Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

2 diciembre, 2022

Sin noticias de Dios de Pedro Salinas

El jueves 1 de diciembre del año 2022, en la librería El Virrey, presenté el libro de Pedro Salinas, «Sin noticias de Dios».

Comparto el texto que prepare para esa noche.

 

Sin noticias de Dios

Pedro Salinas me ha hecho un encargo difícil. Leer casi 900 páginas de un libro enciclopédico sobre una tragedia que, lamentablemente y a pesar de los esfuerzos del autor y de miles de víctimas en el mundo, esta aún muy lejos de estar concluida.

El abuso sexual, físico y psicológico de niños y jóvenes en instituciones verticales y autoritarias no es un fenómeno nuevo. Pero adquiere, dentro de la iglesia católica una doble dimensión. No solo está el pavoroso y permanente daño a las víctimas sino también la absoluta traición a Cristo. Que en abuso de su nombre se perpetren estos crímenes ha sacudido a la Iglesia Católica en los últimos 25 años de un modo en que nada será igual. Hacer esta historia dolorosa, publica y visible ha costado mucho a las víctimas. Y muchas de ellas, aún hoy, no han recibido reconocimiento, reparación, ni verdad. Mucho menos sanción para los victimarios.

Este libro es parte de esta historia de horrores, contada como diario personal, parte de guerra y libro de memorias. Todo a la vez. Una historia a la que el autor no solo da vida, sino, me consta, le ha dado buena parte de su vida. Con enorme costo personal, recogido, a veces con humor y a veces con desgarro, hay aquí un testimonio donde Pedro ha dejado la piel y parte de la columna y sus vertebras, para ser exactos. No ha sido fácil leerlo, como no me fue fácil leer Mitad monjes, mitad soldados. El dolor de los amigos siempre es más cercano. Como lo es de los padres, madres, hermanos que han reconocido en este y otros textos, porque se los ocultaron, el grave daño que sufrieron sus hijos y hermanos.

Pero pasemos a este libro. La obra se centra en los abusos cometidos y encubiertos por casi 40 años al interior del Sodalicio de Vida Cristiana, más conocido por el latinazgo Sodalitium. En el año 2015 y luego de 5 años de investigación y recopilación de testimonios Pedro, en colaboración con Paola Ugaz, publicó Mitad monjes, mitad soldados. El libro lo cambio todo, para bien y para mal. Las sucesivas reediciones ampliaron testimonios y detalles de victimarios que al principio permanecieron ocultos. Convocaron a muchos más a hablar y, sobre todo, a recordar. Creo yo que leer el testimonio de unos, ayudo a otros a entender que habían normalizado los abusos para poder sobrevivir. En los años posteriores, han aparecido otras obras como “La Jaula Invisible” de Martín Lopez de Romaña (yo, como Pedro creo que el mejor y más completo testimonio individual de lo vivido) o “Siervas” de Camila Bustamante, una investigación periodística del poco estudiado ángulo de los abusos en organizaciones femeninas. MMMS gatillo una literatura desconocida hasta ese entonces en la región. Este libro hace también referencia a esta “biblioteca” del horror que se compone de novelas, libros testimoniales, investigaciones periodísticas y obras de teatro.

Entenderse victimas fue un proceso muy doloroso, en el que Pedro los ha acompañado, junto con Paola, no solo como periodistas, sino (y esto es terrible) también como víctimas, ahora de la persecución judicial que también se explica con detalle en este libro.

Pero no nos adelantemos. Son 900 páginas. La obra recoge en primer término, todas las repercusiones de Mitad Monjes, Mitad soldados. Los anuncios iniciales y fallidos, de Verdad y Reparación, las dos comisiones que se formaron, las promesas rotas e incumplidas y hasta un intento de soborno nada sutil con Pedro.  Pagos pequeños e insuficientes a precio de pacto de silencio fue la consigna. Por eso, en esos primeros años, surgió la lucha por justicia. Justicia penal, ordinaria, poniendo el foco donde era evidente que no se había puesto y en donde no hay prescripción que valga: graves violaciones a los derechos humanos por condiciones de esclavitud. Personas a las que se les negó toda oportunidad educativa para que realizaran trabajo doméstico gratuito en condiciones durísimas, sin horarios, ni descansos para la satisfacción de todos los caprichos del fundador. La defensa de los victimarios se centraría en la prescripción de los crímenes sexuales y en su difícil probanza. Pero probar servidumbre o esclavitud moderna, no era tan difícil. O así se creyó en un inicio. Todo ésta aquí, con mucho detalle. Las idas y venidas en una fiscalía que hoy, años después sigue en “investigaciones preliminares”.

Siempre he sentido gran curiosidad por entender la racionalidad de lo perverso. Organizaciones verticales y autoritarias que manipulan mentes jóvenes hasta anularles el pensamiento crítico hay muchas y muy tóxicas. Desde las juventudes hitlerianas hasta los terroristas de Abimael Guzmán, la lavada de cerebro tiene características homogéneas: Culto al líder, dotar de una estructura que todo lo resuelve, hacerte parte de una elite de elegidos, “especiales”, seducir con la promesa de la cercanía al todopoderoso líder, dotar de una “ideología” sin dudas, ni fisuras que todo lo puede y todo lo sabe. Por supuesto alejar al captado de su familia, amigos y hacerle creer que esta solo y que su única familia es la que tiene en esta nueva estructura. Un sistema aterrador de premios y castigos, de favoritos y de caídos en desgracia termina convirtiendo, muchas veces a la víctima en victimario de otros hasta reproducir una y otra vez, el mismo circulo de opresión.

Muchas veces se ha explicado y cabe repetirlo hoy. De eso, no se sale con facilidad. Solo con una red de apoyo externo y una tremenda resiliencia es posible. No todos lo lograron. Este libro también recoge las caídas, la depresión y los intentos de suicidio. La imposibilidad de encajar o de reconstruir. Algunos, aún hoy, no quieren hablar del tema. No todos han tenido apoyo psicológico para vencer miedos incrustados por años de vejaciones. La humillación personal se mezcla con una culpa inculcada. Por eso, cuando alguien se iba, se encargaban de darle la última patada. A Pedro, Luis Fernando Figari, el hombre por el cual se quemó un brazo sin pestañar, le dijo: “Nunca serás feliz”. Una maldición de tu profeta no es cualquier cosa. Es un daño brutal e infligido dolosamente.

La justicia abarca también el destino de la institución. Aquí se explica un asunto que discutimos hace años con Pedro. En la Iglesia Católica, cualquier asociación de fieles se funda bajo un carisma. El Espíritu Santo, que es Dios, está presente. Por lo tanto, para ser valida esa fundación solo es posible si es que está orientada al bien. Una fundación orientada a satisfacer las perversiones de su fundador es nula de origen en términos canónicos. No puedo dejar de pensar en esos niños y jóvenes puros que tenían fe, que aspiraban a una vida santa y espiritual a los que no solo manipularon y explotaron, sino a los que arrebataron esa fe en Dios. Hasta eso les quitaron. ¿Cómo va a tener carisma una institución que por sus crímenes aleja a los hombres de Dios? Pero esa justicia, como dice el Capitulo II, tarda y no ha llegado aún. En ningún de los escenarios donde se ha buscado. Ni el civil, ni el penal, ni el eclesiástico. Aún no. Esas son las noticias que no llegan.

Pedro ha querido contar lo que paso en el Sodalicio, año a año, desde que se publicó Mitad Monjes y Mitad Soldados. A eso dedica los dos primeros capítulos. Pero, en el extenso capitulo III, salta de los procesos internos que suceden en el Perú, y entre el Perú y Roma a los múltiples procesos que en paralelo va conociendo en la iglesia universal. Se recorre, en el Perú, la respuesta vacía del Tribunal Eclesiástico de Lima, los episodios del Visitador, la separación (nunca expulsión) y supuesto castigo” a Figari, la entrevistas con las dos comisiones, los decretos vaticanos y los informes de la Comisión Sánchez Palacios y el de McChesney/Elliot, las reparaciones negadas o recortadas, el Comisariato inconducente. Me sorprendo en la página 471. Habló conmigo misma. Es un relato tedioso y frustrante, porque cuando parece que por fin se va a escuchar a las victimas y satisfacer sus legitimas demandas, una y otra vez, se estrellan con una realidad de encubrimiento, complicidad e indiferencia. Lo que piden las victimas que hablan en estas páginas no son sumas millonarias, ni la destrucción de la iglesia católica como sus detractores señalan. Piden, en primer lugar, respeto. Respeto a su dignidad y a la verdad. Quieren que se reconozca el daño que sufrieron, que este daño fue y es estructural y no fruto de los actos de un par de pervertidos; que las disculpas no puede ser colectivas, ni privadas sino individuales caso por caso y públicas ante la comunidad y que las personas gravemente afectadas en su salud física y mental o abandonadas en estado de indigencia sean reparadas económicamente para cubrir los costos mínimos de sus tratamientos y de su manutención luego de décadas donde se les negó toda oportunidad educativa y laboral, sometidos a ser servidumbre no remunerada. Quieren, finalmente, que nadie sufra lo que han sufrido y que por tanto se disuelva el Sodalicio por falta de carisma fundacional.

Pero decía que Pedro salta, en este largo capitulo, a una dimensión universal del problema de los abusos sexuales, físicos y psicológicos en la iglesia católica. ¿Por qué? Porque sin quererlo ni buscarlo, se convirtió en un referente peruano del problema de los abusos en la iglesia. Ha estrechado contactos en el mundo entero, conocido a detalle otros casos similares como los Legionarios de Cristo o los abusos del sacerdote chileno Karadima. No son los únicos. Pedro va recogiendo las mismas historias y el mismo patrón de encubrimiento: donde hay denuncia, las víctimas son silenciadas. Luchan por décadas. Siguen buscando justicia, unidas por un vínculo sólido con el autor, que no deja de dar sus perfiles y celebrar sus triunfos y condenar sus derrotas. Los amigos de Chile, merecen un especial agradecimiento. Pedro sabe por qué. Vamos así, de Estados Unidos a Europa. Francia, Holanda, Alemania, España. De regreso a América Latina y de ahí a Australia. Las cifras, los casos, los abusos, las reuniones en Roma, las alocuciones papales, las promesas amontonadas. La lectura llega a ser abrumadora hasta la náusea. Miles de miles de víctimas.

Cuando estaba leyendo el libro, les confieso que me queje con el autor. Saca ese capítulo o redúcelo, le dije. Vas a abarcar mucho, te vas por otros lados, te está quedando muy larga. No hubo forma. Entiendo por qué. Pedro, sin quererlo ni buscarlo, invirtió mucho tiempo investigando patrones de conducta. Hizo en el camino, amistades duraderas, y entendió en qué medida él también había sido un fanático y una víctima. Pero sobre todas las razones anteriores, podía aprender que había pasado con los victimarios y las instituciones que fundaron. Es un relato frustrante con resultados mixtos, pero en la lectura de Pedro los victimarios la sacaron barata. Aquí y en todas partes. De ahí la urgencia de contar estas historias paralelas, para que aquí no pase y que, si está pasando, se corrija. Todo urge y nada avanza.

El largo asedio es el capítulo dedicado a la persecución judicial contra todos los periodistas que han tenido el valor de contar las historias de abusos. Al principio, no se atrevieron. Pero cuando se comenzó a investigar los negocios de la organización el ataque fue frontal. Desde el Obispo de Piura hasta el “eco sistema de difamación” de persecución judicial que llevo al allanamiento de la casa de Pedro donde lo único que se llevaron fue el disco duro con el borrador de este libro y su teléfono celular. Toda la persecución judicial contra Paola Ugaz, basada en mentiras y calumnias que fiscales ávidos de figuración por su destacada ignorancia mantienen en investigación perpetua, está aquí. También Daniel Yovera, por decir la verdad sobre el caso de la Urbanización Miraflores ha sido perseguido. Los nombres de los victimarios están claramente listados aquí, para que nadie los olvide nunca. La fecha clave de su activación concertada: agosto del 2018, son pocos, siempre los mismos y por años en lo mismo. Es imposible creer en coincidencias.

El libro remata con el Informe de Alberto De Belaunde como presidente de la Comisión Investigadora de los abusos institucionales en el Congreso 2020 – 2021. Este ha sido el único intento serio de investigar, a nivel estatal, lo que pasó en el Sodalicio. El informe nunca fue votado, pero si difundido. Yo tuve la oportunidad de leerlo. Colocarlo aquí lo rescata de un inmerecido olvido.

El libro cita decenas de casos y cita a las víctimas muchas veces con su propia voz. Es imposible pasar revista a todos ellos esta noche. Emergen en cada capítulo, van y vienen y tienen tremendas interacciones con la cúpula del Sodalicio, con las autoridades de la iglesia, con fiscales y abogados. Todas estas personas tienen luces y sombras. Algunos, muchas más luces que sombras. Las identidades protegidas siguen estando protegidas. Hay casos no autorizados de publicación. Le pedí a Pedro un índice onomástico para navegar en este mar de datos y recuerdos. No le dio el tiempo, pero debería hacerlo. Hay personas que aparecen aquí en muy diferentes momentos de sus vidas y un lector despreocupado puede quedarse sólo con un pedazo de la historia. Pero la gran mayoría siguen luchando.

Mención especial merece el Papa Francisco. Pese a todas las resistencias internas, ha reconocido a las víctimas. Es el Papa que más acción ha realizado por ellas en varios planos. Sabe de las investigaciones de Pedro y a Pao y las alienta y agradece. Pero enfrenta dos grandes problemas: el encubrimiento de la jerarquía y las pocas fuerzas internas preparadas para investigar y sancionar un fenómeno global. Cuando Pedro visita y describe las oficinas de la Sagrada Congregación de la Fe, entiendes que puede haber voluntad, pero no hay equipo humano suficiente para atender la demanda. La pedofilia en la iglesia es una pandemia catastrófica y siendo la iglesia católica la institución más descentralizada del mundo, si las Diócesis no se tiran al hombro la tarea, no hay un ejército que venga de Roma. Una debilidad manifiesta porque históricamente son las diócesis las que encubren.

No les cuento el Epilogo, porque no se los voy a contar todo. Pero va del allanamiento en Mala, en la casa de Pedro y no puedo dejar de decir que nada como someter a un escritor con sentido del humor a la policía y la  fiscalía, En medio de la tensión y el abuso, hay lugar para el ridículo.

Términos con esto: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados. Bienaventurados los que lloran porque serán consolados. Esta no es una promesa de la iglesia, es una promesa de Cristo Dios. Como sabe bien Pedro yo he tenido la suerte de no perder la fe. Soy la amiga católica que le recuerda que lo que él y sus compañeros vivieron no es la iglesia de Cristo sino el delirio de un pervertido manipulador y de una jerarquía que estuvo ausente, miro para otro lado o, lo que es más grave, consintió. Yo creo, que, a diferencia del título del libro, Pedro ha tenido muchas noticias de Dios y la seguirá teniendo. Todavía nada de lo demandado, ni en lo penal, ni en lo eclesiástico, es la verdad. Pero lo que pasa es que Dios a veces le habla bajito a Pedro o sus noticias llegan en forma extraña. La última, en una foto de Paola Ugaz con el Papa Francisco (gran noticia que ya no entró en el libro) por el simbolismo que tiene para todas las victimas

Y un dato final raro, de esos que le gustan a Pedro. Me anime a buscar en el RAE el significado de la palabra Sodalicio. “Asociación o Sociedad de fieles o religiosos”. Lo curioso es la nota del diccionario: “este término está en desuso en el derecho canónico vigente”. Tal vez esta advertencia encierra una profecía próxima a cumplirse.

Esa es mi esperanza.

Muchas gracias

Librería El Virrey, 1 de Diciembre del 2022

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