Feroz, clandestina, cobarde
Si me piden resumir hoy que necesita urgentemente mi país lo podría decir en una línea: mucha, pero mucha más inversión privada y muchos, pero muchos menos muertos en las calles.
Ambas cosas pasan, nos guste o no, por la acción del gobierno y éste como ya esta claro, no da la talla en ninguna. Entiéndase gobierno en un sentido amplio que pasa por toda la respuesta estatal a dos problemas en las que responsabilidades directas están a la vista de todos.
Un gobierno que no mate y que no deje matar, solo para empezar por el piso básico de convivencia humana. No se construye un país en paz con 49 muertos por proyectil de arma de fuego de la Policía Nacional y del Ejercito (el caso Huamanga) sobre los que el gobierno reacciona entre el negacionismo y la atribución de culpa a los mismos muertos. Lo único que se logra es el inmovilismo que garantiza la permanencia temporal en el poder al conjunto de “ganadores” de esta masacre. Les recomiendo que revisen el informe de la CVR que mañana cumple 20 años. Si la lectura les aburre pueden ver la película “1985” en donde se dramatiza el juicio a las Juntas Militares Argentinas. La lectura del alegato final del fiscal Julio César Strassera retumba hasta hoy en toda América Latina. “Feroz, clandestina, cobarde” fue la represión. ¿No comparten estas características todos los homicidios a personas inocentes en el Perú cuyo único delito fue protestar en distintos días y lugares contra una sucesión constitucional que hasta hoy les cuesta entender? En el Perú de Boluarte, feroz porque bastaba detener y se mató; clandestina porque se niega todo y cobarde porque se mató a balazos a gente desarmada. ¿Qué país vas a construir con mínimos valores morales ante ese desprecio por la vida?
Pero el gobierno no solo mata. Deja matar. La absoluta impericia en resolver los graves problemas de delincuencia común llena noticieros de sangre. Hasta parece que ante la inmovilidad total es lo único que sí pasa. Acribillados por impedir un robo, asesinados por negarse a una extorsión, baleados por defender un negocio, un auto, un hijo, un celular. Esto es todos los días y en visión panorámica de cámara seguridad que dará carne para la señal abierta de televisión. ¿Cuántos homicidios grabados, a color o en blanco y negro, con sus respectivas repeticiones en cámara lenta, ve un niño peruano antes de ir al colegio en horario de protección al menor? Lo reto a que lleve la cuenta con los dedos cada día de esta semana. No le van a alcanzar. Y si no son muertos por bala, lo son por cuchillo, por intento frustrado. Muertos, muertos y más muertos en el café con leche. Por supuesto nos hablará el general, el ministro y la presidenta. Pero es vano el chamullo habitual. No tienen idea de cómo gestionar el monopolio de la violencia que les entregamos para protegernos. ¿Cómo lo harían si ya corrompieron a las fuerzas policiales ordenándoles disparar contra civiles desarmados porque eran “terroristas”? Tan perdidos andan que hasta invocan al aspirante a dictador, Bukele.
¿Se puede invertir en un país donde la vida no vale nada? Se puede. Entonces, ¿por qué no sucede en el Perú? Porque es una inversión de gran riesgo. Si la vida (el mayor de todos los derechos) no vale nada, ¿qué puede valer la propiedad? ¿Qué puede valer un contrato si hay que llevarlo a un tribunal internacional y litigar por años? En el Perú de hoy no hay seguridad jurídica. Nula durante el gobierno de Castillo (quien decía garantizarla sin credibilidad alguna) teníamos a Guido Bellido amenazando con la expropiación de Camisea y a toda la izquierda clamando por una Asamblea Constituyente (incluida Boluarte, pueden ver los videos de la campaña) cuyo único objeto es la destrucción del capítulo económico, única garantía hoy de que no llegue el hambre. Ahora pasamos a un alcalde de Lima supuestamente de derechas extremas que declara nulo un contrato de inversión extranjera de forma unilateral. No sigo con el Congreso, la SUNAT y el resto de las barbaridades que hace la administración pública porque no tengo espacio. ¿Quién michi va a poner un centavo en el Perú? El capital extranjero, que urge para crear empleo y por tanto prosperidad, se espanta con la mera amenaza. Cuando llega la acción suele haber huido. Y con él se va la gente. 400,000 peruanos salieron el 2022 para no volver.
¿Puede el Ejecutivo y el legislativo sobrevivir en plan inmóvil? Puede. ¿Aun cuando las historias de corrupción les revienten en la cara a diario? Puede. ¿Aún cuando los muertos se acumulen? Puede. Pero que un pueblo, al que también se le quiere robar la esperanza, se los aguante, es otra historia.
Columna publicada el día domingo 27 de agosto del año 2023 en el Diario La República
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