Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

11 Abril, 2017

Quito versus Correa

Pase tres días en Quito y me traje algunas impresiones de viajera interesada en la cuestión pública que pueden ser útiles para el desarrollo de los acontecimientos venideros. Ecuador, el vecino más pequeño del Perú en extensión geográfica y en población es, sin embargo, una enorme caja de sorpresas. Acostumbrados históricamente a su precaria institucionalidad democrática, el Presidente Rafael Correa ha logrado mantenerse 10 años en el poder. Es toda una hazaña en la política ecuatoriana, no sólo hacer una nueva Constitución sino reelegirse y salir de escena dirigiendo su propia transición. Sin embargo, las dudas sobre el fraude para la elección de Lenin Moreno, sucesor elegido por el propio Correa, no se han despejado. Por el contrario, la conducta del Presidente no hace sino ahondarlas.

Me explican que la prolongada permanencia de Correa en el poder se explica en las extraordinarias y muy favorables circunstancias económicas externas de las que gozó el país hasta hace un par de años. El precio del petroleo le permitió darle algo a todos. A los mas ricos, negocios. A la clase media, empleo en el Estado. ¿Y a los mas pobres? Bonos mensuales de 50 dólares que reciben 500,000 familias.

Los negocios del Estado no han sido pocos. Un aeropuerto nuevo recibe al visitante en Quito y unas autopistas espectaculares rodean y entran a la ciudad. Ya quisiera exhibir el Perú las soluciones de infraestructura para una ciudad capital de apenas dos millones de habitantes. Me cuentan que todo Ecuador esta cruzado de estas mega obras viales. ¿Los contratistas? No, no hay sorpresa. En muchos casos, las compañías constructoras brasileñas condenadas en Brasil, aliadas con empresas locales. El mismo esquema del Perú sólo que, en plena campaña electoral, el tema de la corrupción no fue profundizado salvo contadas excepciones. ¿Por qué no se habla de corrupción en Ecuador? Porque la libertad de expresión esta permanentemente amenazada por un Presidente – que no se ahorra agravios verbales – y un sistema de justicia funcional a sus deseos de amedrentamiento.  Pero, como en toda Latino América, cuando la verdad se sepa – y se sabrá porque llega de afuera – no habrá fuerza que pueda contenerla.

Hoy, con el petroleo a 50 dólares el barril, los ecuatorianos de clase media la están pasando fatal. La gigantesca burocracia creada por Correa con 70 organismos de rango ministerial no paga sueldos que alcancen más que para la sobrevivencia. No hay nuevas inversiones. El capital privado es muchas veces perseguido y ha huido. La importación de toda clase de productos esta gravada con aranceles altísimos y la producción local, protegida con estas barreras de acceso, es muy cara también. Salvo la gasolina descaradamente subsidiada, todo es carísimo. Un autómovil modesto vale lo que en Lima uno de super lujo y un par de zapatos para un niño pueden costar 100 dólares sin problemas. Los grandes centros comerciales construidos en el boom económico dan pena. No va nadie. Se alquilan cientos de viviendas sin mayor éxito. Y el desempleo ha regresado a los niveles del 2007, año en que llegó Correa al poder con un discurso socialista que me recuerda al de Alan García en el periodo 1985 -1990. Ciertamente, Correa es un gran admirador de nuestro ex Presidente.

Hoy, con un subsidio a la pobreza de 50 dólares no creas una clientela. Correa, protagonista de la campaña de Lenin Moreno, se comprometió a subirlo a 150 dólares. Todavía no cumple y es improbable que su sucesor pueda hacerlo. La producción petrolera del Ecuador ya fue vendida por los próximos 10 años y el endeudamiento externo es mas del 40% del PBI. En resumen, el desempeño económico del Ecuador es el peor de Sudamérica, salvo por el insalvable caso de Venezuela.

Pensé que con Lenin Moreno proclamado como ganador – pese al pedido de recuento del opositor Guillermo Lasso quién denuncia un fraude – escucharía a Correa en el típico tono conciliador post batalla llamando a la “unidad nacional” y pidiendo “pasar la página” como suele suceder en elecciones muy dividas y siendo su papel el de irse. Me equivoque. Cientos de personas se reúnen todas las tardes en Quito frente al Consejo Nacional Electoral a protestar por un fraude que reclaman evidente, portando sus banderas ecuatorianas. Se quedan ahí, toda la tarde, con lluvia o sin ella. mientras que Correa filma a todos y cada uno de los asistentes. Escogerá a algunos para que en sus “sabatinas” – unas disertaciones inacabables en cadena nacional en donde habla “a lo Chávez” – los exponga y destroce mediante toda clase de amenazas e insultos. Este sábado denunció un complot de las encuestadoras y de los dos únicos canales de televisión que no controla el gobierno. Las amenazas van acompañadas de abusos tangibles. Una de las encuestadoras con mayor reputación fue allanada por un fiscal y sus computadoras y material, confiscados. ¿Motivo? No haber proclamado ganador a Moreno.

¿A que le teme Correa? Es decir, si como él dice, su candidato ya ganó, ¿por que la necesidad de una violencia verbal como la que dispara? Un viejo quiteño me respondió así: “Correa sabe que Quito saca Presidentes”. Algunos recuerdan los últimos días de su antecesor Lució Gutiérrez, los de Abdala Bucaram o los de Jamil Mahuad. Todo empezaba con cientos de personas protestando hasta que la marea crecía. Correa, con por lo menos la mitad del país en su contra, la sombra de una gran corrupción encima y una grave crisis económica en casa, sólo ha hecho lo que los autócratas en declive hacen: más Estado policial, más impuestos, menos libertades. La receta es conocida y sus resultados históricos, para un político astuto como Correa, deben tenerlo, efectivamente, en estado de permanente sobresalto.

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