Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

13 julio, 2016

Esas extrañas cosas que me pasan

Ilustración: Guillermo Figueroa

Leo porque me gusta leer y escribo porque disfruto hacerlo. Lo mismo me pasa con la radio y con la televisión. Me gusta hacer el trabajo de preparar una entrevista, estar informada con anticipación, aprender algo nuevo, y claro, usar todo ese material, más la memoria histórica que siempre auxilia, para entrevistar. Me encanta entrevistar. También me gusta trabajar con la producción y estar en los detalles con los reporteros, discutir una pauta, finalmente armar un programa y dirigirlo. Esa adrenalina no es  para todos, lo sé, pero es lo que más me gusta hacer. El corazón de mi trabajo hoy esta ahí. En escribir aquí y en La República, hacer radio a diario en Radio Santa Rosa y una vez por semana, grabar una entrevista para TVPUCP.

Luego de que saliera abruptamente del Grupo RPP y de ATV, en menos 15 días, en junio del 2013, (cortesía, dicen las buenas lenguas, de las llamadas a los dueños de ex Presidente Alan García indignado por los informes sobre narcoindultos de Daniel Yovera) comencé a enseñar en la PUCP, actividad que disfruto mucho aunque demande más tiempo del que pueda creerse. Con ingresos reducidos me ofrecieron hacer ejercicios de simulación o entrenamiento para entrevistas (se llama «media training» en inglés) para empresarios a los que evidentemente nunca voy a entrevistar en mi vida profesional. Fue un aprendizaje veloz y divertido porque de lo que se trata, más o menos, es de «torturar» a alguien que jamás ha sido entrevistado. Los resultados pueden ser sorprendentes y a la vez, muy educativos para los que se someten al ejercicio. En la medida de que no se ha tratado nunca de políticos, mis siempre potenciales entrevistados, no encontré conflicto de interés. Lo sigo haciendo, hasta con personas del mundo científico y académico, que tienen mucho que decir pero, a veces, no saben como hacerlo.

El asunto es que parece que mal no lo hago y por ello, supongo, la loca de idea de Glatzer Tuesta y Gustavo Gorriti de entrenar a PPK para el segundo debate presidencial, fue eficaz.  Así, en una forma muy directa mi experiencia reciente en la materia, en lo que pudo haber favorecido a PPK, se la debo al ex Presidente García. Dejarme sin trabajo fue, visto a la distancia, una forma impensada de ayudar al adversario. Nadie sabe para quien trabaja. Quién lo diría ¿verdad?

Gustavo Gorriti y yo, amantes del full disclousure, contamos el asunto del entrenamiento a la mañana siguiente del debate presidencial en Lima para furia o regocijo de algunos. El hecho es que lo haría igual. Pero a partir de ese momento algunas cosas extrañas han comenzado a pasar en mi vida.

Nuestra Lima, ciudad virreinal, cree o sospecha que yo soy una especie de «consejera perpetua» del Presidente electo. No puedo dejar mal a nadie que ha sufrido esa temporal alucinación así que no daré nombres pero he recibido llamadas con sugerencias, mails pidiendo recomendaciones de trabajo y hasta sobres con nombres de Ministros. Gente de buena fe que esta convencida de mi «llegada», por más que yo me desgañite diciendo lo contrario. No es mi función, ni mi trabajo, estar de gestora de asuntos que no  me incumben, ni son parte de lo que disfruto ser: periodista.  Salvo que se trate de un asunto de vida o muerte – y con muerte me refiero a una persona en el trance de morir – nunca he levantado el teléfono para hacer recomendaciones o pedir favores. Mucho menos a un Presidente que acaba de ser elegido y  que si pusiera en cola a los pedigüeños, seguro darían la vuelta a la manzana de su  casa.

Otro fenómeno extraño acompañó al de los pedidos. Como es obvio, tengo muy buenas relaciones con algunos, pocos, de los Ministros actuales a los que conozco bien por mi trabajo y que han tenido la gentileza de ser mis entrevistados cuando las papas han quemado en el último quinquenio. No hay nada que facilite más el trabajo (y que se gane mi respeto) que tener un Ministro dando la cara ante preguntas duras, pero hechas desde la preparación de una buena investigación y con el respeto que todos merecemos. Por el contrario, no hay nada que moleste más a un periodista que un político que no da la cara, que no acepta nunca entrevistas y que sólo va a uno o dos medios favoritos. Esa conducta de veto selectivo es muy injusta y muy practicada desde el poder en este último quinquenio, incluyendo al propio Presidente.

Pues, ¿Qué creen que me pasa? Ahora resulta que algún ministro saliente que jamás me dio ni la hora, quiere «reunirse» a solas conmigo para darme un balance de su gestión. ¿Para que? ¿Se van la próxima semana y me llaman hoy? ¿Por que no vienen a la radio, como lo han hecho ya algunos, y le dan el balance al pueblo? ¿Me quieren usar de vocera? Francamente, ya mucho descaro. En los meses y semanas pasados he tenido reuniones con Ministros que tienen el legítimo temor de que algunos programas que han costado esfuerzo y dinero al Estado desaparezcan por razones políticas. Eso, lo puedo entender. Pero ¿estas llamadas de última hora?  ¿Qué pasó? ¿Me volví súbitamente importante e influyente?

Para que les quede claro a todos. A los nuevos y los viejos.  A los que entran y los que salen. Me gusta ser periodista y no quiero ser funcionaria publica. Ya hice mi servicio civil cuando era muy joven. Ya pase por ese aprendizaje. Es un trabajo extenuante, mal pagado y peor reconocido, sujeto a persecución judicial y mediatica. No gracias. La dosis diaria de insultos que recibo en las redes sociales es más que suficiente. Tampoco quiero postular a lobista, ni fundar una firma de comunicación corporativa. Solo quiero seguir haciendo periodismo, si me lo permiten. Los periodistas guardan distancia prudente con el poder, venga de donde venga. Conocen todo, se enteran de todo (lo publicable y lo impublicable), escuchan a todos (es un deber hacerlo), agradecen a sus fuentes, pero mantienen distancia. No hay otra forma de hacerlo bien. Cuando me retire, les prometo avisar. Pero eso, aún no sucede.

Eso sí,  respondo a quien con sinceridad, me pide mi ayuda desde el Estado, siempre que sea gratuita. Lo hago con todas mis capacidades, mi consejo u opinión, cuando creo que hay una razón superior y de servicio al país de por medio. Y si me piden un «off the record» y hay mérito, se concede. Eso es todo. A cambio de eso no pido nada, ni hago favores a nadie, ni influyó a favor de ninguna causa que no sea alguna de bien social, en la que yo misma crea y que yo misma haga pública.

Lo único que pido de un político es lo que detesta darme:  una entrevista pública.  Para que ustedes y yo estemos mejor informados. Nada más.

 

 

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