Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

22 julio, 2019

Vargas Llosa y el periodismo político

Nos convocan hoy, en esta feria del libro en homenaje a Mario Vargas Llosa, para hablar de su faceta no literaria, sino periodística, teniendo como eje, la política. Desde muy temprano en su carrera literaria, Vargas Llosa encuentra en la columna de opinión, escrita a veces como reporte desde el sitio, a veces como meditación personal, un camino para poner su propia voz en el desconcierto que nos produce a todos, el ejercicio cotidiano del poder. Es su forma de “hacer política” sin militar en ninguna organización que no sea la de sus propias ideas. Y dentro de ellas, ser leal a una moral libertaria que asoma desde sus primeros textos.

En preparación para esta tarde, he estado releyendo “Contra viento y marea”, una selección de textos periodísticos, escogidos por el propio autor, que cubren (en mis dos viejas ediciones) un periodo que va desde 1962 hasta 1988, antes de la única aventura política real del novelista con la candidatura del Fredemo en 1990. En el prólogo de esta edición, fechado en Lima en 1982, hace 37 años, tenemos un buen resumen del pensamiento político del autor que vamos a explorar en estos minutos.

Lo primero que debo anotar, en los años en que Vargas Llosa aún se calificaba como “socialista” es una resistencia visceral a lo que se llamaba en los sesenta una “literatura comprometida”.  Bajo esta hipótesis, el intelectual estaba al servicio de la revolución por lo que, todo lo que escribiera debía inspirarse y servir de alimento a la causa. Vargas Llosa pone por encima de cualquier consideración política su libertad de creación y la va a defender con uñas y dientes, en cada texto, mucho antes de su rompimiento con Cuba. Tal vez, justamente, por esa intrínseca convicción libertaria (ese compromiso con un derecho universal tan básico como la libertad de creación) esa ruptura, con o sin caso Padilla, hubiera sido inevitable.

Lo curioso, sin embargo, es que la literatura “no comprometida” de Vargas Llosa termina teniendo como unos de sus tópicos eje el poder. Desde “Los Jefes”, hasta hoy, su necesidad de describir lo que llamaron en su premiación como Nobel, “las cartografías del poder” ha sido una obsesión. La fascinación y el asco por los salvadores de la patria, los mesías y todas sus encarnaciones totalitarias están plasmadas en novelas en apariencia tan disimiles como “Conversación en La Catedral”, “La Guerra del Fin del Mundo” o “La Fiesta del Chivo”, pero que tienen un mismo hilo conductor. ¿Qué diferencia puede haber entre Odría y Trujillo salvo el lapso de permanencia en el poder o su grado de crueldad?

En la literatura de Vargas Llosa alguien manda, alguien obedece con fanatismo, alguien ejerce el poder sin límites y alguien viene a limitarlo. Pero una cosa es la literatura, y otra (de la que eventualmente se puede nutrir) es el periodismo político. La diferencia la marca casi desde el principio de sus columnas.

Lo segundo es esta apuesta por los derechos humanos desde la perspectiva moral de Camus que termina, por su propia evolución, adoptando. Es decir, tenemos que preservar las libertades de los seres humanos sobre cualquier proyecto político, sin importar sus promesas redentoras. No importa si se trata del paraíso socialista o del paraíso capitalista. En el momento en que los derechos humanos se subordinan al proyecto, Vargas Llosa huye despavorido y le augura (casi siempre con certeza) el peor de los finales. Un paraíso no tiene censura, un paraíso no tortura, un paraíso no tiene un campo de concentración. Cuando esto sucede, Vargas Llosa no es un escritor de rechazos parciales. Rechaza el todo porque considera que lo que se pierde siempre es mucho mayor de lo que se gana. De ahí su radicalidad, tantas veces incomprendida y que tanto le ha costado, cosechando detractores en todo el espectro político.

Lo tercero, es la adopción de la forma democrática de gobierno como el menos malo de los medios para gobernar. Su aborrecimiento de las dictaduras militares se forma en su juventud. Pero, cuando entiende que la dictadura cubana es la misma cosa, aunque los colores sean distintos, no hay vuelta atrás. “Contra viento y marea” contiene también cartas, que, con la apariencia del formato de una comunicación directa, están hechas para que las lea un gran público. Las cartas que dirigidas al poder protestan, por ejemplo, por la clausura de medios de comunicación tienen el valor de fijar posición en tiempos difíciles, siempre apostando en contra del abuso del poder.

Lo tercero, que viene ya en los textos de los ochentas, es el descubrimiento de las otras libertades: las económicas. Era también un camino inevitable. Un escritor comprometido solo con la libertad de su propia creación, y por extensión, con todas las libertades fundamentales no podía, no caminar hacia la forma democrática de gobierno y, por extensión finalmente, a hacía los mercados libres en donde encuentra sentido a la búsqueda de la prosperidad, sin sacrificar la libertad, que proclama en sus escritos. La igualdad de oportunidades, ese piso parejo a la entrada a un mercado libre es como hoy entiende lo que llamaba la justicia social. Vargas Llosa no está ciego a las profundas desigualdades de América Latina, por el contrario, las denuncia. Sin embargo, postula que estas no acabaran sin un camino hecho sobre la base de la libertad de cada persona para encontrar su propio destino sin dogmas únicos.

En cuarto lugar, hay también en el escritor una lucha constante contra las muchas amenazas políticas a la libertad en sus formas más modernas. Las dictaduras militares han desaparecido de América, pero se levantan otros peligros. Hay muchos textos periodísticos que fijan posición frente a los populismos y a los nacionalismos, como manifestación de odio y exclusión, así como la xenofobia alimentada desde el totalitarismo frente al fenómeno de la migración forzada por la violencia de regímenes autocráticos. También contra las democracias que se auto titulan como tales, pero que en esencia no lo son porque se sostienen en meras “representaciones electorales” que no son elecciones libres, ni justas o donde reina la censura, la persecución y hasta la tortura a los disidentes.

Así, el liberalismo se le fue imponiendo a Vargas Llosa, en la columna de opinión como un compromiso con los derechos humanos, la forma democrática de gobierno y la libertad económica. Esto se puede resumir en una frase: Estado de Derecho. Esa es, en síntesis, la propuesta política del escritor leyendo su trayectoria en 55 años de textos periodísticos.

Pero, ¿Vargas Llosa solo “hace política”, en ese sentido amplio desde el periodismo o también hace periodismo y la política es un tópico que le resulta inevitable?

Piedra de Toque, el nombre de la columna que escribe hasta hoy, ha pasado por mil avatares y ha ido expandiendo al mundo entero la voz de un escritor que no quiso militar y que rechazó, salvo una excepción, probar de las mieles tan agridulces del poder. Esa condición de testigo curioso ha llevado a Vargas Llosa no solo a cubrir los tópicos que hemos descrito sino también a viajar por el mundo entero, ahí donde su interés lo ha llevado, para hablarnos desde esta condición testimonial de asuntos tan diversos, a lo largo de décadas, como su experiencia directa en Cuba, el terrorismo en Ucchurajay, el conflicto árabe – israelí o la resistencia intelectual hoy en Venezuela. Últimamente, cada vez con más frecuencia, escribe sentidos obituarios a los intelectuales que ha conocido y que, como una forma de aferrarse a su recuerdo, ofrece a los lectores para que no sean olvidados. Lo que muestran estos relatos “en el sitio” es un testimonio de primera mano, una mirada intelectual honesta y un compromiso con la veracidad que es la esencia del periodismo y que lo diferencia de la creación literaria. En eso, Vargas Llosa es periodista como el que más.

Si a estas virtudes se une esta terca consistencia con unas cuentas ideas de las que hemos hablado hoy, una erudición amable con el lector, que no lo ahuyenta sino lo acoge, tenemos la inmensa ventaja de tener a un gran escritor haciendo buen periodismo. El resultado no puede ser sino una ganancia para todos nosotros, al margen de los que compartan o no las posiciones de este escritor “no comprometido” que, vaya paradoja, jamás ha rehuido fijar posición, ni siquiera en las circunstancias más difíciles para la libertad y la democracia ahí donde ha tenido que decir cosas que no han gustado a todos o que han necesitado el paso de los años para ser cabalmente comprendidas.

Quiero terminar pidiendo un favor a los editores de Vargas Llosa. No hay una recopilación completa y actualizada de la obra periodística del autor. Estas ediciones están agotadas hace mucho tiempo. Esta, curiosamente (uno encuentra papeles olvidados en los libros) se compró en Arequipa cuando, según la boleta de venta, los números telefónicos tenían 5 dígitos y existía libreta tributaria. Tiempos de inflación, costó 25,200 soles. Creo que es hora de una nueva edición.

Muchas gracias.

Domingo, 21 de julio del año 2019.  Feria Internacional del Libro. Lima.

 

 

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