Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

8 Diciembre, 2020

Esa piedra es conocida

Durante el interregno parlamentario, el entonces presidente Martín Vizcarra promulgó el decreto de urgencia que le daba otros diez años de vida al régimen de promoción agraria. Con varias mejoras laborales y reconociendo que, en veinte años de vigencia, la agricultura de agroexportación había revolucionado el campo en materia de productividad y expansión del empleo, nadie se quejó, salvo un sector de la izquierda.  Para proyectos de largo plazo en cultivos de larga maduración, sujetos al sube y baja de precios internacionales y con gran inversión en técnicas modernas de riego, un esquema de promoción parece razonable. La forma de trabajo agrícola, determinado por su estacionalidad y rotación de fundo en fundo, también necesitaba un régimen laboral propio como el que tiene, sin que nadie se sofoque, la construcción civil.

El régimen laboral agrario tenía exactamente los mismos beneficios que el régimen laboral general. Idénticos, salvo en la forma de pago que, como es obvio, se adapta a la movilidad del trabajador al que se le incluye la alícuota de las gratificaciones y demás para que pueda rotar de empresa en empresa, dependiendo de la demanda de empleo estacional. El régimen, pese a haber expandido el trabajo, sobre todo femenino, no ha logrado llegar al 96% de trabajadores del campo que siguen recibiendo ingresos mensuales por debajo del mínimo, sobre todo en el auto empleo agrícola. Las remuneraciones suben con la formalidad y bajan con la informalidad. Las cifras no son ningún misterio. Tampoco lo es el triunfo rotundo en atacar al 4% formal.

Las protestas y cierre de carreteras en Ica, Chao y Virú, más la del viernes en La Oroya, no obedecieron a un reclamo laboral al sector agroexportador. Ni siquiera el anuncio de la derogatoria del régimen laboral fue atractivo suficiente para detener la movilización que contó entre sus agitadores al congresista Lenin Bazán de Frente Amplio. Esa fue, como las acusaciones para dar un golpe, la excusa necesaria para justificar la promoción política del caos que traiga abajo a Sagasti. No fue difícil lograr adhesiones en una narrativa de explotador/explotado, que encaja bien con la culpa judío-cristiana de las clases medias limeñas, a lo que se suma el desempleo laboral juvenil que fue operativo en carreteras.

Un presidente débil, cuyo poder emana de un congreso que no se atreverá a confrontar. Ocho partidos golpistas, en ese mismo congreso, cuyas posibilidades electorales han desaparecido. Un único partido, en ese congreso, el Morado, que puede capitalizar de la debacle de sus pares, mas aún si a Sagasti le va, aunque sea modestamente, regular. Un congreso fragmentado y radicalizado en los extremos de la derecha y de la izquierda, que no tiene poder ni capacidad de construir nada, pero sí una destreza inagotable en lograr cuasi unanimidades para destruir todo.  Lo que sigue es de manual. En la Escuela de las Américas o en el Libro Rojo de Mao. Da lo mismo. Agudizar las contradicciones es la única consigna y han actuado en consecuencia. Desde la “devolución” de los aportes de la ONP hasta la derogatoria instantánea de toda la ley de promoción agraria, el guion es el mismo. La negativa a la investidura del gabinete era un escenario que hubiera dejado, al congreso, otra vez, como golpista. Por eso liquidaron el evento en pocas horas para moverse al más atractivo caos de la protesta.

Ha hecho bien Sagasti en dejar al congreso en posición adelantada en el tema agrario. Se deroga todo y listo. Ahora tienen que construir algo y eso los dejará expuestos porque no son capaces de hacerlo. Ha hecho bien el gobierno en no reprimir nada porque solo genera más radicalidad y esa exacerbación es buscada por el que agita. Pero hace mal en no identificar actores y no exponerlos. Una masa anónima es irreductible e irresponsable mientras sea anónima. Señalar quién es quién cambia toda la lógica del conflicto, colocando responsables en primera fila. Pasar de golpista a tira piedra es hoy, en el Perú, un pasaje demasiado sencillo. Si Sagasti no se defiende en ese escenario va a terminar como pavo navideño. Al horno y listo para que se lo coman el 25.

Columna publicada el domingo 6 de diciembre del año 2020 en el diario La República

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on Twitter

Responder a Diego Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *