante del Reino Unido 70% más contagiosa, la ventaja del verano y la inmunidad adquirida por 40% de Lima (que se va perdiendo para los contagiados de los primeros meses, que ya pueden volver a infectarse) se desvanece. Esperemos lo mejor (una subida corta y una bajada veloz) y preparémonos para lo peor: ocho a doce semanas de ascenso imparable, contenido en algo por la cuarentena, pero sin bajar hasta llegar, otra vez, al 40% o 50% de contagiados con inmunidad simultánea. Vendrá una caída, pero si después de ese interregno, no se vacuna masivamente, vendrá una tercera ola, y otra, y otra hasta que la ciencia encuentre la cura.
Los periodistas no somos científicos ni autoridades. Pero tenemos que difundir ciencia y normas para que el público entienda lo que sucede (ciencia) y cumpla con normas razonables (ley) que le permitirán sobrevivir. Cuando la ciencia no tiene respuestas, tiene la cortesía de decirlo. El problema es que cuando la autoridad en el Perú no las tiene organiza un zafarrancho en la comunicación. El gobierno de Vizcarra desarrolló con maestría el arte de confundir, pero se plantó firme en su confusión, aunque nos rellenara de normas irracionales que poco hicieron para amainar el desastre. El gobierno de Sagasti persevera en el error, pero tiene un problema adicional. Vizcarra dilapidó el capital de credibilidad del Estado. Ya no le queda saldo a este gobierno. ¿No lo sabe?
Este gobierno tiene ministros capaces que saben que no podían ir a una inmovilización que parará, otra vez, el 40% de la economía. Eso es hambre y el hambre también mata. Optó por una cuarentena quirúrgica, con prioridades y por regiones. Para el caso extremo, todo lo que pueda hacerse en remoto, incluyendo el sector público, a su casa. Centros educativos, cerrados. Con eso baja la presión sobre transporte público. Todo el comercio de bienes y servicios, a domicilio. Eso desaparece el contacto interpersonal. Los espacios de recreación públicos abiertos, donde toda persona puede salir una hora al día, con mascarilla, para no volverse loco.
Por todas estas razones, comunicar correctamente esta semana era lo que único que se debía, y podía, hacerse bien. Es gratis. Tenían argumentos. No soy una persona de ciencia (pero la respeto con humildad) pero sí soy una persona de leyes y de comunicación. Entiendo las peleas internas del gabinete, reflejadas en las confusas y hasta contradictorias declaraciones de los ministros y en las gigantescas omisiones presidenciales, pero, por el amor de Dios, ¿costaba tanto explicar desde el primer minuto que esta cuarentena no se parece a la anterior y que las posibilidades de empleo seguían abiertas para muchos? ¿Qué costaba asegurar a millones de trabajadores formales e informales que actividades intensivas en mano de obra como manufactura, pesca, construcción civil y minería seguirían operando? ¿Era muy difícil explicar que la prioridad está en suspender toda la vida social de las familias pero que se promovía el despacho a domicilio? Hasta esta hora no existe una norma completa, un texto único ordenado, de lo que sí se puede hacer. Se legisla por declaración, página web y twitter. ¿Qué les cuesta respetar el Estado de derecho?
Las consecuencias de tanta incompetencia las veremos mañana lunes. Si nadie obedece, entre los rebeldes y entre los que no entienden nada, el gobierno debería ponerse un espejo delante y multarse a sí mismo.
Columna publicada el domingo 30 de enero del 2021 en el diario La República
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