Nosotros somos los cautivos
Como era previsible, el presidente de la república se negó, otra vez, a aceptar su realidad. Aterrado por perder el poder, su agenda de gobierno se reduce hoy a un único punto: “no me vaquen”. No hay más que eso y permitir que el entorno robe mientras pueda en la lotería de puestos públicos. No nombró a un presidente del consejo de ministros que le propusiera un gabinete (violando, otra vez, la constitución) sino a un abogado que lo defendiera frente al congreso. El resto de los puestos los repartió entre las curules “cautivas” (frase de un profético tuit de Vladimir Cerrón que luego borró) cuyo número mágico es 44.
¿El ministro de salud pone en riesgo el programa de vacunación? En realidad, nunca importó. Cevallos se volvió incomodo cuando superó en popularidad al presidente y Condori es el ahijado arrecimado de Cerrón. ¿Lo demás? ¿Qué mejor que renuncien todos para repartir puestos? El ministro de Energía y Minas, otro ahijado de Cerrón, también ha organizado una estampida sectorial. Para más, no les da a ninguno, así que todos tranquilos que aquí nada se mueve. En agricultura, un profesor congresista asegura la cuota magisterial. En cultura va un abogado de Somos Perú, sin importar si algo sabe del tema, porque qué más da. También está en Mincetur la cuota de JPP (sin Nuevo Perú que está lavándose con lejía, pero la mancha no quiere salir). Bermejo esta quiñado con el desastre de Valer, pero asegura los votos para llegar a los 44. ¿Las mujeres están molestas? Les damos su feminista y las callamos. Cancillería y MEF, mejor los cuidamos, porque sin apoyo internacional y sin plata, no se logra nada, y ya está listo el plato.
No se cansen buscando más lógica o ideología en el último arrebato presidencial preparado por los Vivertos y Cerrón al alimón. Es la nacionalización de todos los vicios del gobierno regional. El nuevo ¡puesto público o muerte! ¡venceremos! Hay que ver la cara de felicidad del ministro de salud diciendo que no renuncia como quien se ha sacado un huachito de la lotería. “Que me lo prueben pe” es su himno mientras miente en cámara en menos de 24 horas, tres veces como Pedro. “Siempre negando” es el mantra de la administración.
Toda solución democrática y constitucional pasa por el congreso. Pero ahí las cosas no son mejores. Escuchar a María de Carmen Alva defender su estabilidad laboral es tan penoso como el video de Condori vendiendo agüita hexagonal. “Caimanes del mismo pozo” decía Hugo Chávez. Nunca tan a pelo. La misma codicia, la misma ineptitud, la misma falta de lectura de la realidad. No hay forma jurídica o política de convocar a elecciones presidenciales sin convocar a elecciones parlamentarias. O se baraja y se reparte todo el naipe de nuevo o no hay juego posible de ser soportado por el país. No entendieron nada con Merino y parece que no han aprendido la lección. Excepciones singulares, la población desprecia al congreso como institución y a los congresistas como personas porque siempre se han puesto de lado de la angurria. ¿Quién vaca a un presidente a meses de dejar el cargo en medio de una pandemia sin vacunas? ¿Qué salvajismo político es capaz de hacer algo así? El nuestro.
¿Salvará la democracia el congreso que se tira abajo la muy popular reforma universitaria sin importarle nada mas que los negocios particulares que no hacen distingos ideológicos? ¿Podrá el parlamento protestar por el nombramiento del ministro de salud cuando perpetúa al ministro de transportes y su modelo informal de combi asesina? Si el Ejecutivo es un desastre, el congreso es su par. El gobierno ni siquiera tiene mayoría y la oposición solo ha logrado censurar un ministro en 7 meses. Uno. ¿Todos los demás? Bien gracias.
En el Perú de hoy los únicos cautivos somos nosotros. Atrapados entre un gobierno carterista, que roba con monedero, sin ningún proyecto o visión de futuro; y un congreso adherido a la mafia y a la planilla como todo destino. Desesperados por dar un golpe de Estado (otra vez), sin asumir los costos políticos de sus actos, los congresistas deben saber ya que, si se van, se tienen que ir todos. Una minoría lo sabe, pero una mayoría prefiere el status quo para no perder nada. Deben saber que el mismo horror que les produce que se quede el presidente y se vaya el congreso, nos produce que se vaya el presidente y se quede el congreso.
Cautivos porque ni el presidente ni el congreso van a cambiar. No nos hagamos ilusiones donde no caben. La esperanza está afuera de los poderes del Estado, pero esa, todavía no brilla.
Columna publicada el doming0 13 de febrero del año 2022 en el diario La República
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