Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

25 Diciembre, 2017

Una Navidad en paz

Escribo a pocas horas del dramático desenlace de la votación para vacar al Presidente Kiuczynski. El golpe contra la democracia no prosperó, pero las consecuencias de llevar la prepotencia al límite dejan una inmensa onda expansiva. Es como si toda la política peruana se hubiera desnudado ante el pueblo antes de que una bomba caiga sobre ellos.

Kenji Fujimori dejo a su hermana Keiko con una bancada de 61 miembros. Potente aún, pero ya sin la mayoría mínima calificada de 66 parlamentarios que exige la Constitución. El golpe, silencioso, es duro. Nada de esto fue pactado con el Presidente. Él creía – segundos antes de la votación – que el conteo iba en 85 votos a favor de la vacancia. Cuando apareció en pantalla el número 78 (79 con el voto de Galarreta) se asombró tanto como nos asombramos los que íbamos contando votos toda la tarde. ¿Qué hizo Kenji? Durante meses fue identificando y acogiendo a los ninguneados de su bancada, a los provincianos, a los que Keiko jamás oyó, a los que les quitaban su tiempo para hablar, a los que fueron pasados por la Comisión de Ética como medida amedrentadora, a las mujeres que se encerraban en el baño para no mostrar sus lágrimas. Los cobijo y les dio esperanza. Les dijo que si no lo ayudaban habría nuevas elecciones parlamentarias. Unas elecciones en las que ellos no serían bienvenidos.  De allí la importancia de anunciar las renuncias de los Vice Presidentes por parte del gobierno.

Un psicosocial de último minuto montado por el sector de Keiko trató de meter – mientras Alberto Borea defendía al Presidente – el indulto a Alberto Fujimori para asustar a Nuevo Perú y obligarlos a votar por la vacancia. Que la noticia la soltase Nicolás Lucar no es casualidad. Pero se desinfló rápido. Kenji jamás negoció un indulto. Varias fuentes me lo han confirmado.  Y el mismo Presidente me lo ha negado y asegurando que no hay tal trámite en marcha. Lo que Kenji Fujimori ha hecho es construir un espacio político propio, atractivo para más parlamentarios. Su objeto es recuperar el control de su partido. Hacer que otros pierdan el temor y dejar a su hermana aislada con el grupo “Condorito”. Es decir, con la moto taxi que no ha sabido darle su lugar a los demás.

Keiko no perdió la moción de vacancia. Perdió mucho más. Puede amenazar a los disidentes, pero abierta esa puerta – entre dedos amenazantes y lágrimas de júbilo – su codicia por el poder la lleva a su propia destrucción. Su padre y su hermano, unidos, la han derrotado. Y es solo el comienzo.

La izquierda es otro caso singular. Parece que por ahora tenemos dos izquierdas. La de Marisa Glave, la democrática y la de Marco Arana, que se quedó en Cuba o en Venezuela amando el poder totalitario. Arana fue advertido en todos los tonos que optar por la falsa dicotomía fujimorista “corrupción versus anticorrupciòn” era una trampa mortal. Su movimiento, para el 2021, será tildado de golpista y pro keikista, sin remedio.

Alan García quería el golpe, de ahí los mandatos pretorianos de unas bases que amenazaban con toda clase de disciplinas extremas a los disidentes. No le resulto porque dos se abstuvieron. Viene ahora Barata y su cantó lo debe tener muy preocupado. No solo al ex Presidente. A todos.

Acuña se dio cuenta que pararse al lado de los golpistas no le traería ningún redito y, al final, se apartó de la vacancia como de la viruela. Jugo bien sus cartas. La renuncia del Pastor Rosas le hace un favor, pero obliga a pensar a quien se mete al Congreso. Igual que Yeni Vilcatoma o Victor Andrés García Belaunde, sus casos merecen un psiquiatra antes que un politólogo.

El Presidente Kuczynski no ganó. No perdió, que en política no es lo mismo. Pero, quiero creer que se abre una ventana de esperanza para el Perú. El Presidente ha entendido, ¡por fin! que en política hay aliados, adversarios y francos enemigos y que, con cada uno de ellos, las reglas de juego son diferentes. La reacción de su propio gabinete, donde varios de sus miembros le pidieron que renunciará para luego abandonarlo a su suerte, tiene que ser para él una lección de vida sobre la traición y la lealtad de los que siempre son pocos y a, veces, completamente inesperados. De todo ello tiene que sacar un nuevo gabinete – esta vez de guerra – que haga política y ejecute políticas publicas sin temor a una sección matonesca del Congreso que ha sido vencida. Esos, keikistas, apristas de Alan García, e izquierdistas de Marco Arana son sus enemigos y como tales tienen que ser tratados. Con los adversarios se discrepa de buena fe, se negocia y se concerta. Pero, ¿con los que quieren vacarte? Nunca más.

Es posible que de este susto salgan cosas buenas. Por lo pronto recuperamos la Navidad que estaba casi perdida. Unas lindas fiestas para todos, porque el Perú se las ha ganado defendiendo no a un hombre sino a una institución, no a un Presidente sino a la democracia entera.

Domingo 24 de diciembre del 2017 publicada en La República

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