Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

17 Abril, 2015

¿Por qué apoyo la Unión Civil?

Esta columna es probablemente inútil en estos días. El Congreso archivó, en la Comisión de Justicia, el proyecto del congresista Bruce sobre Unión Civil. La desilusión de los afectados es grande, pero su lucha no cesará. Este será un tema que partirá aguas en las próximas elecciones, como parte a la población hoy.

Hace unos días, en Huancayo dije que apoyaba el proyecto. Un asistente comentó que debería considerar la Biblia antes de dar ese apoyo. Creo que tiene algo de razón. Parece incoherente que una católica practicante, que cree en el matrimonio como sacramento, con 5 hijos y casada hace 27 años pueda apoyar una iniciativa “prohibida” por la Iglesia Católica.

Debo señalar que el tema no es confesional, es un tema de naturaleza civil.  La separación Iglesia – Estado ha permitido la libertad de cultos (1915), el matrimonio civil para extranjeros no católicos (1898), el matrimonio civil universal y el divorcio (1936) y la Unión de Hecho (1979).  Todas estas reformas se hicieron con la oposición formal de la Iglesia Católica manifestada a través de las sucesivas Conferencias Episcopales. En todos los casos, la Iglesia Católica finalmente, no tuvo razón. Es decir, no se legisla civilmente sobre el sacramento de matrimonio y tampoco se legisla canónicamente sobre el matrimonio como contrato civil ni como estado matrimonial civil.

Son dos mundos separados. Con derechos y obligaciones diferentes y cada quien es libre de aceptar ambos mundos o solo uno de ellos. Ahora bien, no le escapemos al tema de la homosexualidad. Los cuatro evangelios no contienen palabra sobre el tema. Cristo pasa por el mundo  perdonando a todos (hasta a la adultera cuya pena es la lapidación) salvo en un solo caso: el de la pedofilia. Es la única condena directa que he escuchado en boca de Jesús.

Si, es verdad que San Pablo en sus epístolas condena la homosexualidad. Pero creo que esa condena se extiende a cualquier acto sexual fuera del matrimonio sacramental. Toda fornicación es pecado. La de los heterosexuales, también. Y lean bien. Es pecado. No delito, ni conducta ilícita.

¿Qué dice el Catecismo cuando se habla del Sexto Mandamiento? Por supuesto, no aprueba la homosexualidad y hace un llamado a la castidad, pero añade lo siguiente y cito textualmente:

“Punto 2358: Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye, para la mayoría de ellos, una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará respecto a ellos todo signo de discriminación injusta”.

Tres cosas a resaltar. Primero, que el homosexual no “escoge” serlo. Segundo, que su camino de santidad es la abstinencia sexual, no la negación de quién es. Y tercero, muy importante, impone el deber de “acoger” a estas personas. No perseguirlas, estigmatizarlas o hacerles un daño físico o moral. Acoger. Y ahí esta la clave para entender porque un católica puede apoyar la Unión Civil sin ser incoherente.

¿No son acaso “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”? Yo creo que el proyecto de Ley de Unión Civil es un acto de justicia y acogida. Yo creo que evita “un signo de discriminación injusta”.  ¿No es acaso lo que textualmente nos pide a los católicos nuestro propio catecismo?

Entonces, despejada la duda sobre mi incoherencia vamos al tema civil. Las relaciones sexuales no pueden ser reguladas por el Estado. Este sólo puede regular sus consecuencias positivas (hijos, matrimonio) o negativas (delitos contra el honor sexual) pero no se puede meter al dormitorio de nadie. Ese es un ámbito de intimidad básico garantizado por la Constitución.

Lo que si puede es regular las normas de convivencia humana. La convivencia homosexual, incluidos los hijos biológicos de la pareja, ya existe. Es una realidad innegable instalada en nuestra sociedad. Negar esa realidad es negar la verdad. Y solo la verdad nos hace libres. Estas personas necesitan de la regulación estatal para preservar derechos constituidos por largos períodos de convivencia en monogamia. Idénticos a los reconocidos en las uniones de hecho.

Esto no se puede regular por un contrato privado ni por otras simulaciones (adopción, por ejemplo) que se han practicado como paliativos en el tiempo. Por ejemplo, en el Perú no puedes hacer lo que quieras con tu patrimonio porque hay herederos forzosos que tienen derecho sobre dos tercios de esa herencia. ¿Qué puede hacer una pareja homosexual para defenderse? Hoy,  nada. Esos hermanos que botaron a patadas al “marica” vienen corriendo a heredar y a dejar en la calle a la pareja de toda una vida. ¿Eso es justo? No lo es.

¿Y los niños? ¿Qué ejemplo se les dará? Pues los homosexuales tienen hijos biológicos que viven con ellos. Nada ni nadie puede alejarlos de sus padres. Y no se van a “contagiar” la homosexualidad de estos. Es una realidad y la ley no puede negar la realidad.

Ojala, muy pronto podamos acoger a los homosexuales en nuestra sociedad, diversa y dividida. ¿Por qué? porque cuando debes amar al prójimo como a ti mismo no puedes negarle la protección estatal que tu recibes. Amor y justicia. Ahí estaba Cristo y ahí debo estar yo.

(La imagen es de la extraordinaria fotógrafa Inés Menacho para la campaña en la que orgullosamente participe, “Parejas Imaginarias”).

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