Un fin aun lejano
Un fin aún lejano
¿Puedo comprar algo que no existe? Por supuesto. En el mundo privado se transan todos los días operaciones sobre bienes futuros. Desde una cosecha, hasta el compromiso de escribir un libro. Se puede pactar libremente sobre lo que vendrá, sin que esté aquí hoy. ¿Tiene riesgos? Siempre los hay. Pero desde siempre todo riesgo puede ser valorado y tomarse medidas para asegurarlo o reducirlo.
Una vacuna de emergencia para una enfermedad que se conoce hace apenas meses, tiene que ser comprada antes de que exista. Apenas es viable, digamos que en la tercera fase, se puede valorar su eficacia, costo, distribución y todas las variables razonables. ¿Estamos seguros de que funcionará? No. Pero la pregunta que nos da la valoración correcta es otra: ¿Cuánto cuesta no poner ninguna vacuna a los peruanos? ¿Cuánto cuesta un nuevo confinamiento, una nueva recesión inducida, una nueva expansión de la oferta hospitalaria? Cualquier costo, hasta el de una vacuna que se comprometa, falle y nunca llega a producirse dentro de un paquete de varias opciones, será menor al de no tener ninguna vacuna.
¿Suena razonable? Creo que sí. Sin embargo, así no funciona el Estado peruano que, como regla general, tiene aversión al riesgo. Un funcionario del Ministerio de Salud no va a comprar, jamás, algo que no existe. Va contra todos sus reflejos de sobrevivencia. Y si, encima, puede ser que no funcione, peor aún. El fantasma de la Contraloría, la Fiscalía y la “comisión investigadora” recorren los pasillos de todo ministerio. El miedo a terminar procesado y condenado es peor que el miedo al Covid. Puede tener el ministro toda la energía, el presidente toda la decisión, pero el informe técnico se firma abajo y de ahí no sale ni con desatorador.
En principio el Perú tiene dos acuerdos para comprar vacunas. En concreto, no tenemos nada. Ni un solo contrato firmado mientras que Colombia y Chile arrancan sus vacunaciones masivas en enero. ¿Se tardó el Congreso con la aprobación de la ley? Si. Estaban dedicados a dar un golpe de Estado, cuando mas estabilidad requería el país para vencer la tragedia sanitaria y económica que nos llena de desconsuelo. No estuvieron, y ya no podrán estar, a la altura que esta desgracia requería. La ignoraron ocupados en dar leyes populistas que, felizmente, se están parando en el Tribunal Constitucional antes de destruir las finanzas públicas del Perú.
El grado de daño hecho por el congreso, no tiene paralelo ni con el congreso disuelto. Dos leyes descaradamente inconstitucionales, declaradas como tales por el TC (vienen más), una inestabilidad política que no ha cesado y una calificación del riesgo del país que pasó de “estable” a “negativa” según la agencia Fitch, ¡en solo 9 meses de trabajo!
De otro lado, desde esta columna hemos criticado con firmeza el fracaso sanitario y económico en el manejo de la pandemia por parte del gobierno de Martín Vizcarra. Puede haber tenido buena voluntad, pero eso nunca basta. Respecto a la vacuna también se equivocó. Los anuncios esperanzadores terminan siendo falsos cuando no van acompañados de gestión correcta. Cualquiera que ha pasado por el Estado sabe a cuál burocracia se enfrenta. Vizcarra conoce el Estado. No pudo ajustar donde tenía que hacerlo porque tal vez siempre compartió el mismo miedo a comprar lo que no existe.
¿Hay esperanza? Por supuesto. La buena noticia es que las vacunas hoy si existen. Ya no son una promesa. Aprobadas por la FDA y demás autoridades sanitarias del mundo, no puede existir un funcionario que se niegue a comprarlas. La mala noticia es que llegamos tarde y la fila es larga. Saldremos del baile del Covid a la cola del mundo, pero, tarde o temprano, saldremos. Hasta la próxima plaga donde habremos aprendido a comprar a futuro. O tal vez, no.
Columna publicada el d0mingo 20 de diciembre del año 2020 en el diario La República
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