Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

14 agosto, 2016

Al día siguiente

Escribo 24 horas antes de que usted me lea.  Pero sospecho que las próximas 24 horas serán muy importantes para resolver un problema muy antiguo, invisible y doloroso. La mitad de nuestro país tiene algo que decir. Algo silenciado, algo a lo que la sociedad ha sido indiferente. Y vamos a salir a gritarlo a las calles. Las mujeres del Perú se hartaron de vivir en peores condiciones que los hombres de su mismo país.  Quieren igualdad, pero no de papel. No de discurso. No de migajas.

La marcha #NiUnaMenos, un éxito anticipado, por la suma de convocatorias múltiples, el consenso general de la justicia de la causa, el extendido abuso y la visibilización de casos judiciales de pesadilla, marca un hito que veo con gran entusiasmo y alegría. Las estructuras de poder y dominación masculinas no podrán resistirse más ante un reclamo tan urgente y multitudinario. No es posible hacer política contra el 50% del país.

Sin embargo, muchas cosas deben cambiar dentro de cada familia, cada escuela, cada centro de trabajo, cada parroquia, cada comunidad. Una encuesta de IPSOS publicada ayer lo dice claramente: 53% de limeños cree que una mujer con minifalda es culpable de ser acosada y un 76% cree que las mujeres infieles son, en alguna medida, culpables de los ataques físicos de sus parejas. El espanto tiene popularidad y eso debe cambiar. Las propias mujeres avasalladas, por la imposición de la fuerza física, por menores oportunidades de acceso a educación e independencia económica, por el miedo o por la vergüenza, aceptan situaciones que no hacen sino recordarnos cuan destruida puede estar la autoestima de una mujer, cuan tóxico puede ser el veneno, como para que ella misma se culpe del maltrato que recibe. Ese 76% las incluye.

Cuando se inculca a niños y niñas que sus cuerpos son intocables, se les transmite una y otra vez que son personas valiosas, con derechos. Nadie puede tocarte sin tu permiso y si alguien lo hace, debe ser castigado. Ese es el mensaje correcto. Pero, ¿qué pasa si no hay castigo? ¿Cómo educamos si esa no es la verdad?

El Congreso y muchas organizaciones con la mejor voluntad,  se pasaron meses negociando la Ley 30364, “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar”, aprobada el 2015. Muy bonito todo, muchas definiciones, muy buenas intenciones. Pero nunca pudieron aprobar las cosas elementales que se necesitan para que la punición exista. Mientras que el maltrato a la mujer siga siendo considerado dentro del tipo penal “lesiones”, no hay posibilidad de sanción real. Para decirlo en sencillo, mientras que no te den una paliza que te incapacite para el trabajo mandándote al hospital, no pasa nada. Esto es absurdo pero consistente con la encuesta. Sin tipo penal específico para cualquier acto de violencia contra la mujer – sea una cachetada o una puñalada- a los hombres nada les va a ocurrir. Ni siquiera la vergüenza pública es un disuasivo, ¿saben por qué? Porque la “culpa” es de ella. Así de simple. Lo dice la encuesta.

¿Por qué faltarle el respeto a un policía merece 8 años de cárcel y una pateadura a una mujer la absolución? No, no es casualidad. Las leyes no las hacen (mayoritariamente) las mujeres, tampoco las aplican, salvo raras excepciones que tienen internalizado el mismo machismo en el que se desenvuelven. Ni siquiera la inasistencia a la terapia obligatoria para agresores tiene sanción. Un saludazo a la bandera, ni más, ni menos la celebrada ley, que le otorga a la más machista de las instituciones – la policía nacional – potestades que jamás va a ejercer por propia disposición.

El cambio es en el hogar y en la escuela, por supuesto, pero sin una sociedad que sancione al agresor de hoy mismo, al asesino de mujeres de este mes, nada va a cambiar mañana. ¿Cuántas marchas tendremos que hacer entonces para que la siguiente generación de mujeres sea libre? Término con un dato más de la encuesta de Ipsos: 9 de cada 10 limeños considera a esta ciudad un lugar poco o nada seguro para las mujeres. En eso, es imposible estar en desacuerdo. Pero puede cambiar. Debe cambiar.

Columna publicada en el diario La República el domingo 14 de Agosto del 2016

#Ni Una Menos

 

 

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