Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

31 octubre, 2016

Mi Presi en «Marshmallow Mode»

Es dulce, muy dulce. Es blando, muy blando. Así es un marshmallow. En las llamas de la fogata se carbomiza por fuera y se derrite por dentro.

Una lectora me propuso la analogía con nuestro Presidente. Y no le falta razón. El hombre es bueno, como el pan. Me encanta conversar con él. Culto, fino, sensible. Un tipazo, la verdad. El suegro/abuelo/tío paternal/padre que todos quisieran tener. Inteligente pero a la vez austero con sus emociones, dado que, por razones de crianza – que entiendo a la perfección – «la sensibilidad no debe mostrarse en público». Pero que es dulce, lo es. Debajo de una ligera capa dura, que es pequeña, esta ahí, todo el dulce que quieran. Su interpretación de la flauta, sus trato con los niños músicos, sus nietos, todo lo delata. Ni que decir su real turbación por la muerte de los bomberos. Ahí no hay nada fingido. La tristeza, la conmoción, era real. Ahí esta la dulzura.

¿Blando? Le cuesta mucho sancionar a alguien. No debe haber castigado jamás a uno de sus hijos mandándolo a su cuarto. No puede. No va con él. La traición de Moreno lo desmoronó emocionalmente, me cuentan. Le dolió. A un político curtido estas cosas no le duelen, las tramita, la expele y punto.  A un empresario de Wall Street, no le duele nada. El, que es un político curtido, un empresario criado en las durezas del mercado, no puede. Le da pena. Aunque parezca mentira. La compasión no suele ser una virtud política en el Perú.

Por eso es que no puede confrontar. No puede poner en orden a Violeta, a su partido o su bancada. Expulsa a  sus asesores, pero sigue hablando con ellos. Se le infiltran los que le controlan con quien se reúne, y no se da por enterado. Y cuando se entera, perdona.  Sabemos que puede gritar a un periodista que lo harta o lanzar su famoso !!No, No, No!!! pero últimamente no pierde la paciencia ante nada. Todo lo acepta, todo lo lee, todo lo perdona. ¿Le pasan un papel para que se consagre al Corazón de Jesús? Lo lee sin pestañar, sin darse cuenta del contexto de sus palabras. ¿Le preguntan por Chlimper como miembro del directorio del BCR? ¡Se deshace en elogios! Olvida por completo todo lo que dijo en el segundo debate presidencial sobre el Secretario General de Fuerza Popular.

Si Keiko Fujimori lo recibiera, él iría a buscarla y no al revés. Encantado. Almuerza con García – cuando esta a punto de reventar Lava Jato – y después se muere de risa. No es porque este de acuerdo en nada con García. Simplemente esta en «modo marshmallow». Dulce y blando con todos.

¿Teme PPK la vacancia? Es la única explicación a tantas concesiones. La autopercepción de su debilidad política. Pero hay también rasgos del propio carácter. No es malo que un Presidente sea sensible o se conmueva. Tan poco es malo que en un gobernante aparezca la compasión. Lo que es peligroso, para él y para la democracia, es que estos sentimientos – que tanto esfuerzo le cuesta ocultar – dominen su presidencia. Un Presidente es un líder y un líder debe gobernar. Eso significa ejercer la autoridad que le confiere el pueblo. lo que para bien o para mal es tomar decisiones difíciles, a veces horribles,  cortar presupuestos, parar obras mal hechas, cortar cabezas, rastrear y acabar con incentivos perversos y con corrupción abierta. Esa tarea no puede ser sólo de los Ministros.

El Presidente no puede ser blando con la corrupción por lo tanto no debe asociarse con corruptos. Ni para la foto. Mucho menos elogiarlos. Y de ninguna manera perdonarles la vida y mantenerlos cerca a él por purita compasión. Tampoco puede ser furgón de cola del fujimorismo cuando aseguró, en la campaña, que esta era la hora de escoger entre la democracia y el autoritarismo. Si él era la democracia, ¿por que tener compasión con el autoritarismo? Tiene que abandonar la onda «peace and love» y comenzar a mostrar un rasgo que ha salvado a todo Presidente débil (éste no es el primero): ¡firmeza!

Porque si sigue así, cuando las llamas lo alcancen, porque ese día llegará, terminará carbonizado por fuera y derretido por dentro. Hecho chicle, para usar bien la analogía.

 

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