El Estado informal
“Otros dicen: ¿y donde esta esa acta que se ha ido usted a esa región? Nosotros no tenemos un acta, tenemos cientos de actas firmadas y asumimos el compromiso de que las vamos a atender, a todo el pueblo del país”. Esta es la respuesta, consignando palabra a palabra, del presidente Castillo a una legitima interrogante de los medios de comunicación sobre las actas de los doce consejos de ministros descentralizados. Hasta el momento, sólo se conoce una.
La respuesta del presidente nos ofrece una lectura de lo que él entiende por un acta y probablemente de lo que entiende por el concepto “consejo de ministros”. El problema está en que lo que él entiende poco tiene que ver con la ley y el estado de derecho. La formalidad de los actos de un poder del Estado no es un asunto banal. Las formas prescritas por la ley son una garantía del debido proceso y por tanto de los derechos de toda la sociedad. Están ahí para evitar el abuso de poder, para poner limites y contrapesos.
La declaración deja en claro que el presidente del Perú no distingue entre un acta producida en una reunión entre partes, de cualquier naturaleza, y un acta de consejo de ministros. Para él, da lo mismo, por eso “tenemos cientos”. Los consejos de ministros están regulados en la Constitución y en la ley orgánica del poder ejecutivo. Tienen ciertos fines muy específicos. El primero, aprobar toda la legislación que requiera su voto y todos los proyectos de ley que deben ser enviados al congreso como iniciativa propia. El segundo, aprobar ciertos mensajes como los del presidente o el del presidente del consejo de ministros ante el congreso. El tercero, ser un espacio de deliberación entre ministros, para tomar decisiones sobre política pública. Entre ministros, no entre ministros y la población. Por ello la agenda debe prepararse con la anticipación debida. El acta final recoge la agenda, las votaciones y aprobación de producción legislativa y da cuenta de los acuerdos, si se dieron.
¿Ignorancia supina o dolo presidencial? Es posible que más lo primero que lo segundo. Un hombre que no es capaz de poner una cita entre comillas, ¿podrá redactar un acta? ¿Entenderá cabalmente la institución que preside? ¿Habrá leído la ley orgánica del poder ejecutivo? ¿Siquiera la Constitución? “Cientos de actas”, dice. Como si el asunto fuera al peso. Sea como fuera, dolo, ignorancia o negligencia quienes lo rodean si saben distinguir la diferencia y ninguno de los ministros es tan soberanamente inculto como para saber que “cientos de actas firmadas” no es la respuesta correcta. Un acta de consejos de ministros, lo saben, salva o condena en el tiempo.
Vladimir Cerrón tiene un pacto de ocasión con Aníbal Torres que incluye hacer proselitismo político al interior del país usando al gabinete. Esa es la verdad. No hay ningún acta porque no hay ningún consejo de ministros donde se delibere asuntos de interés nacional. Hay un espectáculo de circo, donde son convocadas a dedo personas afines al gobierno (aunque no han faltado las voces rebeldes) que se pasan el micrófono para lucimiento local en plena campaña. Todos hablan algo para el olvido y ahí termina. El costo es alto, el resultado escaso. Pero para Cerrón es campaña gratis para Perú Libre y, para Castillo, es un día más en la presidencia porque todo lo que importa es durar. ¿Para los peruanos? Es la consagración del Estado informal en su más alta cumbre.
Tremenda fiesta debería haber llamado la atención de algún poder del Estado que haga contrapeso. Pero, esto es lo peor, no hay respuesta. María del Carmen Alva cree que debe hacer lo mismo y se disfraza de campesina en Huancavelica porque ella es “la verdadera representante del pueblo”. Los organismos electorales, por su parte, ni cuenta dan de lo que es una infracción al proceso electoral. Los partidos políticos, representados en el congreso y que algo deberían hacer con la competencia desleal, ni se agitan.
Todo igual entonces. Nada de que preocuparse. Tenemos cientos de actas.
Columna publicada el día domingo 22 de Mayo del año 2022 en el diario La República
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