Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

12 enero, 2016

Verónika Mendoza: No me gusta y si me gusta

Vista la histeria colectiva que provocó mi última columna esta va con advertencia. Esta es mi opinión libre.  Solo eso. Nada más. Si les merece aprecio, desprecio, respeto o repudio, la discusión no es conmigo. Es con ustedes mismos. ¡Voten por quien les dé la gana que no es asunto mío!

No me gusta:

1. No me gusta como comunica. Habla como «paper» de ciencias sociales. Cuando la escucho, estoy escuchando a una ONG y no a un ser humano. Todas las profesiones tienen su jerga, pero un político tiene que salir de esta y dirigirse a audiencias más grandes. En beneficio de Verónika Mendoza diré que este es un defecto común en la izquierda peruana. Muchos de sus voceros siempre hablan en complicado y «articulan» todo lo habido y por haber. Además hay un tono solemne, excesivamente dramático.  Mendoza es muy joven para tanta tristeza. ¿Pepe Mujica no es un mejor modelo a seguir? Campechano, directo, alegre. Todo lo que no hay en el discurso de Mendoza que resulta aburrido, triste y lejano. Siendo tan joven, habla como alguien muy mayor.

2. No me gusta la forma, pero menos me gusta el fondo. La forma se puede corregir, el fondo, no. Mendoza es socialista por lo tanto el paquete viene completo. Es decir, cree que el Estado no tiene un rol subsidiario en la economía sino principal y que este asigna y distribuye la riqueza mejor que los ciudadanos. Por tanto cree en el Estado empresario, el Estado intervencionista en el mercado ya sea regulando precios, controlando el tipo de cambio, estableciendo barreras al libre comercio y al comercio exterior. Yo creo que esto ya lo vivimos y lo ha vivido toda América Latina con resultados desastrosos para los ciudadanos. Los setentas y ochentas no deben volver, pero el discurso de Mendoza nos lleva inexorablemente a ese modelo fracasado.

3. No me gusta su partido. Tierra y Libertad (hoy transmutado en Frente Amplio) nació como un arma para acabar con la minería formal. Y remarcó lo de formal. Es decir se oponen a la existencia de minería que tributa, da empleo formal, utiliza y trae al Perú tecnología de punta. Dicen que su interés es proteger al medio ambiente y a las comunidades pero avalan la minería informal que destruye, contamina y desaparece comunidades. Ahora dicen que no son anti mineros. Pero han estado en Conga, en Las Bambas y en Tía María destruyendo toda posibilidad de inversión. Su éxito significa, a la larga, la ruina del Estado porque niegan una renta que redistribuida sería inmensa. Les guste o no el mineral, el gas y el petróleo están en el subsuelo peruano y lo estarán por milenios hasta que no se agote.

4. No me gusta la acción política contra la minería desplegada por Mendoza como congresista. Entiendo su huida del proyecto de Humala cuando éste dejó de ser de izquierda. Lo que no entiendo es que mienta diciendo que en Espinar la minería contaminó. No tenía, ni tiene ninguna prueba de ello y hasta hoy se sospecha que los altos valores de algunos metales encontrados tengan causas naturales. Es decir, están ahí desde siempre. Pero en el 2012 le mintió a una población asustada y ya sublevada que causó destrozos materiales y muertes. ¿Valió la pena mentir?

Si me gusta:

1. Me gusta que haya aceptado su doble nacionalidad sin hacer falsas promesas. Ella, como miles de peruanos tiene dos pasaportes. No negar a su madre que le dio la nacionalidad francesa me gusta. Me parece honesto.

2. Me gusta que tenga una educación superior de primer nivel. Psicóloga, maestría en ciencias sociales y maestría en educación en español son méritos importantes en una profesional que tiene hoy 36 años. Debería explotar estos méritos y esa juventud.

3. Me gusta que tenga militancia y carrera política. Militó en el nacionalismo desde el 2007 y postuló al Congreso por Cusco el 2011 ganando la elección. Sale del nacionalismo el 2012. Siempre ha estado en la izquierda y eso demuestra coherencia aunque la izquierda este dividida y atomizada.

4. Me gusta que no se le conozcan escándalos personales, faltas a la ética parlamentaria o asuntos de dinero sucio.

 

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