Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

16 Abril, 2017

Obras por corruptos

¿Le dieron 4 millones de dólares a Lula y 20 millones de dólares a Alejandro Toledo? Eso es lo que se desprende de las filtraciones de las confesiones de los funcionarios de la empresa Odebrecht en Brasil. Todavía no es información oficial, pero si asumimos por un momento que es cierta, algo no cuadra. Sin menospreciar a nadie, ¿Toledo cuesta en el mercado de las coimas 20 y Lula 4? Es decir, ¿Toledo es 5 veces más importante para Odebrecht que Lula? Puede ser que Lula se venda barato y Toledo (que dicen que pidió 35 millones de dólares) se venda caro. Pero lo que Lula hizo por Odebrecht y las empresas constructoras brasileras, actuando como su embajador de facto, durante y después de su mandato, en toda América, tiene que haberle rendido más a sus patrocinados que lo que les ofreció un Presidente peruano corrupto.

Lula debe estar exigiendo una explicación. ¿3 millones para la campaña de Ollanta Humala? ¿Y sólo 4 para él? ¿Qué pasó? Claro, me podrán decir que el Partido de los Trabajadores recibió cantidades mucho más altas para sus diferentes campañas y que los 4 millones fueron una entrega particular. Puede ser. Pero estos números siguen sin cuadrar. Tiene que haber en el hampa una jerarquía criminal ¿verdad? Personajes que cuestan más y otros que cuestan menos. Favores que tienen un precio más alto que otro. ¿La Interoceánica Sur versus toda la obra pública de Petrobras? No hay punto de comparación. ¿El Metro de Lima costo 9 millones en coimas? ¿Odebrecht sólo coimeó en dos obras públicas en el Perú?

La impresión que se tiene hasta hoy es que los mandamases de Odebrecht están dispuestos a cantarla todita y bien completa en Brasil, donde pueden perder la delación premiada si mienten. Pero, ¿en el resto del mundo? El cuento puede variar dependiendo de varios factores. Primero, la empresa desea sobrevivir y los incentivos judiciales en Estados Unidos, Suiza y Brasil están alineados para que así lo haga. Las inmensas reparaciones civiles a pagar en la próxima década tienen que salir de algún lugar. Está claro qué en Brasil, los van a dejar seguir operando. Ese es parte del trato. Con otro nombre y otras caras, pero el negocio, al menos el de Odebrecht, seguirá en marcha. Sino, nunca se hubiera producido una confesión coordinada de 70 funcionarios.

Segundo, si el negocio sigue en marcha, hay aliados fuera de Brasil con los que no vale la pena pelearse, si es que son percibos como potencialmente útiles para obras futuras.  Si ya no son de interés (políticos acabados, competidores, socios contratistas, proveedores) se puede decir todo y más. Si se perciben con potencial futuro, puede guardarse la información relevante para un momento más propicio, en donde, tal vez, la prescripción – o falta de tipificación delictiva – salve a un político de la cárcel, pero no la vergüenza pública en una futura campaña. Gran elemento de coacción ¿verdad?

Tercero, hay espacio para jugadas interesantes. A estas alturas es risible ver como cierta prensa peruana se desespera por encontrar, de pura pica por haberse equivocado, – con todos los condicionales posibles como “podría”, “tendría”, “habría” – algún delito a los Humala, cuando ya se ha explicado, desde hace años, que existe un pacto de impunidad partidaria que exonera a toda donación de campaña del ámbito penal. Pacto que este Congreso de mayoría fujimorista tampoco va a cambiar. ¿Qué los Humala recibieron 3 millones de dólares para su campaña? Aunque lo nieguen, es altamente probable que sea cierto. La confesión de Marcelo Odebrecht es una corroboración de lo dicho por Barata y reportado en esta columna hace meses, en eso no hay novedad. ¿Se puede probar el nexo causal con algún delito? Hasta ahora, no.

Pero lo interesante en el caso Humala es el mensaje encubierto. Si es cierto que Odebrecht le dio dinero a los Humala, a fines del 2010, cuando sus posibilidades electorales eran casi nulas, ¿acaso no pudo dar dinero a otras propuestas políticas con mayor aceptación en ese entonces? Parece ser lo que haría una organización criminal ¿verdad? Más aún con el incentivo de carecer de tipificación penal, siendo sólo una falta administrativa exclusiva para el receptor y no para el quien entrega el dinero. ¿Quién era la favorita en todas las encuestas para pasar a segunda vuelta, desde el primer día hasta el último, de la primera vuelta el 2011? Keiko Fujimori. ¿Y a ella, que hace cocktails de millonaria recaudación, no le iban a comprar las tarjetitas?

Al declarar el Presidente Kuczynski que Odebrecht no hará más obras en el Perú la empresa ha respondido entregando a algunos políticos quemados y guardando a otros para tiempos futuros, donde el negocio pueda abrirse de nuevo, si sabe administrar sus silencios. Para romper este incentivo perverso, tal vez, debamos ser tan pragmáticos como en Brasil y el MEF pueda pensar en una nueva modalidad del programa “Obras por Impuestos”. Este sería: “Obras por corruptos”.

Columna publicada en el diario La República el Domingo de Pascua, 16 de abril del 2007

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