Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

7 Agosto, 2016

Cambiar un modo de vida

Sábado 13 de Agosto 3 pm Campo de Marte

Palizas públicas y sentencias mínimas. Bastó eso para encender la mecha de un incendio  en un terreno abonado con siglos de abuso y décadas de protesta, a veces, solitaria o incomprendida. El problema siempre ha estado entre nosotros. Las mujeres siempre han sido violadas, golpeadas, manoseadas, dominadas psicológicamente, humilladas en público o en privado, recortadas en sus más elementales libertades por hombres que asumieron el rol de una masculinidad aprendida en términos de poder y dominación. El cambio en la mujer viene en hacer hoy visible lo oculto y protestar por ello. ¿El cambio en el hombre? Plantea otros retos.

Las reacciones a la marcha #NiUnaMenos en el Perú, enseñan que las mujeres están más listas a demandar que los hombres a cambiar. Muchos varones se han manifestado en redes sociales minimizando el problema. Resumo sus posiciones mayoritarias en tres.  Primero, la estrategia de la “victimización universal” que  se muestra en frases como “las mujeres también pegan”, “nosotros también somos víctimas”. Segundo, la estrategia de volver a lo invisible,  alegando que debemos “marchar contra toda clase de violencia”, como si la paz del mundo fuera lo mismo que tu padre te viole a los 5 años. No pues, no es lo mismo. ¿Verdad? Tercero, “ellas lo provocan”, argumento que en boca del Cardenal, le ha hecho un gran favor a la causa de la igualdad. Lo dicho espontáneamente fue tan espantoso  – él mismo así lo entendió – que sus disculpas, ofrecidas en un centro de mujeres violentadas, son la mejor prueba de que ese es un argumento que jamás se volverá a repetir – por lo menos en público – en el Perú.

Por supuesto que hay mujeres violentas, que la paz social es una meta deseable y que cualquier persona – hombre o mujer en cualquier ciudad del mundo – debería tomar medidas de precaución para evitar ser víctima de un delito. Pero las cifras son claras. Las mujeres son dramáticamente las más golpeadas y violadas (más del 95% de denuncias y ese es un subregistro) y este abuso se realiza no en la calle, sino dentro del espacio más seguro: el propio hogar y dentro de la familia cercana. Esa es la verdad. Tomar la excepción, para hacer la regla, es una coartada inmoral.

¿Se puede cambiar a una sociedad enferma? Si se puede. Hasta hace muy pocos años, golpear a los niños, incluso con elementos diseñados específicamente para ese fin, era parte no solo de lo permitido, sino de lo esperado, de un buen padre y de un buen maestro. Hoy, se puede ir detenido y en buena hora que así sea. El asunto no deja de regresar al siglo XX, de vez en cuando, con los defensores – incluidos congresistas, como vimos en el último quinquenio –  de los palmazos. Pero el cambio, se dio.

¿Cómo lograrlo esta vez? Hay lugares críticos para hacer grandes diferencias. Medios de comunicación, para empezar. El tratamiento del abuso es muchas veces deplorable, insistiendo en culpar a la receptora ya sea de los golpes, de su desfiguración o  de su propia muerte. ¿Quién no ha visto el titular “lo hizo por celos”, trasladándole así la culpa a ella? Lamentablemente, periodistas defensores de los perpetradores, no han faltado.

Otro lugar crítico ésta en el criterio de todos los operadores del sistema de justicia. Ellos no son irresponsables por sus sentencias – la culpa, la tienen – sin embargo, hay que entender que no han nacido de un huevo. Son parte del mismo sistema, de los mismos hogares, de las mismas prácticas machistas. “Recablearles” el cerebro va a tomar tiempo. Tienen que negar su esencia, su propio modo de vida.  Fiscales y jueces, hombres  y, lamentablemente,  mujeres, ayudan a perpetuar el triunfo del victimario impune. Si hay un lugar donde trabajar con determinación es ahí. Por eso es simbólico que la marcha “Ni Una Menos” termine frente a Palacio de Justicia.

¿Y las mujeres? Acompañarnos unas a otras, como lo hemos hecho por milenios. Pero ya no en silencio. Haciendo público – aunque no pueda judicializarse – en el centro de la misma familia, a quienes abusaron. Buscando cura – las hay – para las cicatrices del alma. Denunciando, aunque se burle el policía. Instando a todas la levantar la cabeza y la autoestima sabiendo que no es tu culpa, pero que no puedes volver a permitirlo y que tienes caminos para escapar de los muchos infiernos que en esta tierra te han impuesto contra tu voluntad.

Este sábado 13 de agosto todas vamos a marchar para que esta nueva sociedad emerja pronto. Mujeres y hombres, lo necesitan con urgencia. #NiUnaMenos

Columna publicada el Domingo 7 de Agosto del 2013 en el Diario La República

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on Twitter

Responder a Clallovi Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *