Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

23 Agosto, 2015

¿Cómo resolvemos el problema del dinero electoral?

¿Nadine Heredia se reunía con venezolanos chavistas o brasileros de PT que le daban plata a la mano? ¿A Keiko le mandaban cajas en efectivo de parte de empresarios amigos para que no gane “el chavista” y lo tenían que disimular con rifas inexistentes? ¿ El  aprista Agustín Mamtilla recogía “óbolos”  para la campaña hasta del mismo Montesinos?

La plata es el tema de campaña. Cuanto recaudas, cuanto tienes para gastar como techo, cuanto debes guardar para la segunda vuelta, cuanto “aire” debes comprar, cuando debes gastar.. En Estados Unidos los comandos de campaña tienen una fuerza recaudadora donde participa el candidato y otra que va decidiendo el gasto poco a poco, para llegar, exhaustos al día de las elecciones. Si no tienen dinero para llegar, salen de la campaña. La capacidad recaudadora de cientos de millones de dólares decide quien entra y quien no.

La plata es un tema feo. A diferencia de los anglosajones que te pueden preguntar con toda naturalidad apenas te conocen “How much you make?” (¿cuánto ganas?) esperando un número redondo anual, aquí esa pregunta sólo podría hacerse en un  marco de absoluta confianza. Hablar de dinero con un desconocido es una vulgaridad. Será la culpa católica, no lo sé, pero el dinero y el demonio caminan, en nuestra conciencia, de la mano. Por eso el dinero oscuro de la campaña sólo puede proceder de fuentes malignas.

Malignas o no, y a pesar de la explotación del tema de los fondos privados partidarios para hacer escandalo mediático, las prohibiciones en el Perú son pocas y las sanciones risibles. No existe delito  por recibir dinero de fuente prohibida y la sanción administrativa significa perder un financiamiento público que nunca se ha otorgado o unas multas que los partidos no pagan porque no tienen patrimonio. No extraña pues el desorden, las excusas para inventar ingresos de fuente desconocida, los egresos no declarados. Hay que recaudar, mucho y  muy rápido. Esa es la cruz de todo comando de campaña.

Un camino para terminar con este carnaval de plata es la sanción administrativa verdadera: perdida o suspensión  de la inscripción del partido o la inscripción del candidato. Además, sanciones penales, con responsabilidad solidaria del tesorero, comando de campaña y candidato. ¿Esta reforma esta en marcha? No. El Congreso ni ha mirado el proyecto de reforma de Ley de Partidos Políticos que ni siquiera tiene el filo que estoy proponiendo. Tiene que hacerlo y con urgencia.

El otro camino es el de la prohibición absoluta del financiamiento privado sustituyéndolo por el financiamiento público. ¿Cómo?

Se que es absolutamente impopular la idea, pero debemos analizar sus costos y beneficios. ¿Cuánto le cuesta a la ONPE organizar un proceso electoral a nivel nacional? ¿100 millones de soles? ¿200 millones de soles? Hoy el Estado, ya esta gastando partidas presupuestales importantes, porque la democracia, nos guste o no, cuesta dinero y mucho. Así que el ejercicio de los mecanismos de democracia universal ya los paga el Estado.

¿Nos interesa que dinero del narcotráfico, la minería ilegal,  la tala ilegal, la pesca negra, la extorsión y. en general, del crimen organizado entre a las campañas? No. Y ese es un argumento de peso. No hacer nada al respecto es un lujo que un país con una institucionalidad débil y vulnerable no puede darse. Este dinero, fluyendo libremente en la campaña significa, a futuro, compra para el delito de bancadas enteras y hasta de Presidentes.

¿Nos interesa que dinero de Estados extranjeros entre a la campaña? No, pésima idea. ¿Nos interesa que dinero del Estado, a través de personajes en el poder llegue a los candidatos a lo Montesinos? Peor. ¿Nos interesa que los intereses empresariales no estén transparentados en una campaña y metan millones de dólares en la total oscuridad? Menos aún. Las declaraciones de Walter Bayly del BCP señalando que le dieron dinero a un candidato sin poder decir a quien lo dió lo  pone en aprietos mediáticos (mas no legales) porque la donación no aparece en ningún registro de la ONPE. Eso no puede pasar más.

¿Que hacer?

Supongamos que tenemos 20 candidaturas presidenciales con sus respectivas listas congresales. Un financiamiento igual para todos, provisto por el Estado, los pone en igualdad de condiciones, no compromete a futuro a nadie y transparenta el origen de los fondos.

La ONPE tendría que actuar como Tesorería y comprar directamente la publicidad en medios, de acuerdo a la  estrategia de cada partido y hasta el techo de gasto permitido. Para lo demás, cada partido presentaría un presupuesto de gastos y los desembolsos se harían contra rendición de cuentas con comprobantes de pago validados por la Sunat.

Pensemos en un escenario en que cada partido reciba hasta 3 millones de dólares en primera vuelta. Si ven las declaraciones de la campaña del 2011 (en la que todos están en falta)  es una cifra generosa en comparación con lo declarado. Si el partido pasa a la segunda vuelta puede recibir 4 millones de dólares adicionales. ¿Costó total para el tesoro público? 68 millones de dólares.

Eso si, quien gaste fuera del presupuesto va preso (responsables directos y candidato) y el partido pierde la inscripción. Zanahoria y palo.

También tendrían que prohibirse las campañas personales de candidatos al parlamento, promoviendo el voto por lista y no por persona, como antecedente a la desaparición del voto preferencial. Eso, sería un gran ahorro para los candidatos y un menor bombardeo de imágenes para el elector.

Es verdad que el público detesta a los representantes de las instituciones que tenemos hoy y la idea de darles dinero del Estado puede resultar repulsiva. Pero el sistema descrito tiene mas ventajas que deméritos. Además, no permite a candidatos microscópicos “hacer caja” en campaña para luego usarla para fines personales. La ONPE, haciendo de tesorería, sólo pagaría gastos sustentados y efectivamente realizados.

Esta es por su puesto, una idea al viento. ¿Demasiado revolucionaria para el Perú ? Tal vez.  Pero tal vez alguien en el Congreso la lea y le interese y poco a poco se abra una reflexión seria para acabar con un problema que va creciendo con una bola de nieve en cada campaña electoral.

Necesitamos una reforma y la necesitamos ya.

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