Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

11 Enero, 2023

¿Otro Castillo de arena?

Leo lo que escribí hace un año en este espacio. Dos únicas buenas acciones 2021: 83% de adultos vacunados con dos dosis y un buen directorio del BCR. Un año después, no puedo pensar en una sola buena noticia política. Salvo, claro, la caída de Castillo un presidente que ganó limpiamente las elecciones pero que, hace ya 12 meses no dudaba de calificar de ladrón. Su salida, sin embargo, no ha sido una buena noticia para un 30% a 40% de peruanos (según se mida) que no respaldan sus pillerías, pero creen que frente a Dina Boluarte y un Congreso plagado de pícaros, seguía siendo en mal menor y una mejor representación de ellos mismos.

Este año hemos tenido 6 primeros ministros. Dos de ellos, de Boluarte. Empezó pésimo. Juró el 7 de diciembre “hasta el 2026” para congraciarse con el congreso y recién el 11, casi a la medianoche reculó, luego de que la protesta explotará en Ica y en Andahuaylas. Ella nunca estuvo en las opciones de los encuestados como salida a la crisis, sin partido, sin bancada, sin bases sociales. Demasiado cerca a Castillo como su ministra, acogida por la derecha como transacción instantánea y temporal, fue de inmediato repudiada por toda la izquierda. Decretó un estado de emergencia cuando se le incendiaba el país y hasta hoy, no tiene una respuesta razonable para justificar las 27 muertes que su aún breve gobierno tiene encima. Sólo le queda apoyarse en una mayoría parlamentaria oportunista y precaria y en unas Fuerzas Armadas que le ofrecen orden a cambio de impunidad.

El país se va a incendiar de nuevo. Ese 30% furioso quiere su renuncia y en eso trabaja. Como con Merino, “cualquiera menos él” es el grito. Una diferencia a su favor es que ella nunca lo quiso y Merino, codicioso, conspiró desde el día uno para hacerse de la presidencia. Pero no va a ser suficiente. Parte sustancial del problema es que Boluarte no puede enfrentar la responsabilidad de los muertos con los que ya carga. Sus explicaciones son vagas e insuficientes.

Cualquiera que vivió en los años del terrorismo senderista y del MRTA puede verificar este dato: jamás intentaron siquiera tomar (menos aún de forma escalonada, en apenas una semana) los aeropuertos de Andahuaylas, Arequipa, Cusco y Ayacucho. Nunca. ¿por qué? Porque el terrorismo busca generar un estado de zozobra permanente con el menor número de recursos posibles. Es mas útil dinamitar una torre de alta tensión (dinamita y pocos terroristas) y bajarse la electricidad de Lima que tomar una posición que sería imposible sostener sin estar rodeado, con gran cantidad de bajas. Todos los actos de vandalismo, que han sido muy dolorosos para sus también víctimas, no apuntan al modus operandi del terrorismo.

Incendiar comisarias y oficinas del Poder Judicial y Ministerio Público es prueba del interés de mafias en desaparecer investigaciones en su contra. El error del gobierno es interpretar estos actos y la toma de aeropuertos y cierre de carreteras como remanentes del terrorismo senderista. La lógica de toda esa operación (bien coordinada) es cortas líneas de suministro a las fuerzas del orden que no podrán recibir refuerzos, alimentos y equipo. Las Fuerzas Armadas han respondido a este intento de cortar la línea logística como a un acto de guerra. Un error estratégico y táctico que pagara Boluarte muy pronto. La gran ventaja de los que protestan es que no tienen un único rostro. Se mezclan intereses y se alinean a lo que esperan sea una contienda electoral inminente. No hay un líder al cual apresar. Son múltiples y se agazapan detrás de tumultos, que son los que ponen el cuerpo.  Hay desde mafias (narcotráfico y minería ilegal), hasta miembros del Movadef, pasando por las bases de organizaciones políticas de izquierda que apoyaron la formula Castillo/Boluarte en las elecciones del 2021.

No es lo que deseo, pero, así las cosas, si no hay cambios radicales, la suerte de Dina Boluarte puede ser el de una presidenta a la que el recorte ofrecido al 2024 no le alcanza. Así. el Congreso tendra, otra vez, que ponerse a buscar un presidente no repudiado, en pocos meses. En esas circunstancias, la salida de Boluarte no adelanta las elecciones en casi nada (una cosa es “convocar de inmediato” y otra “realizar de inmediato” en el artículo 115 de la Constitución) porque igual se necesita un año, pero puede calmar la ira popular.

Creo que todos necesitamos un poco de esperanza para terminar el 2022. Pero no veo un congreso a la altura de las reformas (más preocupados están en asaltar Sunedu o desprestigiar candidaturas en redes sociales) y tampoco veo un gobierno que este leyendo bien su circunstancia. Deseo, de todo corazón, equivocarme y que tengamos un aterrizaje suave y pacífico, por eso, contra todo pronóstico, igual va mi aspiración: que todos tengan un feliz año 2023.

Columna publicada el 1 de enero del año 2023 en el diario La República

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