Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

20 Enero, 2020

A una semana

Una campaña electoral rara. Así la podríamos resumir. Corta en su duración para elegir a su vez a un congreso de corta duración. Un evento político sin precedente en nuestra historia que, con las reformas que vienen, probablemente sea irrepetible.

Como nos solemos concentrar en lo negativo, tratemos esta semana de resaltar algunos aspectos positivos de la coyuntura. Lo primero a celebrar es que esta vez la Constitución funcionó como mecanismo de resolución de conflictos entre poderes. Todos los gobiernos democráticos del siglo XX terminaron en golpes de Estado – Bustamante (1945), Belaunde (1968) y Fujimori (1992) – cuando la oposición fue mayoría. Hace 37 años los constituyentes de 1993, conscientes de la historia, colocaron un mecanismo para evitar el golpe. Ha funcionado para bien de la democracia y ha sido lo ha reconocido el Tribunal Constitucional esta semana.

Lo segundo es reconocer que la temática de la discusión pública ha sufrido una variación importante. Los temas económicos y políticos han cedido el paso a materias de convivencia social, antes relegadas a espacios especializados o académicos. Machismo y discriminación nunca fueron, como en estas semanas, temas eje. Que lo sean habla bien de una ciudadanía preocupada no solo por su sobrevivencia material sino también por vivir en un entorno más solidario, inclusivo y amable con las minorías.

Lo tercero es observar nuevos liderazgos. Sobre todo, en mujeres jóvenes muy preparadas académicamente, con discurso y voz propia. Están en todos los partidos. Su emergencia puede coincidir con que este proceso electoral fuese menospreciado por las elites masculinas de sus partidos que se guardan para el 2021. Enhorabuena que fuera así. El poder no admite vacíos y ellas han ocupado el espacio que les han dejado libre con ganas de prevalecer no solo en esta elección. El ideal tradicional de mujer es que sea “buena”. Es decir, callada, sumisa y obediente. Se espera su silencio y su mirada al suelo frente al agravio. Pero ellas no se guardan nada. Estas nuevas líderes políticas se han hecho notar porque han enfrentado situaciones hostiles con una entereza pocas veces vistas. Dicen en voz muy alta lo que no van a aceptar y no reparan en denunciar al mundo cada ataque que han recibido. Un aire fresco llega a la política peruana para quedarse. Eso espero.

Lo cuarto es la derrota de los discursos extremistas. Los extremos tienen votantes. Pero son nichos pequeños a los que se puede servir desde una perspectiva muy focalizada. Una campaña nacional busca llegar a todos o casi todos, proponiendo problemas y soluciones que, si bien pueden no afectarle directamente, le interesan. Un discurso contra los derechos de las minorías o las mujeres no convoca a nadie. Al punto que una etiqueta positiva como “profamilia” ha caído en un enorme desprestigio porque excluye de un plumazo a todas las familias monoparentales. En 30% de hogares del Perú la cabeza de hogar es una mujer. Decirles que la familia es mamá, papá e hijos es negarlas. No se consiguen votos así en ningún país.

Finalmente, estamos viviendo la primera campaña sin publicidad privada en radio y televisión. Puede llamarse fría o apática por eso, pero les confieso que no extraño el ruido. El silencio permite leer y pensarlo mejor. A hacer la tarea.

Columna publicada el domingo 19 de enero del 2020 en el diario La República

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