Ideas en debate
Escucho decir que en esta breve campaña no han existido ideas y que hoy vamos a votar en torno a personas, percepciones y emociones. Es verdad que la política es antropomórfica y que un mínimo de conexión emocional es indispensable entre electores y elegidos, pero, ¿es posible votar masivamente en la ausencia de ideas?
Contrario al sentir común creo que hay tres debates que recorren la política peruana desde hace tres años y se mantendrán en la campaña del 2021. Son ideas que dividen y que a veces polarizan. Cuestiones no resueltas aún, pero en vía de maduración que producirán un resultado tal vez, a largo plazo.
La primera idea es que hay un conjunto de personas cuyos derechos están disminuidos. Mujeres, niños, ancianos, población LGTB, migrantes (internos o extranjeros) son vulnerables en el Perú por razones históricas que aún son parte, lamentablemente, de nuestra cultura. Sin embargo, son hoy colectividades más organizadas, con propuesta y programa político que pasa por el Congreso y por la acción del Ejecutivo. Una generación joven, entre 20 y 30 años no tolera el machismo, la discriminación y la xenofobia y exige acción. Sin embargo, hay resistencia. La educación con enfoque de género, para erradicar parte de estos males sociales, ésta en el debate de grupos muy conservadores que tal vez sean vencidos en estas elecciones en su versión más agresiva, pero que sobrevivirán en otros que, por ejemplo, han llegado a aceptar la unión civil, pero combatirán el matrimonio igualitario.
La segunda idea en debate es la del régimen económico establecido en la Constitución o lo que la izquierda llama el “modelo neoliberal” (algo tan difuso como la mal llamada ideología de género) a la cual culpan de todas las pestes imaginables, reales o fantásticas. Desde que la izquierda agita el fetiche del cambio de Constitución como fórmula mágica, poco efecto ha tenido, pero el descontento económico encuentra sus caminos como lo hemos visto en Chile. El paquete anti mercados libres incluye una posición anti minera, endurecimiento de leyes laborales en un mercado donde 80% del país es informal, aumento de impuestos y de tasas impositivas, y un agresivo rol para un Estado empresario. Vacunados en los ochentas contra el modelo estatista, la discusión regresa con una nueva generación que no conoce ni recuerda las penurias que vivieron sus padres. Tal vez el enganche este en una real preocupación ecológica que no tuvieron generaciones anteriores, pero en el Perú el eje popular aún no está ahí.
La tercera idea en debate es el cambio del Congreso como institución. Base del estado moderno y pilar de la democracia representativa, los congresos están en crisis en el mundo entero. Su prestigio no puede depender solo de la calidad personal de sus integrantes sino de las reglas de juego que lo constituyen y regulan su vida institucional. Es decir, la institución tiene que ser mucho más que las personas que la integran. Esa reforma será resistida porque afecta las prerrogativas de los partidos políticos en su lucha y permanencia en el poder, pero es un camino inevitable, como lo es la demanda ciudadana por un sistema de justicia, que de manera empática haga sentido al ciudadano común. No se puede recuperar la confianza institucional en instituciones que en la práctica no lo son. Primero, hay que crearlas. Esa es la tarea más urgente.
Columna publicada el domingo 26 de enero del 2020 en el diario La República
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