Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

30 Marzo, 2021

Fe, pandemia y política

En el censo del año 2017 un 76% de peruanos declaró ser católico; un 14.1 % cristiano evangélico; 5.1% señaló que no tenía ninguna fe; y, 4.8% dijo pertenecer a otras confesiones. Las cifras indicarían que en el Perú hay un robusto catolicismo, pero, entre lo declarado y lo practicado, hay un enorme abismo. Antes de la pandemia se calculaba que solo el 5% de los católicos asistía a misa dominical pudiendo crecer esta cifra a un 10% en caso de fiestas especiales.

¿Cambio la pandemia la práctica de nuestra fe? En varias conversaciones con obispos y párrocos sostenidas a lo largo del último año he recogido un testimonio recurrente. Las misas virtuales son seguidas por miles de fieles, a los cuales sería imposible de llevar físicamente a un templo por falta de espacio. Las iglesias están cerradas pero la virtualidad explota de devoción en números no vistos en tiempos anteriores. En fiestas especiales se pueden conectar medio millón de personas con la catedral de Lima. En la catedral de Huancayo, un domingo cualquiera, hay 60,000 asistentes. No hay eucaristía (el centro de la celebración), pero la necesidad de la palabra es inmensa. ¿Qué ha pasado?

La humanidad recurre en lo mas intimo de su espiritualidad a respuestas en tiempos desesperados. Y estos, lo son. Para quien tiene una fe dormida, los días de confinamiento y malas noticias, enfermedad y muerte cercana, pueden llevarlo a un despertar que busca en una semilla que se plantó décadas atrás. No funciona así para todos, tal vez menos para los más jóvenes, pero voltear los ojos a Dios es, en tiempos de desgracia, tan natural como respirar. Hay que agregar que la jerarquía católica en el Perú, desacreditada por una serie de escándalos de los que no salía con buen pie (y que alejaron a muchos) ha respondido con una entrega y un servicio que no sólo busca llevar alimento, oxigeno y ayudas materiales. La iglesia católica peruana esta acompañando un duelo largo y doloroso con manifestaciones físicas de consuelo a todos sus fieles.

Salvo algunos precedentes ocasionales, poco ha tenido que ver fé con política partidaria en los últimos 50 años. No es que los obispos no digan lo suyo de cuando en cuando, pero determinar ganadores o perdedores en una elección política, jamás. A mí me enseñaron que si el sacerdote te decía por quien votar durante la homilía te parabas y regresabas para el ofertorio. Un abuso de poder semejante era y es inaceptable. Solo puedo recordar dos incidentes. Monseñor Vargas Alzamora buscando votos para Mario Vargas Llosa en 1990 y Monseñor del Rio urgiendo a los parroquianos a no votar por Barnechea o Mendoza el 2016. Dos hechos bastante criticados, por cierto.

¿Por qué entonces se cuela en esta campaña el fundamentalismo religioso de López Aliaga en alianza con lo más radical del mundo evangélico? ¿Por qué ese “nacionalismo cristiano” al que se adscriben Trump o Bolsonaro puede tener predicamento en el Perú de hoy? Aunque termine siendo marginal (lo que espero) el fenómeno da cuenta de la manipulación de personas desesperadas por orden y predictibilidad: un mundo en donde si obedeces, serás premiado. Así, competir contra figuras de tanto poder simbólico como Cristo, la Virgen María o algunos santos es durísimo para una campaña laica.

Pero ¿en pandemia? Nadie lo ha medido aún, pero intuitivamente vemos grupos, sobre todo en el NSE A limeño, que han abandonado a Keiko Fujimori  (la “pecadora” que no honró a su padre) para saltar a los brazos de un hombre que se jacta de ser célibe y aplicarse un cilicio. Esto, en unos niveles de fanatismo que no admite interés por la verdad. No importa que el octavo mandamiento esté en juego todos los días (“no mentirás”) o que el sujeto destroce honras ajenas (pecado contra el quinto mandamiento) sin pestañar.

Circula en Whataspp un audio asusta beatas que señala que, si votas por Lescano, Mendoza, Forstyh o Guzmán serás premiada con una excomunión de facto. Pensé que era broma, pero no. Se lo toman muy en serio. Solo espero que este tipo de patrañas, tan ajenas a nuestra fé verdadera, se vayan junto con la peste para no volver nunca más.

Columna publicada el domingo 28 de marzo del año 2021 en el diario La República

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