Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

21 Mayo, 2019

La estrategia del cafecito

La bancada fujimorista y sus aliados apristas no tienen ningún interés en aprobar proyecto alguno de reforma política. No se oponen en abstracto a ninguno en particular. Una mirada serena les hace ver que el paquete reformador no solo da a los ciudadanos mejores oportunidades para elegir a sus representantes. Conviene a los partidos y a su militancia aprobarlas. Es pues, de mutuo beneficio tener a futuro, dos cámaras, eliminar el voto preferencial, tener primarias universales o aprobar un piso parejo para el financiamiento de campañas.  Si conviene a políticos y conviene a electores, ¿entonces por qué son resistidas?

La respuesta ésta en el año 2018. El éxito político de Vizcarra en el referéndum no sólo le permitió cosechar una enorme popularidad. También demolió lo que quedaba del fujimorismo, el que, con la líder en prisión, comenzó a desbandarse. Gracias a la inacción posterior de Vizcarra han logrado contener a sus miembros y afianzar otras alianzas que han frustrado el plan de Salaverry para cogobernar con el Ejecutivo hasta el 2021. El plan de diciembre, a estas alturas, parece haber abortado mientras que el fujimorismo duro se prepara para retomar la mesa directiva del Congreso.

En este contexto, ¿le va a dar el fujimorismo otro triunfo político a Vizcarra? ¿con su líder presa? Jamás. No hay forma. La lectura fujimorista y aprista pasa por la creencia firme de que Vizcarra controla el sistema de justicia y que – aun siendo falso – no cederán en nada hasta que no se les garantice la inmediata libertad de Keiko Fujimori. ¿Esa es una moneda de cambio posible para el Presidente? Jamás. Llegamos así a un punto muerto sin solución. El fujimorismo no va a regalar otro triunfo político a quien percibe como un traidor culpable del encierro “injusto” de su líder.

¿Importa la reforma política como para pelear por ella? Estoy convencida, como muchos lectores, que sería lo mejor para el futuro político del país aprobarla. Los cambios son radicales en algunos casos, pero muy favorables para construir una democracia sólida sin corrupción. Pero, ¿cuánto importa las bondades de estas reformas a una mayoría obsesionada en sus derrotas? Porque si algo colecciona el fujimorismo desde el 2016 son derrotas. O triunfos que terminaron en derrotas. La respuesta está sobre la mesa hace mucho: poco menos que nada.

La pregunta es entonces, ¿cuánto importa al gobierno? Pues la respuesta puede ser, sorprendentemente, la misma. Vizcarra cree que ya ganó. El referéndum fue su triunfo electoral. Con una ingenuidad sorprendente – en modo PPK – cree que el lema “el Perú primero” basta y sobra para gobernar y convencer a quienes controlan el Congreso con sangre en el ojo.  Pero, en la arena política peruana, nos guste o no, el bien común pocas veces esta primero. Y esta no es una de esas ocasiones.

Hay además un incentivo perverso. Los actuales congresistas no se van a reelegir. Por ello, no les interesa la presión popular. No han tenido ningún empacho en archivar un proyecto que proviene de una demanda ciudadana. Si le preguntan al país, en un referéndum, la mayoría votaría por la abolición absoluta de una institución que ha tenido resultados funestos amparando la impunidad política. La propuesta del Ejecutivo era mucho más tímida. Se proponía que la inmunidad parlamentaria sea levantada por la Corte Suprema como se hace en Chile. Ni eso quisieron aprobar.

En este contexto, el Presidente del Consejo de Ministros cree que tomarse un cafecito con Luz Salgado es una gran idea. Una brillante estrategia para crear espacios de negociación.  Es broma ¿verdad?

Columna publicada el domingo 19 de mayo del 2019 en el diario La República

 

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